En el marco del Festival Internacional de Cine de San Sebastián, habitual sede para este tipo de actos, se ha hecho entrega del Premio Nacional de Cinematografía 2020 a la cineasta catalana Isabel Coixet. La directora, guionista, productora, publicista y ocasional cámara y actriz, agradeció el Premio en un discurso dirigido a los jóvenes que se sienten llamados por la vocación de la dirección audiovisual, un discurso (que puede consultarse pinchando en este enlace) al que no se le puede quitar ni poner una coma, y que refleja perfectamente el espíritu combativo, vitalista, feminista, progresista, de esta cineasta cuya ya dilatada obra tiene logros muy interesantes, aunque también, a veces, no haya alcanzado ese nivel. En cualquier caso, la filmografía de Coixet, a nuestro entender, justifica sobradamente este merecido Premio Nacional.
Isabel Coixet (Sant Adrià del Besòs, Barcelona, 1960) se aficionó al cine desde pequeña. Se licenció en Historia en la Universidad de Barcelona y se dedicó pronto a la realización publicitaria, faceta en la que alcanzó pronto fama por su notable capacidad creativa y visual. A partir de 1984 inicia una entonces tímida carrera en el cine con el corto Mira y verás, para cuatro años después rodar su primer largo, Demasiado viejo para morir joven (1988), que no tendrá mucho éxito... Su carrera audiovisual, a nuestro entender, se puede explicar en seis grandes “topics” o temas, que vamos a desarrollar a lo largo de los dos capítulos de este díptico.
La mujer, todas las mujeres
Si hay un tema que prácticamente atraviesa toda la obra coixetiana, de una manera transversal e inequívoca, según nos parece, ese es el de la mujer, la mujer en todas sus facetas, como protagonista de sus historias; en un cine, en un audiovisual que aún sigue manteniendo un mayoritario, a veces abrumador predominio del protagonismo masculino, las películas de ficción de Coixet presentan mujeres en papeles centrales, al menos a igual altura que los hombres, cuando no con personajes netamente superiores. Esto último ocurre, por ejemplo, en Mi vida sin mí (2003), La vida secreta de las palabras (2005), Mi otro yo (2013), Nadie quiere la noche (2015), La librería (2017) y Elisa y Marcela (2019), y en algunos casos, como en Mi otro yo, a la vez con protagonismo y antagonismo femeninos. En otros films no es tan evidente la preeminencia de la mujer, pero siempre aparece, al menos, en pie de igualdad con respecto al varón; es el caso de Cosas que nunca te dije (1996), A los que aman (1998), Elegy (2008), Mapa de los sonidos de Tokio (2009), Ayer no termina nunca (2013) y Aprendiendo a conducir (2014). De toda su obra, el único largo de ficción que no tiene esa (al menos) paridad femenina/masculina podría ser su primera película, Demasiado viejo para morir joven (1988), sin que carezca de personajes femeninos relevantes, como el de Emma Suárez. Pero el resto de sus protagonistas son, fundamentalmente, mujeres, en porcentajes muy superiores, y en personajes mucho más interesantes, complejos y decisivos que en la generalidad del cine español coetáneo.
El amor, otro amor
Si la mujer es el personaje fundamental en la obra ficcional coixetiana, el amor podría ser el tema esencial, el amor en todas sus vertientes, con frecuencia con formas esquinadas, o tangentes, o circunstanciales, o concomitantes. El amor no necesariamente físico, el amor como sentimiento, con frecuencia frustrado, a veces no correspondido, muchas veces herido, otras no comunicado. Como el amor entre seres traumáticamente lastimados, física y psíquicamente, en La vida secreta de las palabras, el hombre severamente accidentado y la mujer que guarda un hondo secreto que la taladra interiormente; o como en A los que aman, donde mujeres y hombres se enamoran perdida, absolutamente, de quienes no les corresponden, en una serie de amores cruzados de honda raigambre romántica, pero huyendo de la cursilería y centrándose en la almendra del sentimiento represado y no expresado; como tampoco fue expresado a tiempo el amor de la protagonista de Cosas que nunca te dije, y lo revelará en una cinta de vídeo (¡ay, los tiempos del Pleistoceno del VHS!) de incierta llegada a su destinatario; o será el amor ya sobrepasado, abrasado por una tragedia sin nombre, de la pareja divorciada de Ayer no termina nunca; o los amantes serán a la vez torrencialmente apasionados e intelectualmente exquisitos, como los protagonistas de Elegy, atormentada adaptación de la rothiana El animal moribundo; o el amor entre la cuarentona y el sesentón que se saben diferentes del paisaje y el paisanaje de la época en La librería, un amor tan sutil que se expresa con apenas unas miradas, un levísimo roce de dedos; o el amor absolutamente contra corriente de Elisa y Marcela, la historia real de dos maestras que se amaban física, emocional, arrolladoramente, en la Galicia de principios de siglo XX, un romance mágico en el peor momento posible, cuando el amor sáfico no podía, bajo ninguna circunstancia, decir su propio nombre.
El mundo, mi patria
Coixet es catalana, como queda dicho, y ejerce de tal; pero no de una forma victimista, como tan lamentablemente se ha hecho frecuente en los últimos años. De hecho, su renuencia al llamado “pròces” (esa vistosa cortina de humo –qué cosa más antigua...—que habría de tapar las vergüenzas del estado de corrupción instalado en las administraciones nacionalistas catalanas) le ha costado amigos y disgustos, no sé si por ese orden, y desde luego en el Palau de la Generalitat, sede del (des)gobierno actual del Principat, no la quieren ver ni en pintura. Punto a su favor, evidentemente, porque Isabel Coixet es barcelonesa, catalana, española, europea y, creemos que por encima de todo, ciudadana del mundo, sin que ninguna de esas circunstancias excluya a las otras.
El caso es que, si hay un cineasta, hombre o mujer, español, que pueda presumir (cosa que nunca hará Isabel, cuya modestia es sincera y natural) de hacer cine cosmopolita, bajo distintos pabellones y en tierras extrañas e incluso remotas, esa es Coixet. Así, ya en su segundo largometraje de ficción Isabel presentó sus cartas credenciales rodando en Estados Unidos, y nada menos que en Oregón, en la América Profunda, Cosas que nunca te dije, coproducción con el país de las barras y estrellas; en Canadá, y con cofinanciación del país de la Policía Montada, rodará Mi vida sin mí; en Irlanda y en el Ulster, en el atrabiliario paisaje de una plataforma de extracción de combustibles fósiles, hará, en coproducción con el país de San Patricio, La vida secreta de las palabras; bajo bandera norteamericana, con rodaje en la canadiense Vancouver haciendo como que era Nueva York, filma Elegy; lógicamente en la capital nipona rodará Mapa de los sonidos de Tokio, aunque solo con financiación española; Aprendiendo a conducir se filma en escenarios naturales de la Gran Manzana, con pabellón británico-estadounidense; Gales será el paisaje de Mi otro yo, rodada con capital hispano-británico; Nadie quiere la noche la hará con financiación hispano-franco-búlgara, y será rodada, entre otros parajes, en las frías nieves de Noruega; de nuevo el Ulster pondrá sus agrestes, bellísimos paisajes naturales para filmar La librería, que Coixet filma en una coproducción a cuatro manos entre España, Reino Unido, Francia y Alemania.
Consecuentemente con este cosmopolitismo, con esta vocación internacional, con esta conciencia de ciudadana (y cineasta) del mundo, Coixet ha contado con renombrados actores y actrices de muy variada procedencia; aparte de los españoles (algunos del prestigio de Penélope Cruz, Javier Cámara, Candela Peña, Sergi López y Leonor Watling), que irían de suyo en el cine hecho por una compatriota, Isabel ha tenido bajo sus órdenes a gente tan buena como Ben Kingsley, Sarah Polley, Tim Robbins, Juliette Binoche, Julie Christie, Lily Taylor, Patricia Clarkson, Dennis Hopper, Sophie Turner (sí, la Samsa de Juego de Tronos), Jonathan Rhys Meyers (sí, el carismático Enrique VIII de Los Tudor), Geraldine Chaplin, Gabriel Byrne, Emily Mortimer... una auténtica pléyade de grandes intérpretes de finales del siglo XX y comienzos del XXI. Sin duda, no hay un director o directora de nacionalidad española que pueda presentar unas cartas credenciales como estas...
Ilustración: Bill Nighy y Emily Mortimer, en una imagen de La librería (2017), de Isabel Coixet.
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