Sobre la exitosa novela de Tracy Chevalier, el realizador televisivo Peter Webber ha debutado en la pantalla grande con una medida, meticulosa, bella versión de esta ficción que imagina la génesis del seguramente más famoso cuadro del pintor flamenco Johannes Vermeer, La joven de la perla. Es, por supuesto, una elucubración nacida de la imaginación de la novelista, pero Webber ha sabido calar el meollo de la historia: captar la luz de Vermeer, la prodigiosa luminosidad de sus pinturas, esos tonos ocres apenas velados por mínimas decoloraciones, y entrar de lleno en la sugestiva historia de amor platónico entre el artista y la criadita de sensuales labios que supuestamente inspiró la conocida como Gioconda del Norte.
La relación entre pintor y sirviente es el eje central del filme, hecha de pequeños detalles, una obra que huye de lo explícito para sugerir antes que mostrar, un amor probablemente platónico pero mucho más devastador que el que la chica mantendrá con su novio, un carnicero que no podrá entender la relación de su amada con un maestro de la luz que extraía sus colores de pigmentos tales como la malaquita, la linaza y el lapislázuli.
No sería esta película lo que es, un hermoso canto al amor como fuente de inspiración, sin el concurso de Scarlett Johansson, el nuevo descubrimiento del cine USA, muy superior a un Colin Firth que parece repetir el papel de galán atormentado que frecuenta con demasiada asiduidad. Pero si hay alguien que se lleve el mérito, además del buen pulso y la sutileza del director, ése es el fotógrafo portugués Eduardo Serra, afincado en Francia hace años y que también ha rodado en Hollywood. Y es que para captar la luz de un pintor, no hay como el ojo genial de otro artista...
95'