Las viudas de los jueves

Marcelo Piñeyro, director argentino de Plata quemada (2000) o Kamchatka (2002), nos llega ahora con su última película, Las viudas de los jueves, en la que adapta la novela de Claudia Piñeiro, con la que nada tiene que ver a pesar de la semejanza de sus apellidos. Cuenta la historia de cuatro parejas acomodadas que habitan en Altos de la Cañada, una zona residencial de Buenos Aires, de las relaciones entre ellas, sus hijos y sus problemas, durante el tiempo de la crisis del “corralito” argentino. Allí viven aparentemente en paz hasta que la tranquilidad se ve alterada por la aparición de tres cadáveres flotando en una de las piscinas. Surgen entonces los conflictos personales nunca confesados que existen entre ellos.

A las cuatro esposas las llaman así porque es el día en el que se reúnen en un restaurante para cenar mientras sus maridos juegan al póquer. El argumento plantea un drama en el que se hace un análisis de las convenciones sociales de las clases altas que disfrutan de una vida próxima a la perfección, al menos en apariencia, que tienen como meta triunfar a cualquier precio. El guión creemos que comete el error de comenzar con los cadáveres flotando en la pileta, como le llaman allí, sin dar explicación al final de lo sucedido, ni el porqué, y siendo poco claro al comienzo hasta que el espectador va emparejando a las esposas con los maridos y haciéndose con el problema que tiene cada uno: la inmoralidad del negocio de Tano; la falta de liquidez de Martín porque le han echado de la empresa y no se lo ha contado a su pareja por timidez, falta de valor o para seguir con las apariencias; el hecho de vivir Ronnie a costa de su esposa; o la mala relación y el maltrato a su mujer de Gustavo. Otro de los inconvenientes es que no están diferenciados los “flash-backs” que reflejan el pasado y la actualidad, lo que despista al espectador.

Ellos creen que la prosperidad dura siempre y que da la felicidad, pero cuando hace su presencia la crisis, quieren huir, evadir sus capitales y no saben que lo peor está por llegar y ante ello tienen miedo. El film nos presenta una cara desconocida de la alta burguesía argentina ante la radiografía de una nación que se derrumba junto a los problemas de las relaciones humanas, en esta especie de microcosmo social, de falso paraíso, en donde lo que cuenta es el dinero, el capitalismo salvaje, la hipocresía, las apariencias, la vanidad de unos seres que se ven reflejados en los espejos del bienestar, rodeados de la miseria del mundo exterior que ignoran, y que cuando quieran darse cuenta pueden estar inmersos en ella.

La realización se recrea en las relaciones de forma insustancial sin que el público se identifique con ninguno de los personajes, a pesar de estar encarnados por un grupo de buenos actores, como suele ser habitual en la cinematografía argentina, siendo ellos más conocidos aquí que las actrices. Esperábamos más de este trabajo del buen realizador argentino.