Pelicula:

Sam Mendes (Reading, Inglaterra, 1965) era ya un prestigioso director de escena cuando debutó en el cine como director con American Beauty (1999), que ganó 5 Oscar y reveló internacionalmente su notable talento artístico. Su segundo film, Camino a la perdición (2002), supuso una extraordinaria actualización del cine negro; a partir de ahí las cosas ya no fueron tan bien, con mediocridades como Jarhead. El infierno espera (2005) y algún acierto aislado como Revolutionary Road (2008), la adaptación de la célebre novela de Richard Yates. Cuando Mendes aceptó el reto de dirigir dos James Bond, Skyfall (2012) y Spectre (2015), confirmó que incluso la elemental serie de espías del agente 007 era susceptible de adensarse con temáticas mucho más complejas: hablar de Shakespeare y de graves temas bíblicos como Caín y Abel, no sería ocioso en esos por lo demás impresionantes vehículos de acción.

Tras el díptico bondiano, había expectación por ver cuál iba a ser la “rentrée” de Mendes: y ciertamente lo hace por la puerta grande, con este técnicamente deslumbrante ejercicio que es 1917, ambientado en la Primera Guerra Mundial (cuando ese conflicto era conocido simplemente como Gran Guerra, antes de que Hitler y su recua de felones le endosara un ominoso ordinal). La historia nos cuenta una imaginaria peripecia acontecida durante dos días en Francia, en el año del título, donde luchan por una parte los británicos y por otra los alemanes. En el ejército inglés se enteran de que los germanos se han retirado quince kilómetros desde su línea del frente para preparar una emboscada, lo que el Alto Mando inglés intenta evitar enviando a dos cabos a avisar a la primera línea británica que, sin líneas telefónicas (cortadas por los tedescos en su retirada estratégica), desconoce la trampa. Además, uno de los cabos, Blake, tiene a un hermano, con graduación de teniente, en esa primera línea, por lo que este tiene una especial motivación. Los dos militares habrán de atravesar varios kilómetros por zona incierta, donde puede haber enemigos, hasta llegar a la altura del regimiento que, desprevenido, se apresta a meterse en la boca del lobo...

1917, como decimos, está concebido como un fastuoso alarde técnico: está rodado supuestamente en un único plano, de tal forma que no hay ningún corte entre el primer fotograma y el último... supuestamente, volvemos a decir, puesto que evidentemente sí que hay cortes, aprovechando todo tipo de recursos: entradas de los personajes en estancias oscuras, muros y árboles tras los que pasan los protagonistas, etcétera. Ese enorme despliegue técnico que supone mantener la ficción de una continuidad irreal juega en principio en contra de la trama, sobre todo durante la primera media hora, casi totalmente monopolizada por la imagen de los dos cabos en sus primeros kilómetros de arriesgada incursión en las líneas enemigas. Esa única situación, solo con los dos militares de tropa, y con un único escenario, los desolados campos del frente, supone un cierto hándicap en la atención del espectador sobre la historia que se nos cuenta. Menos mal que, a partir de esa media hora de metraje, la trama se enriquece con otros personajes, desde enemigos a compañeros de armas, pero también con algunos civiles; también el escenario se torna más variado, con zonas fluviales, dantescos pueblos devastados por la conflagración, casonas en medio del campo, supuestamente deshabitadas, que quizá no lo estén tanto.

Así, 1917 resulta ser un ambicioso film bélico que pivota sobre dos ejes: uno, el estrictamente cinematográfico, al contar su historia en un teóricamente único plano-secuencia de casi dos horas de duración, con las dificultades técnicas que ello conlleva, un auténtico “tour de force”; y dos, el tema humanista y antibelicista, con dos chicos veinteañeros compelidos a actuar, contra su voluntad, como héroes, para rescatar de una carnicería atroz a 1600 soldados de su patria.

Descarnado en sus imágenes, como parece que inevitablemente ha de ser el cine de este siglo XXI, 1917 supone una valiosa, vibrante aportación al cine de temática bélica, con algunas imágenes inolvidables, como la del avión alemán alcanzado por sus enemigos en el aire, dirigiéndose inexorable hacia los protagonistas, o la del subterráneo en las trincheras alemanas con las ratas haciendo de saltimbanquis para conseguir las bolsas de comida colgadas.

Inicialmente lastrada entonces por su empeño técnico, 1917 sin embargo funciona autónomamente en cuanto al mensaje que quiere transmitir, el del desprendimiento y la generosidad del ser humano, la capacidad de nuestro género para la heroicidad anónima, incluso cuando no median motivaciones personales.

Película más de técnicos que de actores, de todas formas es de reseñar el gran esfuerzo de sus jóvenes protagonistas, Dean-Charles Chapman, al que los fans de Juego de tronos recordarán en su papel del niño-rey Tommen, y, sobre todo, George MacKay, que hasta ahora había hecho más bien papeles secundarios. Con pequeños pero significativos roles aparece buena parte de la flor y nata de la interpretación británica madura: Colin Firth, Mark Strong, Benedict Cumberbatch... e incluso Richard Madden, bastante más joven, quizá otro guiño a Juego de Tronos, nada menos que el (efímero...) Rey en el Norte Rob Stark en la saga creada por George R.R. Martin. En el apartado técnico habría que destacar la espléndida fotografía de Roger Deakins, convertido hace ya tiempo en uno de los grandes en su exquisito oficio, y la hermosa pero preñada de malos presagios música del maestro Thomas Newman, otro de los grandes en lo suyo.

(11-01-2020)


Dirigida por

Género

Duración

119'

Año de producción

Trailer

1917 - by , Dec 27, 2020
3 / 5 stars
Salvar al teniente Blake