Esta película está disponible en el catálogo de la sección Cine de la plataforma Movistar+.
Robert Guédiguian es toda una institución del cine de compromiso social, del cine combativo europeo. Tuvo su mejor época a caballo entre los dos siglos, con títulos como Marius y Jeannette (1997), De todo corazón (1998) y La ciudad está tranquila (2000). Después su cine ha decaído bastante, quizá tan a la deriva como la propia izquierda francesa, hoy hecha unos zorros. En ese contexto, parecía que esta Gloria mundi podría reverdecer viejos laureles, al volver a su microcosmos de Marsella y de nuevo con individuos de clase media baja, que siempre ha sido el estrato social sobre el que ha trabajado Guédiguian. Nos tememos que no es el caso.
La acción transcurre en nuestros días, en la mentada ciudad mediterránea, lugar de nacimiento del director. Conocemos a una familia formada por Sylvie y Richard, ambos alrededor de los sesenta; ambos tienen infratrabajos y les cuesta llegar a final de mes. Tienen dos hijas, aunque el padre de la mayor, Mathilda, es Daniel, un hombre que cumple condena en presidio por un crimen que, al parecer, cometió en defensa de un tercero. Mathilda acaba de dar a luz a la pequeña Gloria, hija de su marido Nicolas; la mujer está trabajando a prueba en una tienda de ropa, y él conduce para Uber. Pero las cosas empezarán a torcerse...
Estamos ante un melodrama proletario: los miembros de la familia, con sus correspondientes círculos concéntricos, irán perdiendo (o estarán en trance de hacerlo) los precarios trabajos con los que subsisten. Solo la pequeña Gloria será una alegría, aunque su cuidado también les complicará la existencia; la rivalidad con la hermana de Mathilda, Aurore, y con su marido, Bruno, un tipo execrable que, sin embargo, triunfa con negocios en los que estafa legalmente a gente paupérrima, también será otro factor desestabilizador.
Parece que Guédiguian ha querido hacer algo así como una disección del caldo de cultivo en el que se cuece hogaño los populismos de extrema derecha de Europa, en concreto de su país, donde el Front National de Marine LePen tiene ya una fuerza electoral y política considerable, reclutando sus votos precisamente en este tipo de familias de clase media baja (antiguos votantes comunistas y socialistas), que apenas llegan a final de mes y a los que cualquier contratiempo económico les supone una auténtica tragedia. Ese es el abono sobre el que ha florecido la mala hierba de la ultraderecha europea, y esa nos parece que es la denuncia de Guédiguian, su diagnóstico, si bien es cierto que el director y guionista marsellés no propone alternativa alguna: se limita a describir los síntomas, pero me temo que es impotente para establecer las soluciones.
Guédiguian nunca fue un estilista ni un guionista brillante. Con el tiempo no ha mejorado: sus personajes son estereotipos, roles de cartón piedra, algunos tan risibles como el expresidiario que escribe haikus; los personajes de la historia no tienen perfiles, parecen cincelados a martillazos, no son creíbles ni reales. Así las cosas, queda una película a la que se le agradece la radiografía de un determinado estrato social, pero también queda la sensación de que, según Guédiguian, no hay salida para este callejón sin ídem en el que se ha convertido el trabajo precario en la Europa del siglo XXI. Si eso es así, habrá que decir, con los manifestantes del Mayo Francés, “que paren el mundo, que me bajo...”.
Los intérpretes están correctos, sin alharacas, teniendo en cuenta que, cuando los personajes que les tocan interpretar tienen tan poca carne, tan pocos asideros, es difícil alcanzar la excelencia.
El título se refiere a la famosa leyenda latina “Sic transit gloria mundi”, así pasa la gloria del mundo, que evoca por un lado el nombre de la pequeña Gloria, pero también cómo la existencia más o menos equilibrada del clan familiar se desmoronará por una serie de catastróficas desdichas (gracias, Lemony Snicket). Pero también podría aplicarse al propio Guédiguian y a su cine, que tuvo su tiempo de fama y prestigio, pero al que también “se le ha pasado la gloria del mundo”, al menos a la vista de este nuevo empeño que no se ha saldado positivamente.
(09-11-2019)
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