Pelicula:

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Aunque en puridad no se puede decir que esta Rocketman sea consecuencia del reciente éxito de Bohemian Rhapsody (2018) (los procesos de producción de las películas actualmente pueden alcanzar años, desde el inicio del proyecto a su plasmación en un film), lo cierto es que no le ha venido nada mal que la obra de Bryan Singer sobre la vida de Freddie Mercury haya sido un bombazo comercial (más de 900 millones de dólares de recaudación en todo el mundo, una auténtica barbaridad para un musical).

La película se inicia con la llegada de Elton John a un centro de desintoxicación, a una reunión del tipo “Alcohólicos Anónimos”, vestido estrafalariamente (bueno, eso es una perogrullada hablando de Elton, el campeón de los atuendos mamarrachos...), donde irá contando, o recordando, o imaginando su vida hasta entonces, desde que era un niño de 8 ó 9 años, criado en un hogar disfuncional con una madre estúpidamente egoísta, un padre lejano y envarado, y solo una abuela que le demostraba cariño. A partir de ahí, asistiremos a su progresivo ascenso, a su conocimiento de Bernie Taupin, socio que le escribirá las letras de sus canciones desde su juventud, a John Reid, que fue su amante y su mánager (por ese orden, autoexcluyéndose ambas funciones), y, sobre todo, al propio Elton John (Reginald “Reggie” Dwight es su nombre real, desde luego poco apropiado para una estrella de la canción), con sus traumas infantiles, todos derivados de la absoluta falta de cariño que demostraron permanentemente sus padres hacia él.

Rocketman es un biopic de Elton John; un biopic “autorizado”, habrá que decir pronto, pues no solo la estrella figura como productor ejecutivo, sino que su marido, David Furnish, es uno de los productores del film, con lo que a buen seguro se han asegurado de que lo que se cuenta sea “exactamente” lo que ellos han querido que se cuente. Dicho lo cual, no se puede decir que la película haga un retrato benévolo de la estrella del rock: su semblanza incide en su progresiva adicción a todo tipo de drogas, a su carácter inestable, a su falta de personalidad que, sin embargo, cuando estaba en el escenario se volvía arrolladora, quizá como forma de romper aparatosamente con su timidez congénita.

Pero el conjunto no termina de funcionar: los problemas de Elton con sus padres, con su mánager, con su letrista, con su incipiente novia, con su productor discográfico, con las drogas, con el sexo, con su salida del armario... tienen sus altos y sus bajos, su mayor y menor interés, convirtiendo el film en una obra irregular, con un endeble ritmo narrativo que perjudica el interés de la película. Mejores son, a nuestro criterio, los números musicales, dotados, o así nos parece, de la contagiosa locura de la música de Elton, esa locura que enaltece la alegría de vivir como se quiera, de vestir como se quiera, de amar a quien se quiera. Bien coreografiados y con una restallante puesta en escena, que huye del acartonamiento pero no de la espectacularidad, los números bailables, todos de corte fantasioso, son de lo mejor de la película, en una historia ciertamente atractiva pero que no termina de cuajar en lo que los primeros minutos promete.

Dexter Fletcher, actor inglés de juventud efébica (estuvo en el Caravaggio de Derek Jarman, para entendernos), con la madurez se ha pasado a la dirección, consiguiendo en esa faceta algunos títulos estimables, como Amanece en Edimburgo (2013), por cierto otro musical, aunque este más conseguido, pero también ha errado el tiro, como le pasó con Eddie el Águila (2015). Aquí tampoco está demasiado fino, aparentemente demasiado ocupado en que los números musicales sean creativos y estén a la altura de la figura biografiada, dejando de lado la parte mollar de la historia, el drama de un hombre que nunca fue abrazado por sus padres, que nunca fue querido por ellos, que buscó en los hombres a los que amó aquella inmanente falta de cariño de unos progenitores que eran en puridad unos extraños, y cuyo único punto de contacto vital con el pequeño Reggie no fue otro que haberlo engendrado, y punto.

Ese metafórico viaje de Reggie Dwight, del que sería el mito Elton John, hacia el amor, ejemplificado en ese Camino de Baldosas Amarillas de la no menos legendaria El mago de Oz (1939), tema que el cantante londinense recreó en su canción (con letra de Taupin, lógicamente) Goodbye Yellow Brick Road, será entonces el meollo del film, la búsqueda de la felicidad, que pasa por la búsqueda de sí mismo, que Elton acometerá una vez que consiga desembarazarse de su adicción a todo: al alcohol, a todo tipo de drogas, al sexo.

Film irregular pero no exento de interés, Rocketman (título, a su vez, de otra de las famosas canciones de Elton) queda como un curioso biopic, autorizado pero a la vez nada autocomplaciente con su biografiado, a pesar de que su marido y él han estado a los mandos, que se deja ver con agrado en sus abundantes números musicales pero bastante menos en los dramáticos. No es, desde luego, error de su protagonista, Taron Egerton, entregado a su personaje, intentando transmitir la esencia de Elton John. Taron ya nos gustó en el afortunado díptico formado por Kingsman. Servicio Secreto (2014) y Kingsman. El Círculo de Oro (2017), ambas de Matthew Vaughn (que ya está rodando la tercera parte, por cierto, cuando se escriben estas líneas); nos parece un actor dúctil, maleable, que se maneja bien cantando y bailando. Del resto nos quedamos con Jamie Bell, el niño de Billy Elliot, que ha crecido muy bien (no como otros...) y se ha convertido en un actor fiable. Y, por supuesto, con Richard Madden, el Robb Stark de Juego de Tronos, aquí en un personaje diametralmente opuesto, odioso en su estrategia calculadora, en su ausencia de auténtica empatía. Sin embargo, a Bryce Dallas Howard, que es una notable actriz, aquí la vemos sobreactuada y poco natural.


(07-06-2019)


 


Rocketman - by , Apr 01, 2022
2 / 5 stars
Más allá del Camino de Baldosas Amarillas