Oklahoma

Fred Zinnemann fue un cineasta austríaco que, como otros muchos del área germanófona, emigró a Estados Unidos en los años treinta cuando las cosas se pusieron mal en sus países con el ascenso de Adolf Hitler al poder en Alemania. Se adaptó pronto a su nuevo país, convirtiéndose en un reputado profesional bien conceptuado por la industria, si bien es cierto que nunca fue uno de los favoritos de la crítica, a pesar de que cuenta en su filmografía con algunos títulos ciertamente relevantes, como el drama de corte militar De aquí a la eternidad (1953) y el western Solo ante el peligro (1952), ambos hoy día clásicos incontestables del mejor cine de Hollywood, muestras de una clase incuestionable, aunque como autor a Zinnemann se le siga negando el pan y la sal.

Claro que películas como esta Oklahoma quizá abone la especie de que el cineasta de origen austríaco no era un todoterreno, pues esta adaptación al cine del musical homónimo de Richard Rodgers y Oscar Hammerstein demuestra a las claras que este realizador carecía del pulso necesario para llevar a cabo con solvencia una muestra de este género, el musical, que requiere buen sentido del espectáculo y brillante capacidad coreográfica.

Lejos de ello, el resultado fue un endiabladamente largo mamotreto, lejanamente inspirado en algunos personajes de la comedia shakespeariana Mucho ruido y pocas nueces, y que, sorprendentemente, obtuvo dos Oscar, aunque fueran “de pedrea”, concretamente a la Mejor Música y el Mejor Sonido. En el reparto destacan la gran Gloria Grahame (que ciertamente brillaba más en el cine negro) y el siempre interesante Rod Steiger, aunque este aún en un papel secundario.