Con una guerra detrás, con una contienda embrutecedora al fondo, Ingmar Bergman nos cuenta la historia de la frustración entre dos seres, en un hombre, en un artista. Su protagonista, cobarde y egoísta, esa persona que acaba embrutecida y sin posible redención, es la concreción más clara de lo que siempre ha habido de metafísico en el cine del autor sueco. Es su trasfondo tradicional, que viene desde Noche de circo o El rostro, o aparecía también en Como en un espejo. Pero lo admirable de este otro Bergman más actual es su sencillez de realización, es la mezcla llena de maestría de admirables escenas cargadas de serenidad con otras donde la agresividad toma cartas y se impone. Secuencias largas, de conversaciones en un solo plano, con la cámara estática y la espléndida fotografía, revelan a un autor magistral, tremendamente sencillo y profundo a un tiempo.
Parece como si el autor no confiara en ninguno de sus personajes, pero los quiere a pesar de todo, a pesar de lo bajo que puedan caer. La misma guerra se presenta como inevitable, omnipresente, incluso en esta isla (porque de nuevo pone Bergman su escena en una isla), donde los contendientes son sólo “enemigos” para todos, donde los amigos (el pescador) pueden ser una amenaza, donde los que ayudan (como Jacobi) se lo cobran, o donde el propio compañero de vida (Jan) puede llegar a ser una odiosa piltrafa, cruel y falto de humanidad.
Siempre quedarán en La vergüenza las imágenes terribles de la secuencia final, en un mar inmenso, en una calma sombría e ilógica. Siempre quedarán esos cielos grises y nórdicos, esos caminos llenos de barro, esos soldados oscuros, esos ojos de Liv Ullman, esos interiores de luz lechosa, esa calma rota, esa comida inolvidable donde se habla de un hijo que vendrá “cuando el mundo se tranquilice” y que no podrá llegar, ese mundo único y tremendamente personal de Ingmar Bergman, un autor que siempre es profundo, aunque no hable de Dios.
Ante La vergüenza, ante el Bergman de los años de madurez, sentimos que estamos participando en la cosmovisión de un hombre que se sabe expresar con la autenticidad de los grandes maestros.
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