En los dos capítulos anteriores hemos hablado del cine popular y el cine más preocupado por temas trascendentes que ha ido cultivando alternativamente Steven Spielberg como director. En esta nueva entrega de este tríptico que se cierra ahora hablaremos del productor que también es el cineasta de Cincinatti.
La IMDb, la biblia del cine, como el buen aficionado sabe, censa, a la fecha en la que se escriben estas líneas, un total de 148 títulos producidos por Spielberg, incluidos todo tipo de series de televisión, miniseries, TV-movies, documentales y cortometrajes. A la vez, esa popular web inventaría un total de 54 títulos dirigidos por Steven, igualmente en todo tipo de formatos. Quiere decirse que los títulos producidos por el cineasta prácticamente multiplican por tres los dirigidos por él. En este capítulo hablaremos solo de los títulos producidos pero no realizados por Spielberg, dado que estos ya han sido glosados en las anteriores entregas de este serial.
Se puede decir, sin faltar a la verdad, que el cine producido por Steven se acerca más al tipo de cine popular que es quizá su faceta más numerosa (y conocida) como director, que la que está vinculada a temas más graves. Así, su primer film como productor, una vez alcanzado el éxito económico y la consagración con su dirección en films como Tiburón y Encuentros en la Tercera Fase, será Locos por ellos (1978), una comedia que produjo a su amigo Robert Zemeckis, al que posteriormente produciría otras pelis, también en esa misma línea comercial, como ¿Quién engañó a Roger Rabbit? (1988), y la popularísima y mítica trilogía iniciada con Regreso al futuro (1985).
En los años ochenta Spielberg se afirma como uno de los productores de cine popular más estimulantes de la época. Con su rubro surgen films que tuvieron enorme repercusión en el público y son justamente recordados como pequeñas perlas del cine “pulp”. Hablamos de Poltergeist (Fenómenos extraños) (1982), dirigida por Tobe Hooper, que revolucionó el cine de terror, como también lo hizo, en un tono muy distinto, mezclando miedo y comedia a la vez, Gremlins (1984), de su también amigo Joe Dante, y en otra variante de cine juvenil de misterio, Los goonies (1985), de Richard Donner, que goza de una consideración que, ciertamente, no comparto.
Otros títulos de interés de los años ochenta, en esa misma línea de cine popular y plenamente comercial, pero sin por ello perder el respeto al espectador (como tan frecuente es), serán El secreto de la pirámide (1985), de Barry Levinson, con un Sherlock Holmes adolescente, o los deliciosos films de animación Fievel y el Nuevo Mundo (1986) y En busca del valle encantado (1988), ambos de Don Bluth, con los que Spielberg como productor intentó plantar cara a la todopoderosa Disney.
En los años noventa, y sin dejar de producir cine comercial, Spielberg se permite el capricho de hacer lo propio con una de las últimas películas del gran Akira Kurosawa, Los sueños (1990). Es la década también de films como la versión con personajes reales de Los Picapiedra (1994), de Brian Levant, Casper (1995), de Brad Silberling, y Twister (1996), de Jan de Bont, todos ellos éxitos en taquilla que le reafirman como el productor de cine popular por excelencia del momento.
A partir del siglo XXI el cine producido por Spielberg se caracteriza por la profusión de franquicias, tanto propias (es decir, iniciadas por él) como originales de otros. Así, dentro de su saga jurásica producirá, pero no dirigirá, el tercer y cuarto segmentos de esa serie, Parque Jurásico III (2001), de Joe Johnston, y Jurassic World (2015), de Colin Trevorrow, el exitoso (en términos de recaudación) “reboot” que ha vuelto a poner la franquicia de los dinos en órbita. También en ese mismo terreno de las series fílmicas estará su producción en Men in black II (2002) y Men in black 3 (2012), ambas de Barry Sonnenfeld, y en Transformers (2007), de Michael Bay, y sus posteriores secuelas.
Al margen de las franquicias, Spielberg ha producido en este siglo XXI varios films que han tenido interés por sí mismos, sin ir unidos a ninguna serie, y en todos los casos con una intención más allá de reventar las taquillas. Es el caso de Memorias de una geisha (2005), de Rob Marshall, de tono orientalizante; el díptico Banderas de nuestros padres (2006) y Cartas desde Iwo Jima (2006), en las que Clint Eastwood nos presentaba su mirada (desde la visión de yanquis y japoneses, respectivamente) sobre la Segunda Guerra Mundial en el frente asiático; The lovely bones (2009), el fallido pero aún así estimulante regreso de Peter Jackson al cine “con personas” (para diferenciarlo, claro está, de sus series fantásticas de El Señor de los Anillos, El Hobbit, etcétera); Valor de ley (2010), el entonado “remake” que dirigieron los hermanos Coen sobre el clásico homónimo interpretado en su momento por John Wayne; y Super 8 (2011), que enlazaba con el cine de misterio juvenil que había producido Spielberg en sus inicios (recuérdese, por ejemplo, la citada Los goonies), de la mano de un director, J.J. Abrams, que tiene demostrado que se le da mejor la ciencia ficción.
Aunque durante los años ochenta y noventa Spielberg produjo varias series televisivas como Cuentos asombrosos, Las aventuras de los Tiny Toons y SeaQuest, que cosechó un sonoro fracaso, a partir del comienzo del siglo XXI su participación en la producción de franquicias televisivas se ha incrementado de forma evidente. Su nombre aparecerá entonces en seriales tales como Hermanos de sangre, Into the West, The Pacific, United States of Tara, Smash y la kingiana La cúpula, entre otras muchas.
Empezábamos este tríptico sobre la figura de Steven Spielberg recordando que la IMDb dice de él, en su presentación, que el cineasta y productor de Cincinatti es una de las personalidades más influyentes del mundo del cine. Ciertamente es una afirmación que no se puede (ni queremos) rebatir: imaginar el cine de los últimos cuarenta y cinco años sin la figura de Spielberg sería imposible: ni por las películas que ha dirigido, sean estas populares o con intenciones de trascender, pues con frecuencia han creado tendencia, moda, se han constituido en referentes, ni por las que ha producido, en las que ha dado abrigo a gente de toda laya, imponiendo un tipo de cine que, sin desdeñar incitar a la reflexión, ha entretenido, al menos, a dos generaciones de seres humanos de toda condición, de toda nacionalidad, de toda ideología, de toda religión. No está mal para aquel muchacho que, como tiene confesado, vivió una niñez y primera adolescencia acomplejado por el purismo ortodoxo de sus padres fervientemente judíos, de una férrea devoción religiosa que no auguraba que el destino de aquel tímido muchacho con gafitas no fuera otro que el de ayudar, quizá, como mucho, dirigir los rezos en la sinagoga...
Ilustración: Imagen de Banderas de nuestros padres, uno de los films que Steven Spielberg produjo a Clint Eastwood.