El caso de Clint Eastwood, con respecto a su consideración de la crítica, es digno de estudio (no sé si psiquiatríco…). Allá en los años setenta, tal vez por su protagonismo en filmes como Harry, el sucio (por lo demás cinematográficamente irreprochables: era Don Siegel, nada menos, quien estaba tras la cámara), la muy ideologizada crítica de la época (estamos hablando de la generación que acababa de vivir el Mayo Francés, la del Cahiers prochino de los seventies, la de la efervescente Transición Española, la de la Revolución de los Claveles en Portugal…) lo tildó poco menos que como el heredero natural de Hitler y Mussolini juntos, si es que ambos hubieran podido tener coyunda y prole (lo primero parece posible, lo segundo más bien no…).
Así que Clint Eastwood era el arquetipo del facha irredento, al que por supuesto (miopías de la ideología sectaria, sea ésta cual sea) se le negaba el pan y la sal. Por eso, cuando empezó a dirigir películas, con filmes como Escalofrío en la noche, un inclasificable, extraño thriller de acoso de una fan (adelantándose curiosamente a casos como los de Lennon y Jodie Foster, de tan lamentables consecuencias), o Primavera en Otoño, con un viejo William Holden que vive una historia romántica con una jovencita, la crítica quedó descolocada, aunque en ningún caso le reconoció mérito alguno. Tendría que llegar, a mediados de los ochenta, El jinete pálido, para que se le empezara a considerar como un cineasta con personalidad propia y cosas que decir.
Pero, como ocurre tantas veces en este género humano en el que no tenemos más remedio al que acogernos, lo que antes era fascismo a ultranza, nulas ideas e incapacidad para el cine, a partir de ese título se convirtió progresivamente en loas sin recato, alabanzas hacia cualquier cosa que hiciera Eastwood detrás de una cámara. Es cierto que hizo, y sigue haciendo, algunas de las mejores películas del último cuarto de siglo (estoy pensando en obras maestras como Sin perdón, Los puentes de Madison, Un mundo perfecto o Million Dollar Baby), pero también productos bastante inferiores.
Es el caso de este Más allá de la vida, al que la misma ditirámbica crítica que hace treinta años lo motejaba de peligroso criminal próximo a Hitler (a Stalin no, por favor: siempre ha habido clases…), ahora resulta que tiene más valores humanos que Teresa de Calcuta y Gandhi juntos… Venga, hombre, a otro perro con ese hueso. La nueva película de Eastwood, es cierto, tiene el mérito de hablar de un tema (la vida tras la muerte) que no es precisamente el asunto que más interesa al personal hodierno, embarcado en una espiral de hedonismo y carpe diem. Pero, por lo demás, esta vez Eastwood no ha contado con un buen guion, aunque sea de Peter Morgan, autor de los libretos de las interesantes The Queen (La Reina) y El desafío. Frost contra Nixon. Y es que el guion se dispersa entre las varias historias contadas, sin terminar de redondear ninguna de ellas. Los personajes no tienen entidad en sí mismos, y sólo algunos secundarios (cfr. Bryce Dallas Howard, como casi siempre turbadora) consiguen tener un peso específico semejante al de una persona de carne y hueso.
Es cierto que la realización es perfecta: Eastwood, a estas alturas, domina todos los resortes del cine. Pero también a estas alturas hay que pedir más, mucho más. Es verdad que las escenas iniciales, que recrean el tsunami que asoló las costas del Índico en 2004, son impactantes, extraordinariamente rodadas, con una sensación de verosimilitud que acongoja el espíritu más templado. Pero también que no hay este filme el excepcional aliento cinematográfico de sus mentadas obras maestras, ni tampoco el de esa larga lista de películas en las que el cineasta californiano rozó la perfección: Bird, Cazador blanco, corazón negro, Mystic River…
Dicen que la verdad es la verdad, la diga Agamenón o su porquero. Permitan que tome para mí el modesto papel del porquero de Agamenón, para afirmar que esta nueva película de Eastwood dista mucho de la excelsa consideración que los miopes, o los papanatas, o los cantamañanas, han querido ver.
Más allá de la vida -
by Enrique Colmena,
Feb 19, 2011
2 /
5 stars
El porquero de Agamenón
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