ESTRENO EN NETFLIX.
Wendy Rogers es una experimentada diseñadora de efectos digitales, habiéndose desempeñado como tal en películas tan conocidas como Batman forever (1995), Ratónpolis (2006) y El gato con botas (2011). En la última etapa de su carrera como tal se ha especializado en ese tipo de tarea dentro del “cartoon” digital, de la animación por ordenador. Ahora, cuando salta a la dirección de cine, lo hace también en ese apartado específico en el que, parece evidente, está fogueada y se siente segura.
El resultado es esta agradable La elefanta del mago, una fábula (aunque los animales no hablen, como sí lo hacían en los textos de Esopo o Samaniego) que es sobre todo un cuento infantil: de hecho, la historia comienza con el mítico “Érase una vez…” que, convencionalmente, da inicio a todo cuento, y aunque al final no se cite el “fueron felices y comieron perdices”, para los efectos como si lo dijeran, porque esa sensación de dicha absoluta (y no solo en los protas: en la ciudad entera…) es la que quedará en el espectador.
La historia se inicia en una ciudad innominada, una ciudad donde podría decirse, a la manera bíblica, que corría la leche y la miel; para entendernos, una ciudad dichosa y confiada, donde la felicidad es la norma; sin embargo, como nada dura para siempre, llegará un día en la que negros nubarrones se ciernan sobre el cielo de la ciudad, y desde entonces ya nada será igual. En ese contexto conocemos a Peter, un mozalbete adoptado por Lutz, un viejo militar muy estricto, aunque es evidente que quiere al muchacho, pero, sobre todo, enormemente avaro, como un Harpagón, un Dómine Cabra o un Fagin, aunque sin la bellaquería de este último. Peter tiene un recuerdo difuso de su hermana bebé, supuestamente muerta, junto a su madre, en la guerra vivida años atrás; Lutz le tiene dicho que la pequeña murió en un bombardeo, pero él tiene la intuición de que vive. El militar le envía a por un recado con una única moneda. Peter, en la feria instalada en la ciudad, se la gasta en una echadora de cartas que le predice que, para reencontrarse con su hermana, tiene que seguir a un elefante. Paralelamente, en la feria hace su función un mago bastante incompetente, que intentando hacer uno de sus trucos hace aparecer una elefanta que cae sobre la exquisita señora LaVaughn. Encarcelado el mago acusado de los daños personales contra la anciana señora, el rey de la ciudad, un tipo con un sentido del humor un tanto cuestionable, manda que sus soldados se hagan cargo de la inopinada elefanta que ha aparecido como de la nada, para mostrarla al pueblo. Pero la elefanta se enfurece al entrarle en el ojo la pintura con la que han adornado su cuerpo. Peter, presente, la calma con sus cuidados; intuye que seguir a esa elefanta, como le dijo la adivina, puede hacerle reencontrar a su hermana. El rey está conforme en ello, siempre que (guasón redomado) pueda cumplir las tres pruebas imposibles que le va a proponer…
La novela The magician’s elephant es la decimotercera escrita por la novelista norteamericana Kate diCamillo, especializada en literatura infantil, disciplina en la que ha conseguido varios premios. Esta novela, publicada en 2009 en Estados Unidos por Candlewick e ilustrada por Yoko Tanaka, es la base argumental sobre la que se ha elaborado el guion de esta agradable adaptación dirigida por Wendy Rogers, quien ciertamente podría presumir de que, siendo su primer film como directora (ya hemos visto que tiene una dilatada y superlativa carrera como maga de los F/X), sin embargo no se aprecian detalles de bisoñez, sino seguridad y solvencia en la puesta en escena.
Como era de prever, se aprecia una excelente calidad del dibujo digital, con un muy conseguido movimiento de los personajes, dotando al film de una gran apariencia de realidad. En especial la figura de la elefanta da una sensación de verismo absoluta; por el contrario, las figuras antropomórficas son más irreales, más fantasiosas, menos apegadas a este hiperrealismo de, fundamentalmente, la paquiderma protagonista.
En línea con la literatura clásica infantil, aquí también tendremos, además de, literalmente, el “´´Erase una vez…” inicial, y figuradamente el “fueron felices” del final, como hemos dicho, otro clásico de los cuentos, los desafíos imposibles impuestos por el rey de turno para conseguir un objetivo, aunque aquí, lejos de la época clásica, lo que está en juego no es, como era habitual, la mano de la correspondiente princesa sino, ejem, una elefanta (en esto hemos perdido, la verdad…).
Película de eso que ahora los expertos en márquetin llaman “feelgood”, que hace sentirse bien, La elefanta del mago tiene una evidente mirada pro-animales, y de hecho la directora (siguiendo la senda de Kate diCamillo) se revela como persona muy animalista, igualando a seres humanos y animales en su consideración y en sus derechos. Hay, o nos lo parece, una cierta mirada dickensiana, aunque un tanto edulcorada, lejos del cierto tremendismo de un Oliver Twist o un David Copperfield, pero sobre todo hay, conforme a los tiempos actuales, una búsqueda de que los personajes sean multiétnicos, en especial con varios papeles de raza negra
Nos ha parecido curiosa e interesante la escena onírica en la que el chico sueña volar con la elefanta por el cielo, en lo que tiene toda la pinta de ser un homenaje al proboscidio por antonomasia del cine, obviamente el Dumbo disneyano.
También como curiosidad, los diseñadores de los rostros de los personajes parecen haberse inspirado para ello (no es la primera vez que se hace, desde luego…) en los correspondientes a los actores que les han puesto voz, como es el caso de Mandy Patinkin, cuyo viejo militar Lutz tiene toda su jeta, o Miranda Richardson, que pone cara a la venerable anciana LaVaughn.
Hermosa, amable fábula infantil, habla de los sentimientos familiares, fundamentalmente fraternales, pero también de los paternos o maternos incluso aunque estos sean de índole putativa, no sanguínea, y habla también de la necesidad de creer en la magia para poder seguir adelante. No es que sean temáticas muy novedosas, pero su exposición es plausible y el film se recibe con agrado y benevolencia: no es mal resultado, no…
(10-04-2023)
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