Los búfalos de Durham

Ron Shelton es el típico caso del guionista de cierto éxito que, pasado a la dirección, no termina de cuajar como cineasta de éxito. Shelton (Whittier, California, 1945) llamó la atención en la década de los ochenta con el guion de Bajo el fuego (1983), interesante thriller de Roger Spottiswoode ambientado en la Nicaragua de Somoza, un film con protagonismo del periodismo de guerra con un notable reparto masculino: Nick Nolte, Ed Harris, Gene Hackman, más Joanna Cassidy, que tampoco era manca. Tras otro guion para Spottiswoode, La mejor jugada (1986), ya no tan interesante, Shelton saltó a la dirección con esta Los búfalos de Durham, por la que el neófito director conseguiría una nominación al Oscar al Mejor Guion Original.

Su carrera posterior como director y guionista no ha vuelto a interesar mayormente, sucediéndose los productos más bien mediocres y poco distinguidos, moviéndose generalmente en ambientes relacionados con el deporte: el baloncesto en Los blancos no la saben meter (1992), el golf en Tin Cup (1996), el boxeo en Jugando a tope (1999), con nuestro Antonio Banderas. También ha trabajado para la estrella de turno, como ocurrió en Hollywood: Departamento de homicidios (2003), para el lucimiento de Harrison Ford, aunque su fiasco en taquilla (cuando en aquella época Ford era garantía de éxito) le llevó al ostracismo durante un tiempo y opacó, quizá ya definitivamente, su carrera.

En Los búfalos de Durham un Kevin Costner ya convertido en estrella tras Los intocables de Elliot Ness, de Brian de Palma, aborda el papel de un jugador de béisbol en el declive de su carrera, que encontrará  a dos personajes a cual más curioso: uno, un chico de grandes habilidades en el deporte pero más bruto que un arado, y el otro, una periodista madurita más bien calentorra. Este triángulo peligroso hará saltar chispas...

Comedia agradable e inteligente, se resiente de cierta impersonalidad en la realización, achacable al entonces novato director. Pero tiene buenos diálogos, se le da una zurra en clave de humor a la mitología del béisbol (ese deporte que para los yanquis es casi una segunda religión, tras la primera, que es el “americanismo”) y el elenco está  entonado: además de Costner, que pone su palmito pero también su carisma, aparece Susan Sarandon, que ya tenía tras de sí un bagaje interesante como actriz (había estado ya, con papeles relevantes, en films como Primera plana, de Wilder, El carnaval de las águilas, con Redford, y La pequeña y Atlantic City, ambas de Louis Malle) y un jovencito Tim Robbins; ambos, Sarandon y Robbins, se emparejarían a raíz de esta película, en una relación que duraría más de dos decenios.

(24-11-2019)