Rafael Utrera Macías
Querido amigo Pancho: la lectura de un periódico local en anodina tarde de sábado puede convertirse en una suerte de atraco con arma blanca dirigida directamente al corazón. La esquela mortuoria con el nombre de José Francisco Bautista García puede pasar desapercibida al lector más curioso; si conlleva un subtítulo en el que se lee “Pancho Bautista”, ese mismo lector siente que su corazón ha sido traspasado por el arma.
A partir de entonces, la memoria organiza su flash-back particular, tan selectivo como caprichoso, y empieza a exhibir momentos concretos, conversaciones sobre esto o aquello, coloquios a dos bandas sobre tal o cual película, escenas rodadas en presencia de invitados, tratamiento dado por el guionista a una novela ajena, etc. etc.
Aunque mantuvimos conversaciones diversas a partir de 1970, resultó especialmente satisfactoria la entrevista a Jaime de Armiñán en tu programa cinematográfico de “La Voz del Guadalquivir”, lo que permitió no sólo hablar de la larga carrera de este autor sino muy especialmente de
El amor del capitán Brando, la película que se estrenaba en Sevilla. Además, y sobre todo, de fomentar nuestra amistad y los comunes intereses en el ámbito de la crítica y la información cinematográfica.
Comprobé entonces que tu vena periodística se orientaba prioritariamente por las entrevistas grabadas en magnetófono (el vídeo aún estaba por nacer), y ello tanto a celebridades de cualquier arte como a eventos de apariencia intrascendente que luego resultaban de singular significado. Cuando los aprendices de historiadores nos planteábamos acudir a una voz, a una música, a una declaración, acabábamos diciendo: “seguro que Pancho lo tiene”.
De tu gran archivo sonoro, publicaste una parte como libro. Fue aquel
Carne de cine que, en las postrimerías del franquismo, daba voz a Ágata Lys, Ángela Molina, Nadiuska, María Luisa San José, con diversidad de textos cruzados, para dar cuenta de las vicisitudes de toda índole soportadas con entereza por las que llegaron a ser primeras figuras de nuestro artístico cine o de nuestra pequeña industria cinematográfica. La proliferación de fotos con evidentes y, entonces, escandalosos destapes, daba fe de las argumentaciones por ti sostenidas.
Tu tarea periodística, en prensa y radio, dio paso a la segunda parte de tu carrera profesional. En las arenas movedizas de la transición, el cine regional o autonómico empezó a sentirse como una necesidad que pusiera un punto y aparte a cuanto el franquismo había procurado mantener a raya. Fuiste el “alma máter” de lo quiso llamarse y llegó a llamarse “cine andaluz”. Productor, guionista, director, ejecutivo, relaciones públicas, son, cuando menos, alguna de las variantes practicadas por ti en ese desmedido amor por el cine y sus diferentes oficios que mantuviste contra viento material y marea inmaterial durante tantos años.
Una intensa labor de hemeroteca permitiría establecer tantos perfiles de tu currículum que en la vorágine del rodaje, del estreno, de la distribución de una película pasaban desapercibidos u ocultos por otros, aparentemente, de mayor significación. Acudo ahora a esas páginas de periódicos o de libros donde reflejé, bajo mi particular opinión, los pareceres sobre tu filmografía, en el amplio sentido del término, según iban saliendo a la luz.
Tanto
Se acabó el petróleo como
Los alegres bribones los catalogamos de “subproductos” donde los aspectos “artísticos”, por llamarles de alguna manera, iban dirigidos a un público tan poco exigente como conformista; los materiales de los que te servías eran reelaboraciones residuales del sainete, la zarzuela y la astracanada.
Tu bondadosa capacidad de encajar las críticas más adversas te permitían replicar que para poder hacer arte había que conseguir primero la industria. La carta abierta que te dirigí en el vespertino sevillano “Nueva Andalucía” (2, mayo, 1981) incidía sobre las características de tu cine antes comentadas pero abrigaba la esperanza de que tu propuesta, antes o después, por parte de unos o de otros, apuntaría a la existencia de una industria, por muy autonómica que pudiera ser.
Si en los párrafos precedentes se ha hecho mención a los trabajos por ti dirigidos, tu figura adquiere proporciones bien diferentes cuando se trata de señalar tu actividad como guionista o productor del entonces incipiente “cine andaluz”, donde realmente actuaste como un pionero. Ahí están para demostrarlo títulos como
Manuela,
La espuela,
María la santa y
Un parado en movimiento.
Lo que sigue no es párrafo generoso propio de obituario sino fragmento escrito al aludir a tus productoras “Triana Films” y “Proanci” en el libro
Las rutas del cine en Andalucía: “El patriarca de este tipo de cine, autor de innumerables guiones filmados y productor tanto ejecutivo como real, es Pancho Bautista, figura fundamental en la etapa pionera y a quien le cupo el honor de abrir unas puertas económicas que, como todo dinero de procedencia terciaria, pronto se cerrarían habiendo cumplido su objetivo de de modo sólo parcial”.
Y luego, para hacer comprensible al lector vuestro esfuerzo, establecíamos una comparación entre dos etapas diferentes de nuestra historia cinematográfica: “Su intención fue semejante, salvando las distancias de circunstancias y época, a la llevada a cabo por “Filmófono” y su director artístico Luis Buñuel, para quien elegir títulos como
La hija de Juan Simón,
Centinela, alerta y
Don Quintín el amargao era prioritario si primero se quería disponer de “una industria” con la que después hacer “arte”. Bautista predicó con el ejemplo, práctico y económico…”.
Volviendo la vista a la contemporaneidad, me pregunto qué relación puede establecerse entre títulos como los tuyos y celebridades de hoy como
Carmina o revienta, de Paco León, o
El mundo es nuestro, de Alfonso Sánchez. Dejo la comparativa para otro momento u otra persona.
Y me despido de la misma forma que lo hicimos en nuestro pasado encuentro con Gonzalo García Pelayo: con el fuerte abrazo de quien admiró tu entusiasmo profesional y te estimó como persona. Para Aurora (madre e hija) y Manuela, nuestras más sinceras y afectivas condolencias.