De Peter Greenaway, antes de encenagarse en proyectos sin futuro (cfr. “Las maletas de Tulse Luper”; véase crítica en CRITICALIA), podía decirse sin ramplonería que era el equivalente moderno al artista renacentista: pintor, arquitecto, escultor, matemático, escritor, cineasta, realizador de televisión… nada artístico le era ajeno. Se dio a conocer internacionalmente con “El contrato del dibujante”, una fascinante parábola sobre las apariencias, el placer, la celada como una de las bellas artes, la consagración del poder omnímodo de la astucia. Aquel filme hipnótico descubrió un talento poderoso, insultantemente inteligente, disculpablemente petulante: un creador.
Se confirmó su rara habilidad y versatilidad con “Zoo”, historia en la que la simetría y la putrefacción jugaban sus cartas marcadas, y el destino guardaba un naipe en una bocamanga inexistente. Con “El vientre de un arquitecto”, Greeenaway habló de amor, hipocondría, enfermedad, celos, ausencia de talento: humanidad.
En “Conspiración de mujeres”, el cineasta galés propone un salto cualitativo. Ahora los temas de la película son los números, la fascinación aritmética de lo único que nos consta empíricamente que es infinito: casi un dios. Pero también habla de la muerte, y sobre todo de agua, y lo que se produce cuando un ser vivo permanece demasiado tiempo en inmersión sin asistencia mecánica: la muerte por ahogamiento. Hay más temas, desde luego, en este prodigioso puzzle decadente, donde cada intención de hacer algo se convierte, borgesianamente, en el propio hecho en sí mismo, donde hay lugar para el chantaje, el amor platónico, la desesperación vital, la victoria de la mujer, de todas las mujeres, como siempre, como nunca: tal vez feminista a su pesar, “Conspiración de mujeres” supone el más nítido llamado a una civilización en la que el hombre está abocado a extinguirse, física, quizá sólo ideológicamente, para ser sustituido por el dominio sensato, creativo, un punto surreal, del sexo hembra.
De admirable factura formal, “Conspiración de mujeres” (aunque su título original, que podríamos volcar al español como “Ahogando por números”, es mucho más rico, aunque de imposible traducción en su doble sentido inglés) bebe directamente de los lienzos de Vermeer para componer la hermosa plástica de sus imágenes. El compositor Michael Nyman, un “alter ego” musical (la única de las artes que escapa al talento erudito de Greenaway) del cineasta británico, escribe una partitura de rara capacidad de sugestión.
Si el cine es espectáculo en tanto que inteligencia, sutileza, apelación al conocimiento y a las facultades intelectuales, antes que invocación fácil al estereotipo, la continua búsqueda de la sorpresa imposible, o el chimpún vacío de los efectos especiales, “Conspiración de mujeres” es todo un espectáculo, una extravagancia imprescindible, un lujo sólo imaginable en la proteica imaginación del artista total.
Conspiración de mujeres -
by Enrique Colmena,
Jan 21, 2006
4 /
5 stars
Una extravagancia imprescindible
Uso de cookies
Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.