Pelicula:

Joseph H. Lewis es uno de esos cineastas norteamericanos en general poco conocidos, pero con una obra ciertamente interesante. Aunque dirigió cine y televisión desde 1937 hasta 1966, su época dorada se puede considerar el decenio entre la segunda mitad de los años cuarenta y la primera de los cincuenta, período en el que el cineasta se encontraba en plena madurez creativa y consiguió sus mejores películas: Relato criminal (1949), El demonio de las armas (1950), Agente especial (1955). Su cine daba lo mejor de sí dentro del género policíaco, específicamente en su apartado “film noir”, cine negro, pero también rodó otros géneros, como es el caso en este Paralelo 38.

La historia se ambienta en Corea, en el transcurso de la Guerra que asoló ese país entre 1950 y 1953, con las dos partes del país (separados por el paralelo 38, de ahí el título del film en español) enfrentadas en una sangrienta confrontación, siendo apoyada la del Norte por la URSS y la República Popular China, y la del Sur por Estados Unidos y sus aliados occidentales. En ese contexto, conocemos al capitán Hansen, un oficial de telecomunicaciones de la Primera División de Infantería de Marina (los populares “marines”) que es destinado al frente, aunque no tiene experiencia en comandar tropas; su superior, el coronel Corbett, tiene dudas sobre su capacidad para arriesgarse, dado que el capitán tiene mujer e hijos. Tras un intensísimo adiestramiento, los marines son enviados a Corea, entrando enseguida en el conflicto armado...

Se ha dicho de Joseph H. Lewis que en él predominaba el estilo sobre el contenido: vale decir que sus películas eran mucho mejores en cuanto a su puesta en escena que en cuanto a las historias que se nos narran. En este caso se puede decir otro tanto, pues Paralelo 38 presenta una elegante realización, imaginativa, con gran profusión en el uso de fundidos y encadenados, una brillante utilización de la profundidad de campo como otro elemento más, narrativo y dramático, y una vibrante planificación de las batallas.

Pero es que, además, en este caso Lewis, que no era precisamente un patriotero, encargado de hacer un film sobre un conflicto bélico que, cuando se rodaba la película, en 1952, aún continuaba (este no terminó hasta 1953), optó con buen criterio por llevar el tema a su terreno y contarnos en su primera parte una historia casi en clave costumbrista, con los marines en los entrenamientos preparándose para el infierno coreano, pero también con detalles humanistas que permiten ver a los soldados como gente normal metida en un fregado extraordinario, para el que nadie está preparado. Inevitablemente, Lewis tuvo que incluir algunos toques militaristas, como el del soldado (interpretado por un jovencísimo Russ Tamblyn, años antes de estar en Siete novias para siete hermanos y West Side Story) que forma parte de una saga de gloriosos marines, está deseoso de entrar en batalla y, cuando llega el momento, a la manera de Lord Jim, se acobarda, aunque, también como el héroe conradiano, tendrá ocasión de redimirse.

La segunda parte del film ya se ajusta más a lo que se espera de una película de estas características, cuyo fin último, parece evidente, era animar a la retaguardia civil yanqui y relatar las bellas gestas de sus soldados, etcétera. Aun así, es curioso que no hay ese altisonante tono patriotero tan típico del cine bélico norteamericano de la época (bueno, y de la presente también: en eso no han mejorado...), e incluso apenas hay alusiones ideológicas sobre los enemigos, que son chinos o coreanos, pero no son llamados comunistas. Hay, entonces, una mirada humanista sobre la guerra, una visión sutilmente distinta de la guerra, no la belicosa al uso.

El tema del film, en puridad, al margen de las servidumbres patrióticas habituales, aquí muy tamizadas, como queda dicho, sería la necesidad de vencer el miedo, pero de una forma realista, no como inalcanzables héroes que actúan como si no fueran de carne, sangre y hueso.

Con buen ritmo narrativo, en un precioso blanco y negro que tan bien conviene al género y al tono del film, Paralelo 38 incluye imágenes documentales reales de combate auténtico de la guerra de Corea, una de las más sangrientas que hayan tenido lugar (y las ha habido tela de sangrientas...) sobre la faz de la Tierra. Esas imágenes documentales ayudan a (re)construir la historia del cuerpo de marines en la castigada tierra del sureste asiático, en la que los militares hubieron de luchar no solo contra los coreanos y sus aliados los chinos, sino también contra la falta de suministros (en especial municiones) y contra un frío gélido, para el que no estaban adecuadamente pertrechados, consiguiendo Lewis transmitir muy atinadamente la sensación de angustia de los norteamericanos, cercados por todas partes.

El final lo resuelve Lewis de un plumazo, con una secuencia que dura poco más de un minuto, en la que supuestamente ocurre todo lo que pasaría en cualquier film bélico al uso, con el regreso de las tropas por el mismo camino por el que habían llegado, hecho por el director a base de una serie de cortos fundidos y encadenados, una música rimbombante y patriotera y poco más: lo que en otra película habría cubierto veinte minutos o media hora, aquí el cineasta lo despacha en poco más de sesenta segundos... y es que claramente esa era la parte que menos le interesaba, la de la propaganda militar y política, la del letrerito con el que termina el film, “Retirarse nunca”.

(24-09-2020)


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95'

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Paralelo 38 - by , Sep 24, 2020
3 / 5 stars
Una mirada humanista sobre la guerra