El cine con animales parlantes generalmente ha funcionado a través de las pelis de animación; es ocioso recordar, por poner solo un ejemplo, los muchos clásicos animalescos de Disney, desde Bambi a 101 Dálmatas, desde La dama y el vagabundo a Los aristogatos. Con imagen real no han sido hasta ahora tan habituales, porque hacer que los diálogos de los animalitos se correspondan con algo parecido a un labial era complicado, a pesar de lo cual, por supuesto, se han hecho algunas. Ahora, con las maravillas de la tecnología digital, hacer hablar a los perros y gatos no es que sea coser y cantar, pero sí desde luego mucho más fácil y creíble que antes.
Por supuesto, esto de los animales parlantes en cine no es sino la plasmación actual de las viejas fábulas de Esopo y tantos otros posteriores cultivadores literarios del género, de Samaniego a La Fontaine, de Perrault a Beatrix Potter, entre otros muchos, incluso algunos escritores distópicos, como George Orwell y su famosa Rebelión en la granja. Vida perra entronca perfectamente con esa tradición de animales parlanchines, aunque en este caso habría que decir mejor lenguaraces, porque vaya boquita que tienen... La historia, ambientada en nuestros días en algún lugar de Estados Unidos, nos presenta a Reggie, un adorable perro Border Terrier, cuyo amigo humano, el infecto Doug, lo maltrata y culpa de haber sido el involuntario responsable de que su novia lo abandonara; Doug intenta abandonar al perro llevándolo lejos de la casa, pero Reggie siempre consigue volver; el perrito nos cuenta que ese abandono él realmente lo considera un juego, y que su amo es el mejor del mundo... Cuando Doug por fin lo consigue dejar a varias horas de distancia, Reggie no consigue encontrar el camino de vuelta... Entonces conocerá lo que es ser un perro callejero... pronto hace amistad con tres chuchos de la calle, Bug, un Boston Terrier, Maggie, una pastor australiana, y Hunter, un gran danés. Bug es el típico listillo que se las sabe todas, conocedor de las imprescindibles artimañas perrunas para vivir en la calle, y pronto toma a Reggie bajo su protección; sus amigos Maggie y Hunter, entre los que siempre hay una tensión sexual no resuelta, también admiten cordialmente a Reggie en el grupo. Tras convencer Bug al protagonista de que su amo Doug lo que realmente ha hecho es abandonarlo, Reggie decide ir en su busca para vengarse mordiéndole en salva sea la parte, y los cuatro chuchos emprenden el camino...
El director, Josh Greenbaum, que tiene ya una bastante larga carrera como tal, sin embargo no se había prodigado demasiado por ahora en el género de la comedia, y menos en el subgénero de comedia gamberra, que es en el que claramente se inscribe esta Vida perra. Porque los diálogos de estos cuatro chuchos son ciertamente de lo más ordinario, borde y vulgar, pero también de lo más divertido. En especial el personaje de Bug, ese Boston Terrier con todos los tiros del mundo dados, pero en el fondo un cacho pan, como decimos en mi tierra, es un hallazgo, un adorable (a fuer de cascarrabias) animal que siempre tiene a punto la réplica aguda, sarcástica, pero también el propio protagonista, ese Reggie tan ingenuo (aunque tendrá también su arco dramático...) que en su bondad absoluta recuerda al prota de la mentada Bambi.
El tema del film es, además de echarse unas risas, por supuesto, unas risas muy desvergonzadas, hablar de la relación entre seres humanos y perros, con, entre los primeros, dos tipos muy claramente delimitados, el de los individuos que nunca debieron adoptar un can, como el Doug de Reggie, mala gente sin la que, como solemos decir, el mundo sería algo mejor si su madre hubiera abortado, y el de aquellas otras personas (quiero creer que mucho más numerosas...) que adoran a sus animales como estos los adoran a ellos; quien ha tenido la suerte de disfrutar de un perro en la familia sabe de lo que estamos hablando, de esa lealtad absoluta, de ese amor sin condiciones, de esa generosidad sin límites.
Dura, muy dura con los tipos que maltratan y abandonan a sus parientes de cuatro patas que nunca les fallarán, Vida perra no es una gran película, ni siquiera una buena película pero, quizá, sí una película necesaria, que nos recuerda hasta qué punto acoger a un miembro peludo en el clan familiar es una decisión trascendente que no puede, ni debe ser revocada por un quítame allá esas pajas o un caprichoso cambio de opinión. Es también, y quizá sobre todo, un ejercicio de gamberrismo cinematográfico, una oportunidad para reírnos con las múltiples barbaridades puestas en boca de estos adorables perritos, con una desinhibición mayormente sexual que ciertamente se agradece en estos tiempos pusilánimes en los que hay que andar con pies de plomo para todo. Quizá la recurrencia al humor marrón sea exagerada, pero dados los protagonistas de esos gags escatológicos, estos graciosos bichos que tanto anhelan ser amados, no nos parece mal.
En la versión española nos perdemos las voces originales de Will Ferrell, Jamie Foxx e Isla Fisher, entre otros, pero es cierto que las voces españolas (Santi Millán, Susi Caramelo, El Monaguillo...) cuadran bien con sus respectivos personajes perrunos y resultan adecuadas.
(29-09-2023)
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