Está visto que habrá que incluir a Mariano Barroso entre las esperanzas no cristalizadas. Llamó la atención poderosamente con su comedia de amores y odios (más lo segundo que lo primero, desde luego) Mi hermano del alma, y su segundo film, Éxtasis, pareció confirmar que nos encontrábamos ante un cineasta con personalidad propia. Pero después se enredó en el drama Los lobos de Washington, demasiado espeso, y no digamos la aventura magrebí de Kasbah, que daba ya indicios de su evidente declive.
Ahora, este Hormigas en la boca lo confirma, en un thriller ambientado en la Cuba pre-castrista, donde recala un republicano español asaltador de bancos, tras diez años de cárcel, en busca de la novia que le "levantó", a él y sus secuaces, el botín de su último atraco.
Pero la acción en La Habana es como para llorar: desde personajes sin perfil alguno, como el que interpreta el gran José Luis Gómez, hasta el tipo cuasi guiñolesco que hace Jorge Perugorría, un villano de opereta, un malandrín de los que no se sostiene ni en el mero papel del guión. El propio protagonista parece confeccionado con retales varios (y tener, es cierto, toda la jeta del José Luis Garci de Qué grande es el cine...), y el de la chica, compuesto como buenamente puede por Ariadna Gil, es como para echar a correr: carece de motivaciones, de pasado, de sugerencia alguna. Los diálogos son imposibles y la historia no se sostiene en pie.
Así las cosas, sólo brilla por su calidad la excelente ambientación, haciendo creíble una La Habana pre-Castro, brillante y hermosa, aunque también una sórdida ciudad donde la represión era moneda corriente (después también, pero ésa es otra historia).
100'