Esta película se pudo ver en la Sección Oficial del Sevilla Festival de Cine Europeo 2010 (SEFF’10).
Hay prestigios dudosos; el de Bernard Rose es uno de ellos; en algunos foros se nos ha querido presentar Mr. Nice como una novedad, como una fresca mirada al cine, incluso como una aportación al lenguaje cinematográfico. Pero en realidad Rose no es precisamente un Orson Welles (y perdón por la forma de señalar); basta echar un vistazo a sus antecedentes, con filmes tan amorfos como Amor inmortal o tan truculentos como Candyman: el dominio de la mente. Con esas cartas de presentación, tenía que ocurrir un milagro para que Mr. Nice fuera, como se viene pregonando, lo más “cool” del universo cinéfilo británico hodierno.
Y no es que no tenga cualidades: toda la primera parte recuerda poderosamente, “aggiornandolo”, el festivo cine británico de los años sesenta, el Richard Lester de ¡Qué noche la de aquel día! o El knack… y cómo conseguirlo, con una vitriólica mirada sobre la apolillada universidad de Oxford y sobre la estirada sociedad de la época, todavía en buena parte victoriana. Pero a partir de ahí, consumida esa primera y magra parte, enseguida pasamos al verdadero meollo del film, la extraña glorificación del personaje central, verídico como la vida misma, cuya fama se cimentó en la más que dudosa virtud de convertirse en uno de los mayores narcotraficantes del Reino Unido y de Estados Unidos.
Ya sabíamos que los norteamericanos son dados a la apología de algunos de sus más deleznables hijos, como ya ocurriera en Bugsy o Blow. Lo que no sabíamos es que a los británicos se les había perdido el mismo tornillo, y dieran también un tratamiento enaltecedor a este camello de mala muerte que sucesivamente fue profesor, espía (qué vista la del MI6…) y, lógicamente, presidiario.
El tono del film en todo momento es de identificación con este hijo de mala madre; tengo escrito en repetidas ocasiones que el cine no tiene por qué ser un educador, pero tampoco enaltecer conductas que, como la de este hampón, es cualquier cosa menos edificante. ¿Qué pensaríamos si se hiciera en España un film sobre, por ejemplo, Juan Antonio Roca, el cerebro de la trama de corrupción del Ayuntamiento de Marbella, que ha defraudado cientos de millones de euros al ciudadano, y que el tratamiento que se le diera fuera elogioso? Nos parecería inadmisible. Pues eso, en términos generales, es lo que plantea Mr. Nice. Así que tenemos un envoltorio correcto, cinematográficamente bien plasmado, pero una sustancia que huele a cloaca que tira de espaldas.
Meritorio el trabajo de Rhys Ifans, entre otras cosas porque, como los porros que se fuma su personaje sean auténticos, ha debido interpretar con un “colocón” considerable…
(07-11-2010)
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