Pelicula:

Parece haber una inexplicable convicción entre cierta gente que hace comedia en España, en cuanto a que para hacer reír al público hay que darle mucha acción alocada, mucho diálogo aturdidor y muchos tópicos. Con esos tres elementos, creen verdaderamente que el público se entregará y los hará millonarios. Pero generalmente, con esos elementos lo único que consiguen es darse la gran costalada en la taquilla que pretendían reventar. De hacer Cine con mayúsculas, por supuesto, ni hablamos; eso es otra cosa.

León es un taxista andaluz que vive en Madrid con su mujer, que está ya próxima a tener su primer bebé; la situación de la pareja, en lo económico, es tirando a angustiosa: el casero los quiere desahuciar por impago, el banco les exige que paguen la hipoteca en yenes que suscribieron sin saber qué era tal cosa, no tienen dinero nunca para llegar a final de mes... En esas estamos cuando recoge en el taxi a Diego, un argentino que acaba de salir de la cárcel, marrullero y tramposo, con la labia que se les atribuye a todos los porteños (esto debe ser como el tópico que dice que todos los andaluces son “grasiosos” y todos los catalanes tacaños...), quien le pide que lo lleve a Gibraltar, en cuya red de túneles, según la leyenda, hay un tesoro en forma de lingotes de oro desde la Segunda Guerra Mundial...

Alejo Flah es un director argentino afincado hace tiempo en España. Tiene todavía una carrera breve, compuesta de un par de cortos y un largometraje, Sexo fácil, películas tristes (2014), que pasó más bien sin pena ni gloria. Alejo procede del campo del guion, donde sí tiene una filmografía más extensa, aunque ciertamente, a la vista del que ha escrito (en colaboración con Fernando Navarro) para esta película, habrá que poner en cuarentena sus dotes para tal disciplina. Porque la historia, aparte de marciana, “cualidad” que ya se le presupone, es inane, con tres personajes desperdiciados, tres perdedores a los que, sin embargo, Flah y Navarro como guionistas, y el primero como director, no le saben sacar partido: el de León, un estereotipo del españolito atropellado por la crisis, enfadado permanentemente con el mundo, pero construido con cuatro tópicos mal enhebrados; el del argentino Diego, un pícaro que quiere (o no...) redimirse, y que está permanentemente inventándose personalidades e historias que, por supuesto, nadie se cree, y que se supone debe ser uno de los motores del humor del film; el de Sandra, la inminente casadera a su pesar, que quiere escapar de su pueblo, situado, literal y metafóricamente, en el culo del mundo, una pánfila de buen corazón capaz de creerse hasta las febles identidades del argentino.

Con esos escuálidos mimbres y la evanescente leyenda del oro de Gibraltar (más evanescente todavía que el de Moscú, aunque sin su componente ideológico y político), Flah arma una comedia desabrida (“saboría”, decimos en mi tierra, Andalucía), que apenas hace gracia, que es lo peor que le puede pasar a una comedia, carente de la levedad armoniosa que debe recorrer cualquier film de este género, esa ligereza no por ello carente de sustancia que debe sustentar (si nos permiten el cuasi pleonasmo) el cañamazo de cualquier film de estas características que se precie.

Todo es atropellado, todo está lleno de diálogos sin gracia y sin ingenio, todo es predecible “ad nauseam”. Si además los personajes están mal delineados y la puesta en escena es tirando a pedestre (a ratos incluso lamentable), el resultado, ciertamente, no podía ser bueno. Como será la cosa que las únicas escenas graciosas son las (pocas) que se centran en una pareja de “bobbies” gibraltareños, dos policías a lo Benny Hill con unos diálogos dichos en “espanglish”, o mejor en “andalglish”, que son lo mejor de la película, con un humor “nonsense”, absurdo y tronchante.

Para nuestro gusto, Dani Rovira sigue confirmándose como un monologuista metido a actor ocasional: cuando tiene un texto gracioso resulta ídem, pero si no es el caso (y aquí “no es el caso”...), está obtuso, recargado, chocante, pesado... el bonaerense Joaquín Furriel, al que recordamos con agrado por su personaje infinitamente idiota de Cien años de perdón (2016), hace lo que puede para intentar dar carne a su desarbolado personaje, ya mal escrito en el guion; peor aún lo tenía la sevillana (nacida en Suecia: los sevillanos, como los vascos, nacemos donde nos sale de los cojones...) Ingrid García Jonsson, que carece en puridad de personaje, a pesar de lo cual ella, que es muy buena, consigue que su rol tenga cierta entidad, dotándolo de una ternura que lo hace medianamente creíble.


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92'

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Taxi a Gibraltar - by , Mar 20, 2019
1 / 5 stars
Comedia desabrida (mejor: “saboría”)