Serie: Sweet tooth. El niño ciervo

Parece claro que las distopías están siendo uno de los temas recurrentes, quizá el más recurrente, de las series de nuestro tiempo (también de los films, aunque quizá menos), tal vez como forma de intentar exorcizar ese nebuloso apocalipsis de la humanidad que más de uno, y de un millón, atisba en el cada vez más incierto porvenir de nuestra especie.

Sweet tooth. El niño ciervo juega también en esa liga, en este caso con la base argumental del cómic homónimo original del talentoso artista canadiense Jeff Lemire, publicado por DC Comics en su sello “Vértigo” a partir de 2009. La historia se ambienta en un futuro indeterminado, aunque se adivina que no demasiado lejano. Un preámbulo nos informa de lo que la posteridad conocerá como “El gran cataclismo”, el surgimiento de una plaga letal, conocida como La Enfermedad, que mata por contacto o por transpiración (sí, suena demasiado conocido, ¿no? Pero la historia se publicó hace más de 12 años...), reduciendo la civilización como la conocemos a pequeñas islas que se mantienen aisladas del resto de la Humanidad; simultáneamente, mientras la gente muere a chorros en todo el mundo y las comunidades de personas sanas se blindan para intentar escapar de una muerte atroz y segura, las mujeres embarazadas empiezan a parir extraños híbridos de humanos y animales, de diversos animales mamíferos... Diez años después, conocemos a Gus, uno de esos híbridos, en este caso de ser humano y ciervo, que vive con su padre, Richard Fox, al que el chico conoce como Pubba; el hombre protege al pequeño en un intrincado bosque de Norteamérica, en el estado de Nebraska, alejado de todo y de todos. Conoceremos también al Dr. Singh, científico de origen pakistaní, que busca desesperadamente la cura de la enfermedad, de la que está infectada su mujer, mientras aparentan ante la neurótica comunidad en la que viven (obsesionados todos con los contagiados, a los que queman en sus casas sin piedad) que está perfectamente. Y también sabremos de Aimee, una mujer con una híbrida adoptada que crea un pequeño santuario en un recóndito escondite. Fuera, un siniestro ejército de cazadores buscan híbridos para matarlos, creyendo que ellos son la causa de los males que se han abatido sobre la Humanidad...

Basada en el mencionado cómic de Jeff Lemire, lo cierto es que es inevitable ver algunas influencias evidentes, tanto en el cómic original como en la muy cercana adaptación hecha por los creadores de la serie, Jim Mickle y Beth Schwartz. Así, es imposible no asociar la historia del pequeño Gus, el Niño Ciervo, a la que narró hace más de cien años Edmundo de Amicis en el relato De los Apeninos a los Andes, dentro de su novela Corazón (Cuore en el original italiano), al realizar el pequeño híbrido de ciervo el largo camino entre los estados de Nebraska (donde supuestamente se sitúa la historia, aunque realmente se filmó en la otra punta del mundo, Nueva Zelanda…) y Colorado, donde supuestamente vive su madre. Pero también parece clara la huella de los cómics de Marvel conocidos como X-Men, los mutantes por los que los seres humanos sienten entre el recelo y la aversión, el miedo al diferente; de hecho, el propio Lemire también ha aportado varias historias a esa saga troncal del cómic moderno.

Quiere decirse que, como los niños híbridos, también Sweet tooth es, a su manera, una mezcla de elementos previos; nada que objetar; tras miles de años de cultura humana, lo raro sería encontrar algo radicalmente nuevo, rabiosamente original. Lo importante es que los elementos estén bien combinados y que la historia funciona. Y El niño ciervo, ciertamente, funciona como historia; funciona como trama de aventuras, con las peripecias que habrán de intentar sortear los protagonistas de las tres líneas argumentales principales, pero también como drama humano, las historias de tres personas (Gus, el doctor Singh, Aimee) y los que les rodean, que habrán de afrontar un nuevo escenario vital en el que tendrán que aprender a protegerse, o a buscar la protección de quien menos se espera, en el caso de Gus, pero también la defensa a ultranza de lo más amado, en los casos del doctor y de Aimee. Todos ellos conformarán lo mejor de ese género humano que parece irse por el desagüe en esta historia en la que, por supuesto, también están los villanos, elementos imprescindibles para que haya conflicto y la historia pueda avanzar generando tensión, esos villanos que, como tantas veces, aquí utilizan vestimenta, utillería, artilugios, oratoria de paramilitares, volviendo a esa guerra ancestral en la que el ser humano lleva enfrascado desde hace miles de años, con breves períodos de paz que son oasis en los que, sin embargo, en los últimos tiempos se están infiltrando esos ánimos belicosos con ropajes de guerras no declaradas, de odios en las redes, de opiniones intolerantes, de reprobables conductas violentas.

Gusta El niño ciervo por su apuesta por la Humanidad, cuando es tan difícil hacerlo. Pero los creadores, Mickle y Schwartz, en la senda de Lemire, plantean su historia desde la esperanza, a pesar de todo, a pesar del apocalipsis que hace de los supervivientes, en general, personas resentidas, agresivas, extraordinariamente egoístas, como si ese apuntalamiento de su mismidad les protegiera de los males, reales o supuestos, que acampan fuera.

Bien rodada, con excelentes personajes emergentes como el gigantón Jepperd, inesperado salvador y protector de Gus, él mismo con una pesada mochila de culpa a cuestas, la serie, en sus primeros 8 episodios, conforma un plausible escenario postapocalíptico en el que se desarrollan historias que, ciertamente, nos interesan porque hablan de nosotros. Netflix, productora junto a otras compañías, como la propia DC Entertainment, división audiovisual de la mítica DC Comics, pero también junto a otras empresas como Team Downey, propiedad de la pareja formada por el actor Robert Downey Jr. y su esposa Susan, ha anunciado el rodaje de otros 8 episodios, ante el éxito de la primera temporada, basada ahora en la nueva tanda de cómix publicada por Jeff Lemire a partir de 2020 con el título de Sweet Tooth: The return.

Buen trabajo actoral, con un descubrimiento, el pequeño Christian Convery, que hace toda una creación de su personaje del niño ciervo, con la ingenuidad de la edad, pero también la progresiva experiencia que confiere tener que cuidar de sí mismo en un mundo de (figuradamente hablando) lobos rabiosos. También notable el trabajo del actor británico Nonso Anozie, el mentado Jepperd, un personaje con recovecos, un personaje que habrá de hacer lo correcto cuando lo que tiene encima le impulsa a pasar de todo y de todos y mirar solo por su interés y su conveniencia.


 


Sweet tooth. El niño ciervo - by , Oct 28, 2021
3 / 5 stars
Marco, de Nebraska a Colorado