Pelicula:

Esta película forma parte de la Sección Climatics del ATLÁNTIDA MALLORCA FILM FEST’2023. Disponible en Filmin por tiempo limitado.

El nombre de Luis Tinoco (Mataró, 1978) probablemente no diga nada al cinéfilo, pero si decimos que, a través de su empresa Onirikal Studio, es el responsable de los efectos visuales de películas tan conocidas como Interestellar (2015) o la nueva versión de Hellboy (2019), así como de esos mismos VFX de reputadas pelis españolas como El fotógrafo de Mauthausen (2018), No matarás (2020) o Donde caben dos (2021), entonces quizá la apreciación de este supuesto desconocido variará. Tinoco, además de un experto de prestigio internacional en los efectos visuales, viene desarrollando desde hace tres lustros una intermitente carrera como guionista y director de sus propios proyectos, que hasta ahora habían consistido en tres cortos (uno de ellos con nominación en los Goya y los Gaudí) y la dirección compartida de un fantasioso largometraje norteamericano rebosante de friquismo, Battle in Space: The Armada attacks (2021), que presenta el dudoso honor de tener una de las calificaciones más bajas (2,4 sobre 10…) que recordamos haber visto en la IMDb…

Afortunadamente, cuando Tinoco rueda solo demuestra ser bastante mejor que ese producto que se adivina de encargo y en el que probablemente su parte debió limitarse a proveer de efectos visuales y digitales a un proyecto de serie Z condenado al fracaso, como así fue. En esta La paradoja de Antares, con las limitaciones evidentes de un presupuesto más que modesto, Tinoco saca petróleo, cuando además ha de luchar con una de esas situaciones (por lo demás buscada por él mismo, también productor, que se lo planteó como un “tour de force”) de una única situación y un único escenario, y casi una única intérprete (más otros varios que lo hacen a través de pantallas y audios). Con esos escasos mimbres, más un grave conflicto moral, Tinoco nos cuenta su historia.

Una historia que se ambienta en lo que parece ser nuestro tiempo, en un centro científico en algún lugar innominado de España, sede de IberSETI, organismo que forma parte del proyecto internacional SETI (Search for extra terrestrial intelligence, o lo que es lo mismo, “búsqueda de inteligencia extraterrestre”), un verídico proyecto que, desde hace años, y desde muchos lugares en el mundo, rastrea el universo en busca de señales que indiquen que no estamos solos en el universo. En ese lugar (que será el único que veremos directamente, aunque también veremos, a través de las múltiples pantallas que permite la tecnología actual, algunos otros escenarios) conocemos a Alexandra, a la que todos llaman Alex, astrónoma que está dedicada en cuerpo y alma a su trabajo en el SETI; en una primera imagen, que actúa a modo de prólogo, y que después se retomará más adelante, cuando el planteamiento y el nudo ya estén expuestos, vemos a Alexandra en un ataque de llanto desconsolado… un rótulo nos remite a tres horas atrás, a una entrevista en la que la científica es preguntada por un bloguero sobre su profesión y el motivo de su trabajo, saliendo a relucir, en algunas de las cuestiones que envían los espectadores, la fricción entre la utilidad del proyecto SETI y lo que supondría, a todos los niveles, el descubrimiento de que existe vida inteligente fuera del planeta Tierra. Poco después, la hermana de Alex, Ana, la llama para reprocharle que no vaya nunca a ver al padre de ambas, Manel, al hospital donde está ingresado con pronóstico muy pesimista, echándole en cara que anteponga siempre su trabajo al cuidado y atención a su progenitor… Pocos minutos después, Alex detecta una emisión que viene de la zona del universo donde se encuentra la estrella Antares, a 550 años luz de la Tierra, y se aplica a la prolija tarea de, mediante el complejo protocolo preestablecido, verificar si esa señal pudiera ser, o no, realmente un mensaje extraterrestre…

Podríamos definir a La paradoja de Antares como una película de ciencia ficción entreverada de un drama que expresa un grave conflicto moral: ¿qué es más importante, la atención a la familia, que sería lo más cercano e íntimo de cada persona, o un descubrimiento científico que podría cambiar la historia de la humanidad? Si nos viéramos abocados a un atroz dilema como éste, ¿cómo actuaríamos? ¿cuál sería la prioridad? Ese conflicto, para Tinoco como guionista y director, habría de resolverse intentando unir ambas cuestiones (aquí en concreto gracias a las tecnologías que nos permiten ver y oír a cualquier persona aunque esté a miles de kilómetros), en una escena final que, ciertamente, a pesar de ser quizá excesivamente sentimental, consigue un punto de unión interesante y apreciablemente novedoso, terminando por (atención: ¡Spoiler!) convertir esa universalidad del hallazgo científico en una recóndita verdad a la que solo padre e hija tendrán gozoso acceso; la intimidad de lo cercano, de lo amado, entonces, contra la grandilocuencia de la inmortalidad.

Consecuentemente, no estamos exactamente ante una peli de tema científico (aunque este parezca serlo teóricamente), sino más bien ante una cuestión moral, en la que la fricción entre las dos premisas en pugna está bien dada, adecuadamente matizada. Pero no es su único tema: Tinoco se sirve también de la trama para asestar varios zurriagazos a los científicos, aquí pintados todos, salvo la protagonista, como gente inmotivada, o mal pagada, o burocratizada, o incompetente, o desidiosa, o todo ello a la vez… un grupo humano con el que, si de verdad los extraterrestres quisieran ponerse en contacto con nosotros, nos tememos que no nos enteraríamos nunca…

Formalmente la película se caracteriza por el pie forzado de su único escenario, de un único espacio-tiempo, pero Tinoco sale airoso del voluntario envite, fundamentalmente por la historia, trufada de escenas en las que intermitentemente se produce una angustiosa contrarreloj para hacer algo que preserve el hallazgo en ciernes, pero también por los diversos intérpretes que, sin aparecer directamente en pantalla sino en videollamadas o audios (la hermana, el padre enfermo en el hospital, el compañero haragán, el becario friegaplatos, el resentido excompañero de universidad, el volcánico jefe levantado de la cama…), contribuyen, bien a poner de manifiesto el íntimo conflicto en el que se debate la protagonista, bien a confirmar que, con estos idiotas a los mandos de la ciencia, se podrían pasear los alienígenas por la calle Sierpes que no nos enteraríamos…

Tiene el film varios puntos de interés, al margen del conflicto central: la utilización de vídeos grabados por el padre desde el hospital, que irán marcando la evolución de la actitud de la protagonista ante su atroz dilema; la utilización de todo tipo de gadgets electrónicos e informáticos que permiten que Alex, aun sola en su sala del SETI, tenga interacción plena con el mundo exterior, en un inteligente uso de las nuevas tecnologías que contribuyen e impulsan poderosamente la narración; la utilización de interesantes recursos expresivos, como presentar visualmente el dilema de la protagonista, sumida en sus reflexiones, en un plano medio que irá girando en el sentido contrario a las agujas del reloj hasta colocarla boca abajo, metafóricamente como se encuentra ella en la realidad, en un callejón sin salida, en una encrucijada en la que, decida lo que decida, perderá, aunque su pérdida será distinta en cada caso.

Con sus insuficiencias (por ejemplo, los diálogos, manifiestamente mejorables), lo cierto es que La paradoja de Antares funciona razonablemente bien, con un grave tema tocado con sensibilidad y sutileza. El envite de rodar todo el film en un único escenario interior se puede afirmar que se aprueba con nota, no haciéndose pesada ni aburrida, manteniendo bien el interés, a pesar de que a veces los tecnicismos resulten un tanto farragosos y abstrusos… Película modesta pero resultona, no se nota apenas la escasez de presupuesto, cuando su propio director, experto en efectos visuales, ha declarado que apenas los ha usado por su excesivo coste.

Con una interesante e intrigante música de Arnau Bataller, habitual colaborador de Tinoco, quien se encarga él mismo de la dirección de fotografía, La paradoja de Antares descansa interpretativamente, de forma abrumadora, en la joven actriz leridana Andrea Trepat, que se entrega absolutamente a su papel, consiguiendo un resultado muy estimable. Del resto quizá destacar a Jaume de Sans, que hace de su padre, en un papel corto (y entrecortado, en tres vídeos supuestamente pregrabados y una última intervención “casi” ectoplásmica…), que el veterano actor figuerense dota de adecuado sentimiento y emoción.


(14-08-2023)


 


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97'

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La paradoja de Antares - by , Aug 14, 2023
3 / 5 stars
Inmortalidad o familia