Pelicula:

Estreno en Netflix.

Ciertamente (y afortunadamente…), el cine nunca deja de dar sorpresas: he aquí un film enteramente hecho con una técnica que no es nueva, la animación mediante "stop motion", casi tan antigua como el cine, y que ha constituido hasta hace poco más de dos décadas la base para cualquier film animado, hasta que llegó la animación por ordenador, el dibujo digital de Toy Story y compañía. Con esa técnica se habían realizado películas de todo tipo en 2 dimensiones, por supuesto, como los famosos clásicos de Disney y tantos otros, pero también con 3 dimensiones utilizando materiales tales como la plastilina, cuya maleabilidad permitía reproducir movimientos con gran perfección, arte en el que la productora británica Aardman se convirtió en virtuosa, aunque hubo otras muchas productoras que cultivaron esa fórmula (recordemos, por ejemplo, los deliciosos episodios televisivos de Pingu).

La pareja formada por la belga Emma de Swaef (Gante, 1985) y el sudafricano Marc James Roels (Johannesburgo, 1978) experimentaron a finales de  la década de los años cero de este siglo XXI con una técnica de animación mediante "stop motion" en 3 dimensiones ciertamente distinta, utilizando muñecos recubiertos de lana. Ese primer experimento se tituló Zachte planten (2008), un cortometraje de 11 minutos que llamó poderosamente la atención por su novedosa técnica, si bien era evidente que estaba aún en mantillas, dada la tosquedad de las imágenes y la muy limitada animación y movimiento de las figuras así confeccionadas.

Esa técnica, progresivamente perfeccionada por De Swaef y Roels en posteriores empeños como Oh Willy (2012) y ¡Este magnífico pastel! (2018), estimularon a otros cineastas a experimentar con la animación realizada a partir de muñecos de lana y otros materiales textiles, técnica con la que incluso un estudio del prestigio y la solidez de la citada Aardman ha presentado ya algún trabajo, como la deliciosa Peti Roja (2021).

Tomando como fórmula esa animación con muñecos confeccionados con lana nos llega esta ciertamente extraña pero muy estimulante La casa, film de tres episodios de prácticamente la misma duración cada uno, puesto en escena en cada caso por directores distintos. Con producción de Nexus Studios, productora britanica de largo recorrido especializada en animación, aunque también ha hecho pelis de imagen real, y con distribución mundial a través de Netflix, el primer capítulo (nobleza obliga…) ha sido encomendado a De Swaef y Roels, pioneros de la técnica, y se titula Y dentro se oye tejerse una mentira. En un entorno que por vestuario y atrezzo remite a la Inglaterra victoriana, conocemos a una familia compuesta por padre, madre y dos hijas, Mabel, de 8 años, e Isobel, un bebé de quizá un año. Están esperando la visita de sus familiares ricos; Mabel le pregunta a su padre, "¿son simpáticos?", pero este niega con la cabeza. Efectivamente, los parientes son altaneros, soberbios, faltones, mostrándose despectivos  de la familia por su modestia próxima a la pobreza... Cuando se marchan, el padre, acomplejado, se emborracha y sale a vagar por el bosque; allí, en una especie de extraña calesa, alguien le propone un pacto...

Este primer capítulo, firmado por los inventores de la técnica, De Swaef y Roels, pareciera estar escrito a cuatro manos por Dickens y Poe, con la inestimable ayuda de Goethe; y es que, en efecto, hay en él una mirada muy dickensiana, con su familia central pobre pero digna y amorosa, pero sobre todo en los parientes ricos, llenos de la abyección que el autor de Oliver Twist, con frecuencia, atribuía a la clase opulenta, despreciable por su infinita capacidad para menospreciar a los demás. Pero por otro lado, la aparición de una especie de tentador diablo con las formas de un tipo bonachón y gordezuelo, de permanente risa mefistofélica, aporta a este primer segmento del film un tono no lejano al Poe más siniestro, pero sobre todo, claro está, al Fausto de Goethe. La macabra atmósfera de la casa nueva que el demonio gordinflón les ofrece sin aparente contraprestación nos parece muy poeana, a veces incluso borgesiana, con esas habitaciones que son una cosa y otra a la vez, con esas puertas que a veces están en las paredes y otras no, con esas escaleras que no dan a ningún sitio, como si fueran de un cuadro de Escher... La sensación de terror es más patente que latente, con una familia que se desdibuja a marchas forzadas: el padre instado por el bellaco diabólico a desprenderse en la hoguera de la chimenea de sus escasas pertenencias anteriores, como si ardiendo éstas su alma le perteneciera finalmente por completo; la madre cosiendo sin tregua lo que parece una cortina infinita; las pequeñas Mabel e Isobel, las únicas lúcidas en este universo de pesadilla que es la casa (el regalo envenenado del Mefistófeles con pelucón empolvado), habrán de escapar de ese laberinto endemoniado para tener alguna oportunidad de sobrevivir.

Los personajes son antropomórficos pero con bocas muy pequeñas, casi un punto en unas caras grandes y redondeadas, en la misma línea, aunque mucho más perfeccionada, de los anteriores cortos de la pareja de realizadores. Tiene un evidente tono gótico, que puede recordar también, ya que hablamos de referencias o influencias, la novelística de las hermanas Brontë. Estamos entonces quizá ante lo que podríamos llamar una metáfora sobre los perjuicios de la riqueza sin esfuerzo, aunque también sobre el  desclasamiento, los peligros de querer dejar de ser lo que somos, de olvidarnos de dónde venimos, como una forma laica de vender el alma al diablo. Con una animación evidentemente para adultos, como toda la película, estamos ante un capítulo extremadamente imaginativo, un cuento cruel capaz de sintetizar todas las influencias que hemos comentado (Dickens, Poe, Goethe, Brontë...), e incluso algunas más que no hemos citado (existencialismo, teatro del Pánico, Beckett...), y que el resultado sea coherente y no un mero pastiche de retales. De hecho, consideramos que es el mejor de los tres segmentos del film, sin que los otros estén exentos, ni mucho menos, de interés.

El segundo capítulo se titula La verdad que no se gana está perdida, y está ambientado en la actualidad, en un entorno puramente urbano. Conocemos al constructor-promotor de una vivienda que está rehabilitando para su posterior venta. Ahorra en albañiles porque él mismo es un buen profesional y deja la casa de rechupete. Convoca un cóctel para posibles compradores, pero antes de que estos lleguen se ha de batir a fondo con una plaga de insectos. Ya en la fiesta de los compradores, una extraña pareja se muestra interesada en la casa...

Si en el primer capítulo las referencias cultistas menudeaban considerablemente, en este también hay algunas, en especial una en concreto: Kafka. Porque esta historia de autopromotor ambicioso (y avaro como el Harpagón de Molière: se lo quiere ahorrar todo...), con aspecto, literalmente, de ratón, hay algo, o mucho, del Kafka de La Metamorfosis, no solo por la soledad del protagonista, un pobre diablo, sino sobre todo, por el peculiar cambio que se producirá en los otros personajes del film, que no podemos revelar so pena de incurrir en “spoiler”, pero que aproximará (aunque a la inversa...) a Gregorio Samsa a este relato tan descorazonador como el primero, aunque sin su carga de terror gótica. De hecho, aquí todos los elementos son modernos: portátiles, móviles, wifi, domótica, viniendo su toque terrorífico por los supuestos interesados en la vivienda, que terminarán revelándose como otra cosa...

El director utiliza la misma técnica con los muñecos, entelados en tejidos de gruesa fibra; sus protagonistas son ratones antropomorfizados, pero también insectos, que representan una historia sobre la soledad moderna, tan tecnificada como aislada, en una historia a ratos agobiante, quizá también una metáfora sobre los sueños que terminan convirtiéndose en pesadillas. No tiene la miríada de referencias cultistas del primer episodio, pero, además de Kafka (y de Molière, como hemos visto...), se puede apreciar cierto homenaje a los musicales del Hollywood clásico, en especial a los interpretados por Esther Williams, tan dados a las coreografías caleidoscópicas, que aquí, con insectos, son reproducidas en clave entre el terror y el humor negro.

Niki Lindroth von Bahr, la directora del episodio (Estocolmo, 1984), ya había trabajado anteriormente con esta técnica de animación con muñecos de tejidos de fibra gruesa, en varios cortos en los que, invariablemente, los personajes eran ratones, unos ratones antropomorfizados que, desde luego, están en las antípodas de los de Disney. Su episodio quizá sea el más pesimista, aquel en el que no hay lugar alguno para la esperanza, como sí la hay en el primero y, sobre todo, en el tercer capítulo.

El último segmento, titulado Vuelve a escuchar y al sol buscar, se ambienta en lo que parece un futuro más o menos cercano, cuando la Tierra ya ha petado, como cabía esperar, y las inundaciones han dejado la casa (la misma de los episodios uno y dos, pero en otro contexto) totalmente aislada. Allí, Rosa, la casera, planea volver a poner en funcionamiento todos los apartamentos del establecimiento, pero los dos únicos inquilinos que le quedan le pagan en especie: uno, Elías, un pobre diablo, lo hace con pescado que pilla en el agua circundante; la otra, Jen, una bohemia, con cristales de obsidiana. En esto que llega un gurú, Cosmos, que lo cambiará todo...

Estamos en este caso ante una historia protagonizada por gatos, adecuadamente antropomorfizados, en una trama que juega con la tensión entre sueños y realidad: la protagonista es prisionera de la casa, aherrojada a ella, quizá en una metáfora de la propiedad y cómo está termina poseyendo al supuesto propietario… Con una gran perfección del movimiento, incluso el facial, el segmento contrapone el inmovilismo con la necesidad de cambiar de los seres humanos, aunque para la ocasión, con los ropajes de la fábula, estos tengan cuerpos felinos. La última parte se torna un tanto abstracta: así, el hasta entonces relativo realismo del capítulo se va diluyendo, premeditadamente, en el magma de la fantasía.

Paloma Baeza, la directora, es una actriz anglo-mexicana que tiene ya también una pequeña pero interesante carrera como cineasta, con 3 cortos, uno de ellos de animación, y una serie. Su capítulo es quizá el más esperanzado, una historia finalmente abierta al futuro, con una moraleja sobre cómo el pasado, cuando es un lastre, debe ser dejado atrás, y si es necesario, usarlo como palanca para cambiar.

El conjunto de los tres episodios es armónico en su diversidad, inquietante, evidentemente tristérrimo, una mirada poco amable hacia la raza humana, ya sea vista con los rasgos típicos del hombre y la mujer (confeccionados en humilde lana), o con las facciones de los animales que se comportan como si fueran estos bípedos supuestamente inteligentes que dominan el planeta; hasta que el planeta quiera, claro...

(23-01-2022)


Interpretada por

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Nacionalidad

Duración

97'

Año de producción

Trailer

La casa - by , Jan 24, 2022
3 / 5 stars
Armónico, inquietante, tristérrimo