La primera película que protagonizó (antes hizo algunos papelitos secundarios) la malagueña Amparo Muñoz fue esta Tocata y fuga de Lolita, una comedia plenamente inscrita en lo que entonces se denominaba la Tercera Vía del cine español, un sandunguero intento de hacer comedias de mayor consistencia que las habituales “landadas” de la época, pero también con mayor comercialidad que los productos elitistas de Saura, Erice o Camús. Esta Tercera Vía, como se sabe, acabó en vía muerta, casi como la pobre Amparo, que años después tuvo graves problemas de salud, como es sabido.
En la dirección debutaba Antonio Drove, uno de los talentos en la realización cinematográfica que España, madrastra más que madre, desaprovechó lamentablemente. Cuenta Drove, con su coguionista y productor José Luis Dibildos (creador, por cierto, del citado concepto de Tercera Vía), una historia generacional: un viudo madurito e interesante, empresario, aspirante a Procurador en Cortes (es decir, diputado durante el régimen de Franco), se encuentra con que su hija se ha ido a vivir con su novio. Cuando la busca, aparece la dueña de la casa, una chica de excelente buen ver, por quien el viudo azulón sentirá algo más que sentimientos paternales…
La película tuvo una considerable repercusión comercial, más que nada porque Amparo Muñoz, entonces reciente Miss Universo, exhibía por primera vez en la pantalla las “dos poderosas razones”, entre otras, que la habían encumbrado al trono de la belleza mundial (si es que tenemos que creernos esas patrañas, claro…). La endeblez de la trama, sin embargo, y el tono artesanal, casi amateur, que Drove le imprimió, sin embargo, la hizo una película de corto recorrido, cuyo interés está más en el contexto histórico en el que se rodó (Franco aún vivía), con su incipiente efervescencia política y de demanda de libertades, que por su real valor cinematográfico, bastante escaso.
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