La novela de Virgina Woolf Orlando tenía fama de ser difícilmente transferible al cine por su prolijidad, complejidad e inmenso temario. La directora Sally Potter, forjada en el crisol de la BBC, se ha atrevido con esta adaptación reputada como imposible, del mismo rango de un Bajo el volcán (que por fin pudo hacer John Huston) o El amor de Swan (la versión que Volker Schlöndorff hizo de uno de los libros de la proustiana En busca del tiempo perdido).
Pero el resultado en Potter ha dejado bastante que desear. Sin ser un filme deleznable, que ciertamente no lo es, había materia en el original woolfiano como para haber conseguido una película de mucho mayor calado.
Parece que Potter se ha dejado embelesar por la belleza iconográfica de las distintas etapas a lo largo de una vida de casi cuatrocientos años, la existencia de un hombre que en su largo viaje por la inmortalidad pasa sin solución de continuidad del sexo masculino al femenino, sin mediar en ello cirujano alguno, sino el simple (y en este caso malicioso) dedo del destino.
En efecto, hay un preciosismo que es ciertamente un recreo para la vista, un detallismo casi narcisista sobre todo en la primera parte, la que marca la etapa isabelina (por Isabel I, la Reina Virgen, aquí curiosamente interpretada por un popular travestido británico, Quentin Crisp) y sus inmediatos herederos, con algunos planos de sugestiva, impactante hermosura; recuérdese la bellísima estampa de los patinadores transportando al joven lord a través de una tundra helada.
Esta tendencia estetizante se mantendrá ya a lo largo de todo el filme, sobreponiéndose el continente al contenido. Así, la estructura temporal de la película, dividida en bloques que marcan una madurez existencial, pero también los grandes temas vitales (Muerte, Amor, Poesía, Política, Sexo, Nacimiento...), quedan en un segundo plano, supeditado todo al referente visual de una obra inmensamente bella, inmensamente vacía.
Se podía, se debía esperar mucho de un material proteico apenas bosquejado por la directora. Tal vez hubieran hecho falta entonces tres horas de película, en vez de unos escasos noventa minutos, pero se hubiera preferido a esta especie de "trailer" en el que se ha quedado el filme.
(18-08-2002)
93'