Michael Radford es un caso bastante atípico en el cine moderno: sus películas llaman la atención por ser peculiares, buscando el cambio de tono, de tema, de estilo, siempre eclécticas. Su cine no entronca con ningún género ni estilo, sino que parece ir buscando siempre historias nuevas, narradas cada una a su manera. En ese sentido se puede decir que es un cineasta personal, si bien es cierto que esa personalidad, con alguna frecuencia, resulta un tanto inane. Debutó en el cine con un drama romántico de irisaciones adúlteras, Otro tiempo, otro lugar (1983), que pasó más bien desapercibido, pero sí concitó mucha expectación con la adaptación del clásico de George Orwell 1984 (1984), rodada efectivamente en el mismo año en el que el escritor británico ambientaba su novela distópica, escrita en 1948.
Otros títulos posteriores de Radford confirmaron su intención de llamar la atención hacia un cine versátil, poliédrico, con films tan distintos como el drama romántico El cartero (y Pablo Neruda) (1994), sobre la novela de Antonio Skarmeta, con un Massimo Troisi que rodó la película casi agonizante, o una vistosa, teatralizante versión al cine del drama shakespeareano El mercader de Venecia (2004), que le permitió a Dustin Hoffman desplegar sus dotes de actor dramático. En los últimos tiempos la estrella de Radford parece languidecer, con proyectos que resultaron sumamente conflictivos, como el rodaje en España de La mula (2013), que finalmente figuró dirigida por Anónimo.
Pasiones en Kenia pertenece a la primera época de su filmografía. En concreto fue su tercer largometraje de ficción, rodado tras el orwelliano 1984. Radford, que aunque de nacionalidad británica nació en la India, siempre tuvo una cierta predilección por las historias con ambientes exóticos: es el caso; la cinta está filmada en pleno corazón de África, y en ella se nos narra la historia bastante frecuente de un matrimonio formado por una joven y un anciano, ambos recién llegados al continente negro, donde ella perderá la cabeza por el más apuesto ejemplar de la aristocracia británica. Ese triángulo amoroso se resolverá de forma trágica, con el correspondiente proceso judicial.
Filme irregular, funciona mejor en su trama propiamente policíaca que en la seducción y apasionado romance entre la joven pánfila y el cacique del lugar. Excelente reparto: aparte de Greta Scacchi y Charles Dance, pareja de cierta química, destaca sobre todos el gran Joss Ackland, una gloria de la escena británica, pero también secundarios de lujo como John Hurt y Geraldine Chaplin, además del histórico Trevor Howard y la siempre interesante Sarah Miles, recordable en La hija de Ryan, la penúltima película de David Lean. Los hermosos paisajes africanos están filmados con delectación por Roger Deakins, operador habitual de cineastas exquisitos como los hermanos Coen, Sam Mendes y Denis Villeneuve. De la música se encargó George Fenton, compositor habitual de las películas de Ken Loach.
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