Lo hemos dicho muchas veces a lo largo de tantos años en esta profesión, que las películas de desiertos y navegantes solitarios suelen ser aburridas, con excepciones, que siempre las hay, a menos que estén muy bien contadas y tengan un guion interesante. En esta ocasión se vuelve a cumplir el aserto, aunque para evitarlo, se incluye, primero media hora de la preparación y el intento de lograr el dinero de los patrocinadores para construir el barco y recoger éstos los frutos publicitarios a través de contar la aventura en los periódicos, de lo que se encarga el agente de prensa Rodney Hallworth. Posteriormente, durante el viaje, se introducen algunos flashbacks de escenas previas de Donald con sus hijos y su esposa y las llamadas para comunicarse con ellos, de vez en cuando.
Lo que se nos cuenta en este guion es la historia real del navegante aficionado Donald Crowhurst, que emprendió su aventura el 31 de octubre de 1968 con un objetivo épico: competir por ganar la Sunday Times Golden Globe Race, dando la vuelta al mundo en solitario, sin escala y en el menor tiempo posible en su inacabado velero, con la idea de batir el récord que tenía Francis Chichester y convertirse en la persona más rápida en lograrlo con su trimarán, diseñado por él, para lo que hipotecó su casa y su empresa, con la que había inventado y fabricado algunos objetos para hacer la navegación más fácil y segura, lo que le serviría de publicidad para su negocio en crisis. En su pueblo deja a su mujer Clare, su mayor defensora, con sus tres hijos, que como él se enfrentó en solitario a otra aventura: la de seguir adelante con ellos y sin el amor de su vida que era su marido.
El film retrata esta historia de la que este año se cumple su 50 aniversario, cuyo guion se basa en el libro The strange last voyage of Donald Crowhurst, que cuenta esa aventura. El problema de esta cinta es que lo que le ocurre durante la travesía tiene poca emoción y casi ningún interés, salvo una ola gigante, alguna avería y su lucha contra la soledad.
La interpretación de Colin Firth, un gran actor, aquí lo encontramos demasiado sobrio y serio, en el papel de este hombre solitario y depresivo, cuyo personaje hay momentos en que desea abandonar y dejar que otros ganen con tal de eludir la fama y tener que aguantar a la prensa y los medios de comunicación. A su lado una buena actriz como Rachel Weisz como la esposa, Clare, con un interesante discurso final.
El inesperado desenlace, si no se conoce cómo terminó la historia, hace que deje al espectador más sorprendido. La buena capacidad del cine inglés logra que el producto no acabe naufragando, nunca mejor dicho, gracias a la pericia del director británico James Marsh, ganador del Oscar con Man on wire (2008) al mejor documental y la estatuilla dorada para Eddie Redmayne por su película La teoría del todo (2015).
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