Pelicula:

Julian Schnabel, antes que director de cine, es pintor, y eso se nota. Su cine no es precisamente clásico, sino que, como buen artista, busca nuevos caminos, no transita nunca por los mismos senderos. Su cine también se caracteriza por poner casi siempre en imágenes historias de otros artistas, generalmente atormentados, como el pintor de Basquiat (1996), en el que retrataba al homónimo del título, contemporáneo de Andy Warhol, o el escritor cubano Reynaldo Arenas de Antes que anochezca (2000), entre otros.

Aquí nos trae algunos pasajes en la vida de Vincent Van Gogh, si bien Schnabel no hace un biopic al uso, no busca una línea argumental narrativa para contarnos los eventos de la vida del pintor holandés, por lo demás tan conocidos, sino que, apoyándose en esos eventos, traza un retrato que podríamos denominar “impresionista” sobre su figura, sobre su proceso creativo, también sobre lo que le impelía a crear, por supuesto sobre su progresiva locura.

Así, con elementos históricos conocidos y reales, como su relación de amistad con Gauguin, su estancia en Arles y finalmente en Auvers-sur-Oise, donde moriría, pero también con la famosa autoamputación de su oreja, el film va trazando un retrato voluntariamente disperso, como a fogonazos, de este artista absoluto, de este hombre atormentado que malvivió, que pintó porque era lo único que sabía hacer, con lo que disfrutaba y, a la vez, padecía, un hombre con una relación con su hermano mayor que trascendía la fraternal para convertirse en cuasi paternofilial, teniendo Theo, el menor, que ser sin embargo guía y eje de la vida de su hermano mayor, Vincent.

Schnabel, fiel a su carácter de artista, antes pintor que director, busca presentar a su grandioso aunque torturado personaje a través de recursos cinematográficos de cierto rebuscamiento: angulaciones extrañas; gusto por el primer plano, incluso el primerísimo plano, sostenidos durante un tiempo inusual en cine comercial; utilización de virados en los colores, en los que juega esencialmente con los fundamentales en Van Gogh: amarillos, ocres, verdes, azules; cámara subjetiva y repetición de escenas con las distintas perspectivas de los que intervienen en ella; uso de lente empañada en la cámara subjetiva cuando el personaje llora... Todo un amplio muestrario de recursos que, ciertamente, no son frecuentes en el cine moderno, y que en este caso, teniendo en cuenta sobre quién trata la película, y quién la cuenta, entendemos están plenamente justificados, no son gratuitos ni pedantes.

Estamos entonces, como hemos dicho, ante una película impresionista, no narrativa al uso, que no busca la relación pormenorizada de hechos que sucedieron en la vida del pintor sino acercarse a él a través de una mirada sobre su caótica personalidad, sobre su confuso proceso creativo, ese que le llevaba a intentar "pintar la luz del sol”, como dice en un momento determinado el artista. Irregular, indagadora, exploradora, Van Gogh, a las puertas de la Eternidad (que toma su hermoso título de una de las últimas obras del pintor holandés) es una película distinta, que se mueve en terrenos no habituales para el cine, el que intenta acercarse al Séptimo Arte desde postulados de otra expresión artística, la pintura, tamizado por un cineasta que a la vez es pintor.

Extraordinario trabajo de Willem Dafoe como el artista holandés, un trabajo muy interiorizado y que, en consonancia con el tono del film, busca más presentar fragmentariamente una aproximación a Van Gogh que hacer una pulcra historia de su vida y su obra. Del resto del notable elenco nos quedamos con una relativamente breve aparición de un Niels Arestrup que aporta a su personaje la dosis exacta de insania y lucidez, en una delirante escena en el manicomio en el que, mientras los locos son duchados con agua fría, alguien grita incesantemente en off “¡café, café!”.


Van Gogh, a las puertas de la Eternidad - by , Mar 11, 2019
3 / 5 stars
Pintar la luz del sol