Era de esperar: después de años aportando ideas de comedia para que otros se lucieran, Richard Curtis, guionista de series televisivas de culto como Spitting Image (los geniales guiñoles británicos, antecedentes de sus también estupendos epígonos españoles de Canal +) y Mr Bean (aunque a mí, la verdad, siempre me resultó estomagante el personaje que interpreta Rowan Atkinson), y de grandes éxitos de taquilla del cine británico reciente, como Cuatro bodas y un funeral, Notting Hill y El diario de Bridget Jones, ha dado el salto a la dirección.
El resultado es este Love actually, comedia coral con diez historias que más o menos se entremezclan, todas alrededor, lógicamente, del amor en este principio del siglo XXI, generalmente tomadas con humor. Como suele ocurrir en estos casos, hay historias mejores que otras, como la del rockero cincuentón (que enteramente parece estar inspirado en Lou Reed), un iconoclasta de vuelta de todo, con continuas salidas de tono políticamente incorrectas, que descubre finalmente que su único amor, en este caso no sexual, es el manager que le ha aguantado toda su vida; o el de la pareja de dobles de cuerpo de una película cuasi porno, cuya relación amorosa cristalizará a través de unos diálogos casi de ursulinas, cuando su profesión les lleva a simular entre ellos escenas de alto voltaje erótico.
Pero hay otras bastante deficientes, como la del escritor cornudo que se enamora de la chica de la limpieza, portuguesa para más señas, con lo que no se entienden en absoluto, tal vez una involuntaria metáfora sobre la incomunicación. Peor es la historieta (no cabe calificarla de otra forma) en la que Hugh Grant interpreta al primer ministro británico, con lo que la verosimilitud brilla por su ausencia: antes sería Benny Hill (si viviera aún) el inquilino del número 10 de Downing Street que el balbuciente protagonista de Notting Hill. Con esa falta de credibilidad, el que además se enfrente con todas sus consecuencias al propio presidente de Estados Unidos (un Billy Bob Thornton cuya caracterización, cielos, lo asemeja bastante a George W. Bush...) no se le ocurre ni al que asó la manteca. Así las cosas, Curtis hace un trabajo aseado en la realización, si bien está claro que le falta todavía dotar a su cine del ritmo adecuado y pulir aspectos de cierto desaliño formal.
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