CRITICALIA CLÁSICOS
Disponible en Movistar+ y FlixOlé.
Una grande y rotunda mano en rojo, con un confuso signo de la victoria y la pequeña silueta de un soldado a sus pies, encabeza el título de este film, sobre un fondo negro. Su reparto, los galardones conseguidos en varios festivales, las fotos de sus principales intérpretes van completando el cartel, aunque en él destaca en un lateral el nombre de su autor, Dalton Trumbo, no sólo director de este film de 1971, sino también autor de la novela homónima que había escrito mucho antes, en 1939.
Trumbo, todo un personaje, nacido en 1905, nieto de un veterano de la guerra de España con EE.UU a causa de Cuba, e hijo de un comisario de frontera con México, de carácter áspero, generoso e imprevisible, la Depresión le cogió de lleno y le acercó a los ideales de los trabajadores, lo que le impulsa -más por simpatía que por convicción- a alistarse en el Partido Comunista en los años cuarenta. Y en la etapa del senador McCarthy se negó a cooperar o delatar ante los tribunales, siendo incluido en las listas de las actividades Antiamericanas, a pesar de lo cual trabajó en muchos guiones de Hollywood, siempre bajo seudónimo, y a veces en cintas tan poco cercanas a su estilo como Vacaciones en Roma, de William Wyler, con la que ganó un Oscar "camuflado"... Todo esto se rompe cuando Kirk Douglas (como productor, y con valentía) pone su nombre en los créditos de Espartaco y lo inserta ya "legalmente" en el mundillo del cine desde aquel momento.
Dalton recuerda entonces su vieja novela de 1939 y le parece perfecta para llevarla a la pantalla como fortísimo aparato antimilitarista y de mensaje pacifista. Ya en los años sesenta tuvo contactos con Luis Buñuel para que la dirigiera, pero el proyecto no prosperó. Pocos años después, el film salió a flote con la ayuda del escritor y actor Tom Tyron, y producción de Bruce Campbell, y se encomendó la dirección al propio Dalton Trumbo, lo que -bajo mi punto de vista- fue un error. La cinta tuvo buenos mimbres, desde su propio creador inicial (como novelista, guionista y director) a gente valiosa como el músico Jerry Fielding, el fotógrafo Jules Brennen y un reparto sólido y variado que incluía a actores como Jason Robards, Timothy Bottoms, Donald Sutherland, Charles McGraw, David Soul, Diane Varsi, o Kathy Fields.
El protagonista es Joe Bonham, reclutado para luchar en la Gran Guerra -antes de ser luego conocida como Primera Guerra Mundial al producirse lamentablemente la Segunda- y en las trincheras estallarle a bocajarro una granada que lo convierte en un "tronco humano", un mutilado de brazos y piernas, ciego, sordo y mudo, cuando despierta en la oscura sala de un hospital. Narrada en blanco y negro para darnos la demoledora situación de Joe, la cinta pasa al color en los recuerdos, sensaciones y fantasías que de alguna manera se nos comunican al espectador. Tenebrista en el presente, con abuso de la pantalla en negro, y enfáticos planos en contrapicado para ver las máscaras de los doctores que lo estudian, en las otras secuencias en color conocemos sus recuerdos, a su novia, sus padres, su vida cotidiana... y en las fantasías llegamos a convivir con Jesucristo (Donald Sutherland), ahora en medio de cuarteles o campamentos, jugando a las cartas y bromeando...
Con su valentía y su denuncia, casi con una defensa de la eutanasia, la lucha de los médicos y enfermeras está en conseguir comunicarse con el enfermo, llegar a entender su pensamiento y sensaciones. Y siempre insistiendo en la brutalidad e inutilidad de la guerra, enlazando con el sentimiento de rechazo al conflicto de Vietnam, que traumatizaba a los Estados Unidos. Pero falta sutileza y habilidad, los saltos narrativos son torpes y en la segunda mitad la película parece ir a la deriva, repitiendo situaciones ya vistas. Solo la aparición de Diane Varsi, encarnando magistralmente a la sensible enfermera que da un giro a los métodos para llegar a entablar una comunicación -con una aplicación sui géneris del código morse-, un lenguaje con Joe Bonham, levanta el nivel de la cinta, que se cierra con un final deprimente, cuando los doctores, impotentes, lo dejan como un muerto en vida, por si la ciencia llega a encontrar alguna salida en un futuro impreciso.
Ganadora del Gran Premio del Jurado en el Festival de Cannes, Johnny cogió su fusil obtuvo varias nominaciones en los Globos de Oro, aunque fue ignorada para los premios de la Academia de Hollywood, y obviamente fue una película inmediatamente mitificada y ensalzada por su contenido y su valiente labor de denuncia. En España (distribuida por Emiliano Piedra) fue estrenada en octubre de 1973, en el último lustro del franquismo (todavía con vida el dictador) y este prestigio se acentuó más si cabe por las ansias de libertad y apertura.
En cuanto a Dalton Trumbo, murió en 1976, con setenta años, y tras este su film más famoso y aplaudido se reconoció su valía en guiones anteriores que habían pasado desapercibidos, como Éxodo de Otto Preminger, El último atardecer de Robert Aldrich, Castillos en la arena de Vincente Minnelli, o Papillon de Franklin J. Schaffner. Hombre honesto, valiente y comprometido, no importan sus limitaciones como realizador, y con un solo y único film dirigido, reconocer su lucidez y su demoledora denuncia de la guerra, esa maldición que parece perseguir a la humanidad, desde sus orígenes hasta nuestros días...
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