Estamos ante uno de los muchos filmes de aventuras basados en una novela de Jules Verne, en este caso El faro del fin del mundo, que es cierto no figura entre las mejores obras del gran escritor francés. Se trata de una curiosa aunque ya avejentada cinta de exótica coproducción entre Estados Unidos, a través de su productor, Kirk Douglas, España y Suiza, con el peculiar añadido (en cuestión de producción) del pequeño Reino de Liechtenstein, dirigida por un inglés, y con un reparto internacional de notables actores.
De tan extraña mezcolanza salió un producto híbrido, que no cuenta con los medios habituales de las cintas norteamericanas, ni tampoco con el tono más reflexivo de las producciones europeas: una “rara avis”, en definitiva.
La aventura se inicia a mediados del siglo XIX y está ambientada en el Cabo de Hornos, al sur de América, donde un gigantesco faro es conocido como la luz del fin del mundo. Tres hombres están encargados de su funcionamiento y custodia. Pero todos ellos tienen una historia a sus espaldas.
La película del anglosajón Kevin Billington tiene en algunos momentos un tono oscurantista que es sin duda su mejor cualidad. De todas formas, es una película que no está terminada de cuajar. Fueron muchos los que pusieron mano sobre ella, y eso se nota.
Además de ese tono un tanto tenebroso, lo más atractivo del filme es, sin duda, su reparto, encabezado por el productor Kirk Douglas, y secundado por un enigmático Yul Brynner. También aparece nuestro compatriota Fernando Rey, en una época de pleno lanzamiento internacional, y la siempre extraordinaria Samantha Eggar, la inolvidable protagonista de El coleccionista.
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