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Es curiosa la disociación que ha existido entre público y crítica a cuenta de este film; así, los espectadores lo adoran: en la IMDb, la base de datos por excelencia del cine, como el aficionado sabe, tiene una calificación de 8,3, media de las votaciones de más de 160 mil personas, una auténtica barbaridad; en FilmAffinity, quizá la página de cine más importante en español, la calificación media también es muy alta, 7,6 (en esta web las puntuaciones siempre son llamativamente más bajas que en la IMDb), otorgada por más de 16.000 personas; en taquilla, cuando lleva en cartel casi dos meses, ha recaudado ya más de 660 millones de dólares, y se mantiene todavía impertérrito en el “top ten” en todos los países occidentales; teniendo en cuenta que tuvo un presupuesto de 50 millones de dólares, ha multiplicado ya por 13 (y sigue, y sigue, como el conejjito de Duracell...) su coste inicial. Sin embargo, la crítica le ha negado el pan y la sal: le han dicho de todo menos bonito.

Por mi parte, en este caso, tengo que estar del lado del público, porque me parece que mis colegas no han terminado de entender de qué iba el film: Bohemian Rhapsody es, más que la historia de Queen, un retrato en claroscuro de Freddie Mercury, su carismático líder, un hombre tocado por los dioses en cuanto a su extraordinaria creatividad, en cuanto a su rara capacidad para provocar pero también para hacer arte con la música, para innovar y refrescar los anquilosados esquemas de la música rock de los años setenta: sin Queen, y sobre todo sin Mercury, no se entendería la evolución rockera que se produjo desde aquellas décadas hasta nuestros días.

Y eso que el film ha tenido una gestación de lo más complicada y accidentada: fue inicialmente, allá por 2010, un proyecto en el que Sacha Baron Cohen era el actor previsto para encarnar a Freddie: afortunadamente no salió adelante, porque cuesta trabajo imaginar al ególatra intérprete de Borat o de Brüno en el papel del cantante de Queen; el segundo proyecto, hacia 2013, incluía a Ben Whishaw como protagonista y a Dexter Fletcher como director; lo cierto es que no vemos al blandito actor de El perfume en uno de los personajes más carismáticos de la música del último medio siglo; finalmente hacia 2016 se montó este proyecto que ahora se disfruta, que aún así tuvo también graves problemas cuando la productora despidió al director, Bryan Singer, por reiteradas ausencias del set, finalizando el rodaje el citado Fletcher, aunque no figura como tal en los créditos, sino solo como productor ejecutivo.

Que con todos esos conflictos el film tenga una unidad y una homogeneidad como las que tiene, es un prodigio. Porque, digámoslo ya, Bohemian Rhapsody, funciona perfectamente como la mezcla de biopic y musical que rememora la vibrante (también torturada) historia de Queen. La mixtura entre drama interior (ese Freddie incapaz de sobreponerse a su atormentada sexualidad, a la pérdida del amor de su pareja femenina, a la necesidad de cariño y respeto por parte de su rígido padre) y explosivas actuaciones musicales está dada por Singer (y Fletcher) con una inusual energía, con una rara capacidad para galvanizar al espectador por medios absolutamente lícitos y nada tramposos.

Así, Bohemian Rhapsody se constituye en un moderno, eficacísimo musical propio del siglo XXI (aunque centre su acción en el siglo XX, con tonos “vintage”), con espléndidas actuaciones en las que Rami Malek (aunque obviamente en “playback”) consigue lo que parecía imposible, eclipsar al memorable Mercury original y ser él, sin que echemos en falta al auténtico. Retrato nada complaciente de un hombre artísticamente de talla gigante, pero perdido en su paradójico laberinto de engreimiento y falta de autoestima, Bohemian Rhapsody llega directamente al corazón y a la mente de fans y no fans del fenómeno Queen y se constituye en un notable ejercicio de cine. Singer demuestra que está dotado, como hasta ahora había demostrado, no solo para thrillers esquinados (Sospechosos habituales, Verano de corrupción) y versiones al cine de torturados cómix (la mayor parte de la franquicia X-Men la ha dirigido él), sino que en el drama musical también se mueve con facilidad e imaginación. El hecho de que el protagonista sea tan potente como Mercury, y que, como casi todos los roles centrales de sus películas, sea, por distintas razones, alguien que se sabe diferente, habrá ayudado, sin duda.

El actor angelino Rami Malek, de origen egipcio (cristiano copto), hace toda una creación y, probablemente, será recordado como el mejor Freddie Mercury posible; el hecho de que físicamente sea más pequeño y menos corpulento apenas se aprecia, lo que es, por supuesto, todo un elogio; hasta ahora era conocido por ser el protagonista de la popular serie televisiva Mr. Robot. Del resto nos quedamos con algunas curiosidades: la aparición de un Aidan Gillen, famosísimo por su personaje de Meñique en Juego de tronos, o la de Joseph Mazzello, que saltó a la fama hace casi un cuarto de siglo como el nieto de Richard Attenborough en Parque Jurásico (y las pasaba canutas como tal...), o la del cómico Mike Myers, muy popular por la serie Austin Powers, aquí en un inusual rol dramático. Lucy Boynton tiene el único personaje femenino relevante del film, Mary, la pareja de Freddie, su único amor femenino, y lo cierto es que tiene un magnetismo que nos hace pensar que tiene un más que interesante porvenir en la interpretación.


(28-12-2018)


 


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134'

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Bohemian Rhapsody - by , Jun 18, 2020
3 / 5 stars
Freddie en su laberinto