Pues sí, en el mismísimo título lo dice: Nunca vuelvas atrás. Entonces, Tom, ¿por qué vuelves atrás con esta secuela de Jack Reacher (2012)? La respuesta quizá haya que buscarla en el relativo fiasco (teniendo en cuenta la relación presupuesto/taquilla) de los últimos filmes a su servicio, Oblivion (2013), Al filo del mañana (2014) y Misión Imposible. Nación Secreta (2015), en todos los cuales la recaudación no estuvo a la altura de la elevada inversión realizada por los productores (él entre ellos, que para eso es el que corta el bacalao en sus películas desde hace décadas). Así las cosas, Cruise regresa al universo Reacher, un universo de presupuesto más moderado (aunque él es quien se lleva la parte del león), buscando volver a ser rentable. Pues, a la vista de la taquilla recaudada en el mercado USA-Canadá, a lo mejor tampoco esta vez lo será…
Jack Reacher. Nunca vuelvas atrás se basa en la decimoctava novela escrita por el novelista de intriga británico (afincado en Estados Unidos) Lee Child, seudónimo literario de Jim Grant. Su título es Never go back, y nos trae a primer plano, de nuevo, al ex mayor de la Policía Militar USA, quien ha de encontrarse con una colega, que sin embargo es detenida antes de su llegada, acusada de espionaje. A partir de ahí, el antiguo militar tendrá que intentar liberar a su amiga, y además se encontrará un regalito en forma de (posible) hija…
Si la original Jack Reacher tenía un comienzo espléndido, para después adocenarse, esta secuela carece de esa inicial (ni final…) excelencia, así que aquí el interés cinematográfico es bastante escaso. Tendremos de nuevo al vengador justiciero (he estado a punto de escribir “bengador gusticiero”, a la forgesiana manera…) que habrá de luchar contra el “establishment”, o en este caso, contra los poderosos corruptos que habitan las altas esferas, con riesgo de su vida y de la que cree puede llevar su misma sangre.
Pero poca carne auténtica hay, poco espesor argumental, más allá de las puntadas que se dan sobre la paternidad (o no) con la adolescente rebelde y un punto imbécil que pudiera ser su hija, y quizá un apunte tibiamente feminista en su relación con la mayor (grado militar, no que sea más grande que Cruise; bueno, eso también, que Tom es más bien retaco y la chica es más alta que él, incluso sin tacones…). Pero aparte de eso lo que tenemos es un sinfín de luchas de todo tipo y en toda clase de escenarios, hasta llegar a cansar con tanto puñetazo y tanta tontería.
Edward Zwick, el director, ha conocido tiempos mejores que en esta secuela. Sin ir más lejos, también a las órdenes de Cruise consiguió una interesante película, El último samurái (2003); ya a finales de los años ochenta Zwick descolló con Tiempos de gloria (1989), que consiguió la proeza de que un actor negro (Denzel Washington, por más señas, al comienzo de su carrera) ganara un Oscar, con el trabajito que les cuesta a los de la Academia de Hollywood premiar a los intérpretes afroamericanos. Hace poco nos interesó Zwick con una película pequeña, El caso Fischer (2015), pero ahora aparece otra vez como capataz del boss Tom. Concluiremos que hay que comer todos los días.
El problema de Cruise es que ya sus personajes empiezan a ser indistinguibles: este Reacher podría ser intercambiable con el Ethan Hunt de la saga Misión Imposible, aunque seguramente eso no le preocupe. Quizá sí que sus películas últimamente no arrasen como lo hacían antaño…
Del resto del reparto nos quedamos con el peculiar rostro de Cobie Smulders, una actriz canadiense que se ha hecho (más o menos) popular por su papel de la agente Maria Hill en la saga de Los Vengadores.
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