Enrique Colmena

En los dos capítulos anteriores hemos visto qué obras teatrales de Alfonso Sastre y en qué circunstancias han sido llevadas al cine y la televisión. Con la presente entrega cerraremos el tríptico que hemos dedicado al dramaturgo madrileño de nacimiento (y vasco vocacional, como ya apuntamos), hablando de los textos que Sastre escribió directamente para la gran pantalla, siendo la inmensa mayoría de ellos de su primera época, en los años cincuenta y sesenta, con una coda muchos años después, ya en pleno siglo XXI.

La primera vez que fue posible leer el nombre de Alfonso Sastre en los créditos de una película sería como coguionista en la coproducción hispano-italiana Amanecer en Puerta Oscura (1957), una de las cintas fundamentales del cine español de los años cincuenta, Oso de Plata en Berlín, film dirigido por un José María Forqué en su mejor momento, a finales de los cincuenta y principios de los sesenta, no casualmente en buena parte con textos originales de Sastre. Obra ambientada en la Andalucía del siglo XIX, con reminiscencias del bandolerismo, aunque no era exactamente esa su clave, es evidente el tono (neor)realista, la búsqueda de una voz propia en el cine español, en un cine adulto para públicos adultos, en un reparto encabezado por un gran Francisco Rabal y un brioso Luis Peña que no le andaba a la zaga.

Tal vez mañana (1958) fue el título que llevó en España la coproducción hispano-italiana L’uomo di calzoni corti, dirigida por Glauco Pellegrini, un drama con niño huérfano que escapa de la inclusa para buscar a su madre (sí, inicialmente recuerda bastante al Marco de Edmondo de Amicis...). Sastre, junto a José Gutiérrez Maesso y Ricardo Muñoz Suay, se encargaron del guion en español, en una película en la que la parte hispana aportó intérpretes como Paco Rabal y Julita Martínez, mientras que los italianos pusieron, entre otros, a Alida Valli y al también dramaturgo Edoardo de Filippo, aquí en la faceta de actor que cultivó con frecuencia, todos ellos en una curiosa película quizá influida por el fenómeno que constituyó (también en Italia) el estrepitoso éxito comercial de Marcelino pan y vino (1954), de Ladislao Vajda.

Antes mencionábamos que Forqué vivió su época dorada como director a finales de los años cincuenta y primeros sesenta, en buena medida gracias a la colaboración de Sastre en el guion, como ocurriría también en La noche y el alba (1958), denso “film noir” con irisaciones claramente existencialistas, a las que evidentemente no fue ajeno Alfonso Sastre, cuya mano se aprecia ostensiblemente en esta historia ciertamente también adulta, tan lejana a la mayoría del cine que se hacía en España a finales de los años cincuenta, la historia de dos hombres teóricamente muy distintos, quizá en el fondo no tanto, y cómo el acomodado habrá de actuar en conciencia para hacer lo correcto cuando se le plantea un dilema atroz. Curiosamente, la historia partía de una idea de Mariano Ozores y Alfonso Paso, años más tarde epítomes, respectivamente, del cine y el teatro más arrastradamente comercial; tras pasar por las manos de Sastre, que se encargó del guion literario y de los diálogos, el guion técnico lo elaboró el propio Forqué, para conseguir una de las obras mayores de su filmografía y del cine español de su tiempo.

Del mismo (y altísimo) nivel será la siguiente colaboración de ambos, Forqué y Sastre, Un hecho violento (1958), un curiosísimo film que se ambientaba... en los mismísimos Estados Unidos, y lo que es mejor, daba totalmente el pego... claro que ese no era su mayor mérito, sino la intricada historia en la que un joven presionado por una situación extrema actuará fuera de la ley, y cómo su paso por la cárcel (con un sádico alcaide de mirada lasciva, encarnado por un estupendo Adolfo Marsillach) le marcará indeleblemente. Parábola sobre la crueldad inmanente del sistema, que permite que sujetos como el susodicho alcaide tenga las manos libres para actuar arbitrariamente, pero también determinista en la concatenación de los hechos que llevan al joven a actuar en la forma que lo hizo, el film fue, sin embargo, ignorado comercialmente, lo que probablemente cortó en este tiempo la colaboración entre Forqué y Sastre, aunque tres décadas después se reencontrarían en la miniserie televisiva Miguel Servet (La sangre y la ceniza) (1989), ya comentada en el capítulo anterior.

Original de Alfonso Sastre será el tratamiento argumental para Carmen, la de Ronda (1959), la muy libre versión sobre la celebérrima novela Carmen, de Merimée, que Tulio Demichelli llevó a la gran pantalla a finales de los cincuenta, con gran reparto de la época: Montiel, Mistral, Ronet, Cobos... en una ambiciosa producción de Benito Perojo que, sin embargo, no funcionó en taquilla.

Ya en la década de los años sesenta, Alfonso Sastre, que había colaborado con Juan Antonio Bardem a principio de los sesenta en el guion de A las cinco de la tarde (1960), como ya comentamos en capítulo anterior, vuelve a trabajar con el director en la coproducción franco-española Nunca pasa nada (1963), nuevo drama de irisaciones neorrealistas, pero con el toque español de la fascinación por lo extranjero y lo que ello suponía en la España franquista (libertad, sexo, vida), encargándose Sastre de los diálogos en castellano y Henry-François Rey de lo propio en francés, siendo Bardem quien elaborará el guion definitivo. El film, con sólidos intérpretes españoles (Julia Gutiérrez Caba, Antonio Casas) y franceses (Corinne Marchand, Jean-Pierre Cassel), tuvo sin embargo escasa repercusión comercial, pero tampoco crítica, cerrando con ello quizá también la posibilidad de futuras colaboraciones artísticas entre ambos.

La última colaboración de Sastre para un film durante el siglo XX tendrá lugar en Jandro (1965), bronco drama de Julio Coll ambientado en las minas asturianas, rodado en coproducción con Argentina, en el que el dramaturgo aportará textos al guion que firmaría el propio Coll, más Luis de Diego, Rafael J. Salvia y José Luis Martínez Mollá, en un film de reparto internacional, con los argentinos Alfredo Alcón y Luis Induni, más Arturo Fernández, en su época buena, antes de echarse a perder inventándose su propio personaje, María Mahor y George Rigaud, entre otros, en una ambiciosa película que funcionó razonablemente bien en taquilla.

Ya traspasado ampliamente el umbral del siglo XXI, Sastre volverá a ver sus textos llevados a la gran pantalla en Longa noite (2019), peculiar experimento de Lois Patiño, enmarcado dentro del llamado Novo Cinema Galego, un film entre lo telúrico y lo lírico, en el que la palabra de Sastre, junto a las de otros escritores notables, como Max Aub, serán el cañamazo sobre el que el propio Patiño escribe su guion, en una historia anarrativa sobre lo que supuso el franquismo en Galicia, en una aproximación antes de sensaciones que de realidades.

Ilustración: Francisco Rabal, en una imagen de Amanecer en Puerta Oscura (1957), de José María Forqué, con guion de Alfonso Sastre