[Entre los días 25 y 28 de Enero de 2024 se ha celebrado en Sevilla, en el Centro de Iniciativas Culturales de la Universidad de Sevilla (CICUS), el llamado Seminario Summers, con una serie de conferencias y mesas redondas en torno a la figura del polifacético artista sevillano, siendo un evento coordinado por Miguel Olid y Fran G. Matute. El autor de estas líneas intervino en el mismo con una charla titulada “Constantes temáticas en el cine de Summers”, cuyo texto, corregido y aumentado con una serie de párrafos eliminados para ajustarse a la duración prevista de la conferencia, procedemos a publicar en Criticalia en varias entregas.
El lector interesado en el cineasta sevillano también puede consultar en Criticalia el artículo titulado Manuel Summers: bajo el disfraz del francotirador insolidario, del que es autor el catedrático Rafael Utrera Macías.]
Hace unos años mi amigo y colega Miguel Olid me habló de su intención de hacer una reivindicación en toda regla de la figura del cineasta Manuel Summers, un cineasta que, a su juicio, merecía ser recordado como uno de los directores españoles más interesantes de su tiempo. Algún tiempo después, Miguel me preguntó por mi opinión sobre Summers como cineasta, y le dije lo que en aquellos años sentía, que mi impresión, lógicamente tamizada por el paso del tiempo, era la de que fue un artista con algunas cosas apreciables y de interés, y otras que no lo eran tanto, incluso que eran muy cuestionables. También le comenté que, aunque no había visto toda su filmografía, tenía muy buen recuerdo de sus primeras películas, Del rosa... al amarillo, La niña de luto y El juego de la oca, pero también de alguna de su última etapa, como la estupenda Ángeles gordos.
Sin embargo, a raíz de que en el último trimestre del año 2023 Miguel tuviera la gentileza de invitarme a dar una conferencia sobre las constantes en la obra de Summers, he tenido ocasión de visionar en su totalidad la filmografía como director del sevillano; ello significó ver de nuevo películas que ya conocía, pero también contemplar por primera vez algunas que no había visto, y tengo que decir, en honor a la verdad, que mi opinión ha variado para mejor, y de forma considerable; y es que lo que en su momento pudo parecer, con frecuencia, chocarrería o astracanada, ahora, tres décadas largas después de su muerte, adquiere unos insospechados perfiles, unos inesperados matices de, sobre todo, modernidad, de rebeldía a toda costa, de insobornable independencia, de una creatividad a raudales.
Como quiera que prácticamente todos los films del cineasta sevillano aparecen en sus títulos de crédito identificados como “Una película de Summers”, en lo que nos parece una evidente reafirmación autoral (tema que desarrollaremos más adelante en posterior entrega), hemos creído conveniente utilizar esa rotunda frase para titular, simbólicamente, esta serie de artículos en los que hablaremos sobre su cine.
Empezaremos con una curiosidad que nos parece muy peculiar: como es sabido, es relativamente frecuente que sobre algunos personajes históricos de otras épocas cuyo lugar de nacimiento no está taxativamente fijado, haya controversia sobre la localidad exacta en la que vieron por primera vez la luz; son típicos y tópicos el caso de Miguel de Cervantes, sobre el que hasta el siglo XVIII, en el que se descubrió su acta bautismal, hubo dimes y diretes sobre si su lugar de nacimiento fue, o no, la madrileña Alcalá de Henares, en detrimento de otras poblaciones que también se postulaban como tales, como era el caso de Alcázar de San Juan y Consuegra; y no digamos la figura de Cristóbal Colón, el muy itálico Cristoforo Colombo, al que, aunque la mayor parte de las fuentes fiables sitúan su nacimiento en Génova, hay quienes aún sostienen que lo hizo en Portugal e incluso, en uno de esos delirios catalanófilos que proliferaron durante el procés, en la mismísima Cataluña. Decimos esto porque esas dudas sobre el lugar donde vieron la luz por primera vez eminentes figuras mundiales se ha reproducido, sorprendentemente, también con Manuel Summers, quien, a pesar de estar perfectamente documentado su nacimiento en Sevilla, el 26 de marzo de 1935, no es difícil encontrar en internet referencias a una supuesta naturaleza onubense; es posible que el hecho de que el padre de Manuel Summers, Francisco Summers, sí fuera huelveño (de la Palma del Condado, concretamente), haya podido inducir a error en cuanto al lugar donde nació Manuel, aparte de que el propio cineasta mantuvo durante toda su vida una gran vinculación con la provincia de Huelva, en especial con Lepe, donde pasó muchos veranos; en cualquier caso hemos querido traer aquí esa anécdota porque nos parece significativo que otra ciudad, en este caso la capital onubense, reivindique ser la patria chica del cineasta: parece claro que, si Summers no fuera un artista apreciado, no habría reivindicación que valiera y nadie reclamaría ser su cuna...
Es nuestra intención hablar extensamente sobre las constantes que, a nuestro juicio, se pueden apreciar en la obra cinematográfica de Manuel Summers, pero parece oportuno que previamente a ello repasemos y comentemos las películas que componen esa obra para situarnos mejor en ella y sepamos las circunstancias de todo tipo que las rodearon. Lo haremos ciñéndonos a los veinte largometrajes y una serie televisiva que Manuel dirigió a lo largo de su vida. Por tanto, no formarán parte de estas palabras las películas en las que Summers solo aportó el guion, la interpretación o la producción, considerando que, aunque evidentemente había en esos desempeños profesionales algunas aportaciones del genio del sevillano, en puridad solo en aquellas películas que dirigió se pueden establecer unos parámetros “autorales”, se puede considerar, sin lugar a duda alguna, como su obra genuina.
Nos parece importante resaltar, antes que nada, una de las peculiaridades más llamativas de Summers: su versatilidad, su polifacetismo, su cualidad de artista poliédrico, de artista total. Precisamente a ello tuvimos ocasión de referirnos en el transcurso de un sentido homenaje que tuvo lugar el 18 de marzo de 2018 en el Ateneo de Sevilla, auspiciado por Miguel Olid; en ese acto, con presencia de parte de la familia del artista, así como de varias personalidades del mundo del cine (recuerdo a vuela pluma a los productores Gervasio Iglesias y Olmo Figueredo, y al catedrático Rafael Utrera Macías), se rindió tributo a Summers, con motivo del entonces vigésimo quinto aniversario de su fallecimiento; en el mismo, Miguel me invitó a decir unas palabras sobre el cineasta sevillano, y en estas breves frases intentamos condensar nuestra opinión sobre la esencia de Manuel:
“Quisiera recordar su faceta de artista de alguna forma renacentista: humorista, dibujante, actor, director, guionista, productor..., y, por supuesto, su faceta de "outsider", de persona que no se adscribió nunca a ninguna corriente ni escuela, por mucho que los historiadores insistan en meterlo con calzador en el Nuevo Cine Español. Merecidísimo recuerdo a un grande que se arruinó varias veces y nos dio muestras de un talento multiforme e inusitado”.
Manuel Summers nace en 1935 en Sevilla, en el seno de una familia acomodada que tuvo nueve hijos, familia en la que el padre era Francisco Summers e Isern, de ancestros irlandeses, y la madre Emilia Rivero. El padre, abogado, era miembro de la carrera judicial, en la que alcanzó diversos y relevantes grados, como teniente fiscal de la Audiencia Territorial de Sevilla, cargo en el que se encontraba cuando nació su hijo Manuel. Tras el estallido de la Guerra Civil, Francisco Summers se adhirió a los planteamientos de los sublevados. A partir de ahí su vinculación con la dictadura fue total, desempeñándose sucesivamente como gobernador civil de Huelva, jefe provincial de Falange Española Tradicionalista y de las JONS (el partido en el que se apoyó Franco para armar ideológicamente el régimen), gobernador civil de la provincia de Granada, procurador en las Cortes de Franco, y hasta miembro del Consejo Nacional del Movimiento, el ente guardián de las esencias ideológicas del régimen.
Como es de suponer, ese padre muy conservador no debió sentirse precisamente muy feliz ante el hecho de que no uno, sino hasta cuatro de sus hijos (Manuel, Guillermo, Francisco y Tomás) decidieran dedicarse al mundo de la farándula, en muy diversas ocupaciones: Manuel como dibujante, guionista, director, actor...; Guillermo como guionista y presentador de televisión; Tomás, como productor televisivo y ocasional guionista; e incluso Francisco, el primogénito, que aunque ejerció profesionalmente como abogado, también hizo sus pinitos en el guion, firmando varios libretos cinematográficos. Es cierto que en la familia había un ilustre antecedente de vocación artística, porque el hermano de Francisco Summers Isern, llamado Ricardo, que firmaba sus obras como “Serny”, se dedicó profesionalmente durante toda su vida a la pintura y, especialmente, al dibujo, en este último caso mayormente dentro del género del humor, como lo haría posteriormente su sobrino Manolo; “Serny” publicó sus viñetas, de dibujos muy estilizados, en buena parte de las revistas de la época, siempre al calor del régimen franquista al que él también se había adherido.
Así las cosas, con el padre ejerciendo de solemne paterfamilias, implicado hasta el tuétano en un sistema político de corte totalitario, un régimen no precisamente benévolo con la cultura, y mucho menos con el humor, tendremos ya servida una de las características fundamentales en el cine de Manuel, la rebeldía a todo trance, una rebeldía que el jovencísimo sevillano probablemente tuvo que enarbolar desde su infancia y adolescencia para conseguir encaminarse hacia el mundo del arte, tema que desarrollaremos más adelante en un capítulo posterior.
Manuel Summers, a instancias de la familia, inició estudios de Derecho, que compaginó con su verdadera vocación, la pictórica enfocada hacia el humor, formándose en Madrid en la prestigiosa Academia de Bellas Artes de San Fernando. Posteriormente, también en la capital de España, ingresa en el llamado Instituto de Investigaciones y Experiencias Cinematográficas, que posteriormente se transformaría en la que sería mítica Escuela Oficial de Cine, alma mater de la mayor parte de los directores que la Historia del Cine engloba dentro del llamado Nuevo Cine Español: Carlos Saura, José Luis Borau, Miguel Picazo, Basilio Martín Patino, Mario Camus, Jorge Grau, Pilar Miró... El sevillano se gradúa en Dirección con dos prácticas de fin de carrera, sendos cortos titulados El muertín y El viejecito, que ya prefiguran algunas de las características del futuro cine profesional de Manuel Summers, como la mirada compasiva hacia los más desfavorecidos, en un tiempo en que tal cosa era una rara avis en el cine hispano.
Ilustración: Cartel del Seminario Summers, celebrado en el CICUS de Sevilla.
Próximo capítulo: “Una película de Summers”: análisis del cine dirigido por Manuel Summers. 1963/1965.