Aardman Animations, como sabe el buen cinéfilo, es una de las grandes productoras especializadas en cine de animación, y más concretamente, en el cine que se suele denominar hecho con plastilina, aunque la cosa es bastante más elaborada que eso, por supuesto. La técnica recibe en español el nombre de “plastimación”, mientras que en inglés es conocida como “claymation”, pero en síntesis es lo mismo: se utiliza el conocido como “stop motion” o truco de manivela para ir rodando fotograma a fotograma muñecos inanimados (actualmente realizados a partir de arcilla, aunque ya se está haciendo también por ordenador), de tal manera que, en la película, produce la ilusión de que se produce un movimiento que, en realidad, no existe.
Aardman se fundó en la localidad inglesa de Bristol allá por los años setenta, y desde entonces se han ido convirtiendo en una referencia imprescindible en la “plastimación”. Su gran éxito internacional data ya de hace un cuarto de siglo, con la gran acogida de su largometraje Evasión en la granja, que parodiaba/homenajeaba el clásico de acción y aventuras La gran evasión.
Es cierto que el tipo de humor de Aardman, zumbón y con frecuencia satírico, alcanza su máxima expresión en las historias cortas, como las que filmaron en las diversas series que han tenido como protagonista a la divertida oveja Shaun; sus largos, en cambio, se resienten de la dificultad de mantener el ritmo narrativo con un tipo de argumentos que tienen más de chispa que de narraciones en sentido estricto.
Wallace y Gromit son dos de los personajes más queridos en Aardman; han protagonizado varias series televisivas y también algunos largos, como el titulado La maldición de las verduras. Wallace es un poco el inglés medio, bonachón y amante de su perrito, Gromit, quien le soporta aunque también le quiere. En este film veremos los antecedentes de la historia, cuando detienen a un pingüino que intentó robar un diamante. El pingüino es condenado a cadena perpetua en un zoo. Vemos a Wallace y Gromit; el hombre es un inventor de creatividad desbordante, aunque sus inventos rara vez sirven para algo útil, así que el tema económico en la casa no va demasiado bien. Wallace ha hecho que su casa esté totalmente automatizada, aunque a veces tanto automatismo se rebela sin querer contra su creador. El último invento es un más bien siniestro gnomo robot inteligente, pero este lo que hace es cargarse el jardín, porque carece de la sensibilidad necesaria para tal cometido. Wallace tiene la idea de alquilar su robot jardinero a los vecinos, con catastróficas consecuencias. Entre tanto, el pingüino se ha escapado del zoo, y ha jurado venganza de Wallace, que fue el responsable de que lo capturaran...
El film, parece evidente, está inspirado en la famosa película de J. Lee Thompson El cabo del terror, años después “remakeado” por Martin Scorsese en su no menos interesante El cabo del miedo; los de Aardman llevan la parodia u homenaje hasta el punto de utilizar acordes de la famosa banda sonora que compuso Bernard Herrmann para la primera de esas pelis, siendo versionada en la segunda por Elmer Bernstein.
Parece que los directores, el veterano Nick Park (uno de los puntales de Aardman casi desde sus inicios) y el mucho más joven Merlin Crossingham (que se supone será uno de los que irá tomando el relevo cuando se vaya retirando la vieja guardia) hacen aquí lo que nos parece una evidente crítica al maquinismo, incluida la también tan de moda Inteligencia Artificial, en una película cuya mayor virtud es, sin duda, su gran calidad de imagen y movimiento
Una de las características del film (que ya estaba en prácticamente toda la producción de Aardman, pero que aquí incluso se acrecienta) es el hecho de estar trufada de numerosos guiños cinéfilos, desde la historia central, la mentada El cabo del terror, de la que aparecen numerosos referencias, en especial en lo tocante al antagonista, ese pingüino que es tan malo como el villano del film de J. Lee Thompson (un Robert Mitchum magnífico), hasta El padrino (vemos al malo acariciando un bebé foca, como el gato de la peli de Coppola), además de varios clásicos del cine de cárceles y fugas, como La evasión, de Becker, La gran evasión, de Sturges, o Cadena perpetua, de Darabont, e incluso de otros géneros, como El fantasma de la ópera.
Tiene también algunos excursos cultistas, como el muy ilustrado Gromit, el perrito, al que vemos leyendo clásicos como Una habitación propia, de Virginia Wolf, y también El paraíso perdido, de Milton, solo que aquí aparece como “Stilton”, en otra muestra del peculiar humor de la productora.
Pero lo cierto es que estamos ante una intriga un tanto insustancial, un poco artificial, fiándolo todo a los gags basados en los guiños cinéfilos, que resultan divertidos pero suponen escasa argamasa para armar un largometraje. Tampoco el ritmo narrativo acompaña demasiado, un tanto lento para el tema, y los diálogos, en especial los que se ponen en boca de Wallace, son bastante insulsos.
Queda entonces una película que juega mucho con el humor de cosas contradictorias, que no es un humor demasiado distinguido, realizada con una gran técnica, ciertamente virtuosa, aunque su trama sea bastante más endeble. Y es que los de Aardman, donde realmente son buenos, es en los cortos o en las series...
(24-05-2025)
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