Pocos son los casos que se dan en el cine moderno en los que un autor decide realizar un determinado número de películas dentro de un explícito ciclo o serie. Quizá el cineasta y escritor español Gonzalo Suárez y sus Diez películas de hierro sea uno de esos casos, aunque después no fueran diez películas ni tampoco de hierro. Eric Rohmer, sin embargo, incluido en su momento en la nómina de los autores de la Nouvelle Vague francesa, encuadró a la largo de su filmografía varias películas en distintas series o ciclos, entre ellos las Comedias y Proverbios.
Esta serie comenzó en 1980 con La mujer del aviador, a la que Rohmer subtitulaba “es imposible no pensar en nada”. Estamos ante una película tan a contracorriente como todas las anteriores de Rohmer, fiel sólo a su autor, ajenas a las modas y los gustos de cada momento. Una curiosa aunque simple trama de celos es suficiente para el director de La rodilla de Claire. Como una partida de billar jugada por un maestro, las situaciones se van sucediendo en un sencillo juego de carambolas, donde lo más llamativo es la frescura de la interpretación y la claridad en la puesta en escena. El rodaje en 16 mm., con posterior hinchado a 35 mm., tuvo algo que ver en esta sensación de estar contemplando algo cotidiano y sin embargo extraordinario.
Entre los intérpretes destaca Fabrice Luchini, un actor que fue recurrente en muchos filmes de Rohmer (concretamente en seis, incluido éste), lo que le convierte en actor-fetiche del cineasta de Nancy, aunque también ha trabajado para buena parte de la flor y nata de los directores franceses de los últimos cuarenta años: Chabrol, Costa-Gavras, Ozon. Pero para actriz-fetiche la coprotagonista, Marie Rivière, que actuó para Eric Rohmer hasta en ocho largometrajes. Para la crónica casi negra queda el hecho de que el protagonista, Philippe Marlaud, murió poco después de estrenarse este filme, a los 32 años, en un incendio.
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