Enrique Colmena

Como ya viene siendo tradición en Criticalia, en este 8 de Marzo, Día de la Mujer, vamos a revisar qué material hay en la cartelera de cine en España con dirección femenina. Tenemos que decir de entrada que los títulos actualmente en cartel, ocho, suponen solo un ridículo 14 % sobre el total de films que están disponibles en alguna o muchas salas españolas. A pesar de lo avanzado en los últimos años, la diferencia entre directores hombres (48) con respecto a sus colegas mujeres (8) es abrumadora. Algo no debemos estar haciendo bien como sociedad cuando la distancia es tan sideral en un campo, el del arte, la cultura y el espectáculo, que siempre ha sido propicio a la participación femenina, mucho más, en cualquier caso, que en otras facetas de la vida económica y social.

Eso sí, al menos esos ocho títulos tienen, en general, bastante interés, así que, ya que no cantidad, al menos sí hay calidad (el que no se consuela es porque no quiere...).

Empezaremos por una película probablemente desconocida incluso para muchos cinéfilos hasta hace relativamente poco: Jeanne Dielman, 23, quai du commerce, 1080 Bruxelles es un film dirigido en 1975 por la cineasta belga Chantal Akerman, que saltó a la fama (el film, no la directora) recientemente al ser considerada la mejor película de la Historia del Cine en la gigantesca encuesta (más de 1.600 personas) que la prestigiosa revista Sight & Sound realiza periódicamente entre críticos, programadores, profesionales del audiovisual y académicos especializados en la materia. Curiosamente, la cinta de Akerman no se llegó a estrenar en su momento comercialmente en España, así que este su estreno (que se produce precisamente hoy, 8 de Marzo, Día de la Mujer), casi medio siglo después de su rodaje, tiene connotaciones especiales.  

Pero lo habitual, por supuesto, es que las películas que vamos a comentar sean de nuestro tiempo, y también con miradas muy de nuestra época. Como Saint Omer. El pueblo contra Laurence Coly, el film de la cineasta francoafricana Alice Diop que busca una nueva perspectiva para el siempre complejo, vidrioso y lacerante asunto del mito de Medea, basándose en una historia verídica, la de una inmigrante africana en Francia que dejó morir a su bebé en una playa, y el posterior proceso que tuvo lugar para juzgar esos hechos, proceso que sería seguido por una periodista también francoafricana, embarazada, y lo que ello supuso de implicación personal, tan íntima. Diop, fundamentalmente documentalista hasta ahora, ha sido muy apreciada y valorada en este su primer film de ficción, con numerosos premios en festivales (Venecia, Chicago, Sevilla, Gante, Palm Springs...) y consiguiendo el César a la Mejor Primera Película, en una obra ciertamente sugestiva aunque nos ha parecido un tanto sobrevalorada.

Como quizá también lo ha sido, siempre a nuestro juicio, otro film francés, Los hijos de otros, dirigido por la guionista y realizadora Rebecca Zlotowski, con un tema, el de la maternidad, que es un asunto recurrente en el cine de nuestro tiempo: los directores, y no digamos las directoras, han encontrado en todo lo relacionado con la maternidad (gestación, parto, primeros meses del bebé, etcétera) un venero impensable, teniendo en cuenta lo habitual de todo ello en nuestras vidas, si bien es cierto que, generalmente, en cine no ha tenido demasiada aparición. La película de Zlotowski habla de maternidades, en plural, la que se ejerce (o se intenta ejercer) de forma putativa, con los hijos de los otros del título (siendo “otro”, evidentemente, la nueva pareja de la mujer), pero también la propia, deseada pero quizá imposible o al menos improbable.

Sarah Polley, además de una sensible actriz de generalmente fuerte aliento dramático (recordémosla en su díptico coixetiano, Mi vida sin mí y La vida secreta de las palabras), tiene ya también una aún corta pero interesante carrera como directora, siendo su último film, en cartel actualmente en España, Ellas hablan, un intenso drama sobre cómo enfrenta una comunidad religiosa femenina los abusos sexuales sufridos en su seno, con un reparto femenino como para quitar el hipo: Frances MacDormand, Rooney Mara, Claire Foy, Jessie Buckley... y algún actor también de renombre, como Ben Whishaw.

El cine dirigido por mujeres sigue (y es lógico, y es incluso necesario) interesándose por cuestiones sociales, por denuncias, incluso en clave históricas, sobre injusticias y aberraciones, esas “cositas” en las que somos peritos los seres humanos desde que (quizá en mala hora) nos bajamos de los árboles. En esa línea, Chinonye Chukwu, directora nacida en Nigeria pero criada y formada en Estados Unidos (en Alaska, para más señas), ha filmado Till, el crimen que lo cambió todo, cinta histórica sobre el linchamiento en los años cincuenta del adolescente afroamericano Emmett Till y cómo su progenitora, como una auténtica Madre Coraje, se enfrentó a esa abyección para limpiar el nombre de su hijo y denunciar el atroz crimen racista que latía detrás de ese asesinato abominable. Danielle Deadwyler, su protagonista, tiene papelazo y un buen puñado de premios.

En España, donde afortunadamente tenemos toda una nueva generación de directoras estupendas (Carla Simón, Arantxa Echevarría, Pilar Palomero, Belén Funes, Celia Rico, Clara Roquet, Carlota Pereda...), una de las que más ha interesado en los últimos tiempos ha sido la vasca Alauda Ruiz de Azúa con su ópera prima en el largo de ficción, Cinco lobitos, multipremiada película (entre otros galardones, 3 Goyas), un film (de nuevo) sobre la maternidad, o las maternidades, en dos direcciones opuestas, la de la neófita mamá que tiene bebé y lo que ello supone (no hay que entrar en detalles...), y la de la madre de esa nueva progenitora, en un drama que, aunque ciertamente nos parece sobrevalorado, es evidente que tiene interés y narra una historia percutante en su sencillez casi hiperrealista, además con gran trabajo actoral, sobre todo de las mujeres, Laia Costa (la madre joven) y Susi Sánchez (la madre de la madre, abuela por tanto, como siempre espléndida), pero también de los actores, en especial Ramón Barea.

Aftersun es otra de las películas dirigidas por mujeres que se pueden encontrar en la cartelera española del momento. Dirigida por la británica Charlotte Wells, que se estrena en el largo de ficción con esta peli (hasta ahora se había desempeñado en el formato del cortometraje), tenemos escrito de ella que es una “película-jeroglífico”, por cuanto esta historia de chica preadolescente y su joven padre (separado de la madre de la niña), en unas más o menos idílicas vacaciones en un “resort” de clase media, nos ha parecido una obra extraña en la que echamos en falta algún elemento que nos dé las claves de su último tercio. Con todo, es una obra evidentemente estimulante, a fuer de distinta, sobre las relaciones intergeneracionales, el pasado como fuente de inspiración del presente, como elemento de formación del adulto que todos seremos, salvo que la Parca llame antes de tiempo. Cuenta además con un gran trabajo interpretativo del dúo protagonista, la jovencísima Frankie Corio y el menos joven pero también estupendo Paul Mescal.

Es curioso porque quizá una de las asignaturas pendientes dentro de la dirección cinematográfica hecha por mujeres sea la de poner en escena productos comerciales: parece como si la industria (la española, pero también la europea y la norteamericana) no confiaran demasiado en la capacidad de las cineastas para llevar a buen puerto films eminentemente comerciales. Eso está cambiando, aunque muy lentamente, como confirmó hace unos años, por ejemplo, el díptico de Wonder Woman y Wonder Woman 1984, “blockbusters” yanquis encargados a Patty Jenkins, y, por lo que se refiere al tema que estamos comentando, films dirigidos por mujeres en la cartelera española, ocurre con A todo tren 2: Sí, les ha pasado otra vez, la segunda entrega de la saga llamémosla “ferroviaria” de Santiago Segura como productor, que esta vez ha sido encargada a Inés de León, para corroborar, como si no lo supiéramos, que ellas también pueden hacer cine descaradamente comercial que busca (tan lícitamente) reventar las taquillas. Pues así ha sido, aunque esta vez la recaudación no ha sido tan estrepitosamente abultada como en la primera entrega, pero debe tenerse en cuenta que la fórmula ya resulta un tanto repetitiva, y no es fácil reeditar el éxito de la primera con los mismos mimbres. De todas formas, más de uno se daría con un canto en los dientes recaudando, como lo ha hecho Inés de León, unos 6 millones de euros con esta película.

Queda mucho, muchísimo para que se alcance la lógica igualdad entre directores y directoras, en España, Europa y Estados Unidos; del resto del mundo ni hablamos: si las distancias en Occidente entre los cineastas de ambos sexos es elevada, en los países en vías de desarrollo o directamente en el Tercer Mundo, es sencillamente sideral. Pero seamos pragmáticos: pasito a pasito, esperamos, se irán corrigiendo esas desigualdades. En eso estamos...


Ilustración: Una imagen de la película Till. El crimen que lo cambió todo, de la directora afroamericana Chinonye Chuwku.