Enrique Colmena

El estreno de Richard Jewell vuelve a poner de moda (si alguna vez no lo estuvo, en los últimos cincuenta años...) la figura de Clint Eastwood, quizá el último clásico del cine norteamericano. Puede ser buen momento, entonces, para hablar de él, en especial en su aspecto de director, faceta que nos parece (y no somos los únicos, ni mucho menos) la más interesante de su prolífica y dilatada carrera. Porque Clinton Eastwood, que ese es su nombre civil completo, comenzó a hacer cine allá por 1955, cuando el autor de estas líneas no había nacido... Clint lo hizo en San Francisco, el 31 de Mayo de 1930, por lo que cuando se escribe este texto tiene 89 “tacos”, próximo ya a alcanzar los 90.

Estudió en el Los Angeles City College (donde por cierto se formaron también un buen número de estrellas de Hollywood, desde Esther Williams a James Coburn, entre otros muchos), una escuela pública, pero pronto tuvo que trabajar en oficios modestos, donde fue descubierto por Arthur Lubin, el creador del personaje de la Mula Francis, en una de cuyas secuelas, Francis en la Marina (1955), debutó como actor secundario, con tan solo 25 añitos. Después intervino en varias películas, siempre con pequeños papeles, tanto de Lubin como de Jack Arnold y William Wellman, hasta que en 1959 es contratado por la CBS para encarnar uno de los principales personajes de Rawhide, un serial del Oeste coetáneo de los míticos Bonanza y El virginiano, popularísimos en la España de los años sesenta.

Mientras rodaba esta serie televisiva, el acerado, misterioso rostro de Eastwood merece la atención de Sergio Leone, un cineasta italiano que le hace protagonista de su primer e impactante western rodado en Almería, Por un puñado de dólares (1964), principio del fin del género, estilizado aquí en situaciones inverosímiles, rizando el rizo posteriormente en otros dos films del mismo Leone, La muerte tenía un precio (1965) y El bueno, el feo y el malo (1966). Eastwood ya tiene un nombre internacional, aunque es cierto que en su país, Estados Unidos, no se habían enterado...

Escapa entonces Clint del microcosmos del eurowestern y hace, ya en su país natal, otras películas, con títulos relevantes como La jungla humana (1968), a las órdenes de Don Siegel, nombre fundamental en su carrera, y con vestigios de sus personajes del espagueti-western, y La Leyenda de la Ciudad Sin Nombre (1969), para Joshua Logan.

En 1968 Eastwood había dado ya el salto a la producción, con la creación de su propia productora, The Malpaso Company, cuyo primer título sería Cometieron dos errores, con dirección del artesano Ted Post, rodado ya en Estados Unidos pero con el canon alambicado y artificioso que Sergio Leone había impuesto en el western. Malpaso será ya, en adelante, la productora de casi todos los títulos en los que aparezca Eastwood, bien como actor, bien como director, bien como ambas cosas.

En 1971 Clint debuta en la dirección cinematográfica con Escalofrío en la noche, un más que curioso thriller en el que un pinchadiscos (eso que ahora llaman “dj”) es asediado por una mujer perturbada que le incita constantemente a radiar una inquietante melodía. Eastwood protagoniza ese mismo año Harry el sucio (1971), bajo las órdenes del excelente Don Siegel, y este policía heterodoxo, brutal y de pensamiento y métodos parafascistas hará creer a todo el mundo que Harry es realmente el otro yo de Clint, como si el personaje fuera el actor, y viceversa, elementalísimo criterio que, sin embargo, hizo fortuna, sobre todo porque era época de estériles purismos y miradas muy, muy dogmáticas: faltaban todavía un par de décadas para que el Muro de Berlín se cayera encima de más de uno, y para que el mito de la Arcadia feliz de la China maoísta se revelara como el infierno que es, la feroz síntesis de un régimen con todos los vicios del capitalismo más salvaje y todas las barbaridades del comunismo más liberticida. Bellocchio rodaba en ese tiempo China está cerca; afortunadamente, no estaba tan cerca...

Así, Eastwood fue un hombre que durante los años sesenta y sobre todo los setenta del siglo XX, fue repudiado unánimemente por la crítica y cinefilia militantes, muy seguidista por aquel entonces de los criterios políticos de un Cahiers du Cinema cada vez más radicalizado.

Clint Eastwood continuará desde entonces su carrera de actor simultáneamente a la de director. En esta última, a la que nos ceñiremos en estos artículos, hace en 1973 Primavera en otoño, segundo aviso sobre la diferencia entre los personajes que interpretaba Eastwood y sus temas predilectos. Se trata en este caso de un crepuscular melodrama romántico, con un William Holden que se enamora de una jovencita “hippy” que podría ser su nieta, en una historia de amor imposible: qué lejos quedaba el sucio Harry... Ese mismo año Eastwood dirige Infierno de cobardes, un más que curioso western que propone una revisitación del clásico Solo ante el peligro (1952). En 1975 hace Licencia para matar (no confundir con su homónimo de la serie 007), un muy peculiar policíaco en el que el protagonista, un refinado asesino a sueldo, percibe sus emolumentos en... obras de arte. 1976 es el año de otro western, El fuera de la ley; ambientado en los años posteriores a la Guerra de Secesión, presenta a Eastwood como un marginado contra el orden yanqui establecido, un vengador, pero también un perdedor. En 1977 dirige e interpreta Ruta suicida, un film de resabios peckinpahianos, el viaje iniciático de un policía intratable, con secuencias que recuerdan poderosamente a Grupo salvaje (1969), del gran Sam Peckinpah.

En 1980 el cineasta de San Francisco vuelve a dirigir un western, Bronco Billy, en este caso con toques de comedia, en el que Eastwood hace de propietario de un mísero espectáculo del Oeste, una mirada desmitificadora del género, no muy lejana a la de Cuatro tíos de Texas (1963), de su admirado Siegel. En 1982 cambia totalmente de género para hacer Firefox (sí, como el popular navegador de Mozilla...), híbrido entre los efectos especiales cuasi galácticos (entonces tan en boga) y la guerra fría Este-Oeste, quizá de lo menos interesante de su filmografía como director. Ese mismo año hace debutar a su hijo Kyle en El aventurero de la medianoche, ambientada en la América de la Depresión, en la que da vida a un viejo cantante “country”.

1985 será el año en el que la crítica mundial comienza a reconocer los méritos de Clint Eastwood como director, cuando afronta la realización de El jinete pálido, un cruce entre Teorema (1968), de Pasolini, y Raíces profundas (1953), de George Stevens, un western de reminiscencias clásicas rematado en su final por un elaboradísimo homenaje a la primera etapa del eurowestern leoneano. En 1986 algunos miopes todavía creerán ver un Clint Eastwood ultramontano en El sargento de hierro, cuando es una de las más sutiles descalificaciones que se hayan hecho de la guerra. Pero no será hasta 1987 cuando la cinefilia en masa se quite el sombrero ante Bird, el lacerante relato biográfico del saxofonista negro Chris Parker, una hermosa, a fuer de dolorosa, cascada de imágenes, sonidos y sugerencias, que nos descubrirá a un cineasta mayor, un talento de imprevisibles posibilidades, como confirmará con su siguiente film como director, Cazador blanco, corazón negro (1990), la historia de los preparativos del rodaje del film de John Huston La reina de África (1951), en la que brilla con luz propia el sentido vitalista hustoniano, asumido aquí como propio por Eastwood, pero también resulta ser un profundo, restallante trallazo sobre el hombre blanco y su insensibilidad hacia otras razas.

A partir de entonces, Clint Eastwood estará ya, a ojos de todos, fuera de la crisálida de la que realmente había salido hacía tanto tiempo; y es que su obra cinematográfica nada tenía que ver con el pequeño facha que, interesadamente, se quiso ver en él. Ya se sabe: etiqueta blanca, etiqueta negra...

También a partir de entonces se desarrollará la parte más fructífera de la carrera de Clint Eastwood como director. Pero ese será el objeto de la segunda entrega de este díptico...

Ilustración: Una imagen de Cazador blanco, corazón negro (1990), dirigida, interpretada y producida por Clint Eastwood.

Próximo capítulo: Directed by... Clint Eastwood (y II). El último clásico