Steve McQueen (nada que ver con su homónimo el actor norteamericano, inolvidable protagonista de filmes como Los siete magníficos, El caso Thomas Crown o Bullitt) se está revelando no sólo como un cineasta brillante, hondo y complejo, sino además como un director de notable versatilidad. Así, en los tres largometrajes que ha realizado hasta el momento de redactar este texto, ha pasado de la biografía de Bobby Sands, el activista irlandés que murió en la cárcel a consecuencia de una huelga de hambre, en Hunger (por cierto, inédita en España), al relato sobre la vida de un adicto al sexo a la vez que refractario al amor, en Shame, en la muy cosmopolita Nueva York del siglo XXI, a contarnos ahora, en 12 años de esclavitud, una historia basada en hechos reales, acontecida en los Estados Unidos de mediados del siglo XIX, cuando un hombre negro libre que vivía apaciblemente en Nueva York con su mujer y dos hijos, y que se ganaba muy bien la vida como virtuoso violinista, es secuestrado por dos desalmados que se hacen pasar por posibles contratantes para espectáculos musicales, cuando lo que querían, y consiguen, es drogarlo y venderlo como esclavo en un estado sureño, donde un negro sin papeles tenía menos porvenir que un pavo en Navidad.
Así las cosas, el protagonista, cuando reivindica su estatus de hombre libre, es apaleado sin piedad, por lo que pronto se da cuenta de que hacerlo sólo le traerá dolores sin cuento, tal vez la muerte; empezará entonces un calvario de doce años en los que será esclavo bajo otro nombre y para diversos amos, teniendo que sufrir entonces el tormento de no ser libre, de no vivir con su familia, de no dedicarse al noble oficio de la música, de estar al arbitrio que pluguiera al amo blanquito de turno.
McQueen opta aquí, al contrario que en la brillante Shame, por un estilo más clásico, casi tradicional, un relato lineal apenas pespunteado por algunos flashbacks o flashforwards que subrayan levemente ciertos momentos esenciales de la historia, como aquél en el que el entonces esclavo intenta procurarse los medios para escribir una carta que, tal vez, le traiga la salvación. Aún así, son brutales algunos de sus recursos, como el que nos permite, casi a la manera del Jacques Becker de La evasión, asistir al intento de linchamiento del protagonista y su salvación, una larguísima escena en la que el titular sobrevive apenas sostenido por sus propios pies, que casi no tocan el suelo.
12 años de esclavitud es, también, la historia de una progresiva insensibilización: el protagonista, un hombre ético y humanista, irá perdiendo poco a poco su propio carácter ante el desguace moral al que es sometido en un ambiente en el que es algo más que un mueble, algo menos que un animal. Pero es que McQueen, en su durísima película, también traza la evolución del inicial ser humano pleno que aspira a vivir hasta el que, resignada, calladamente, se conforma con sobrevivir.
Filme que, como el propio director ha reconocido, tiene que ver también, como otras películas antirracistas coetáneas (Lincoln, Django desencadenado, El mayordomo), con la ascensión de un hombre negro, Barack Obama, a la primera magistratura del país, resulta un zurriagazo en las conciencias: por si no nos habíamos enterado, el esclavismo, en Estados Unidos o en cualesquiera otros países del mundo, ahora, antes o en el futuro, es una de esas lacras por las que, mientras haya un solo esclavo sobre la Tierra (y me temo que aún hoy hay muchos miles), el ser humano no podrá llamarse a sí mismo realmente humano. Hay en ese tema un venero inagotable; hasta ahora la perspectiva que solíamos ver era la paternalista de los directores blanquitos que se sentían apenados, pobrecitos, en su alma blanca y liberal por aquellos años, aquellos siglos de ignominia. Bien está que sean ahora cineastas negros (aunque sean ingleses, como es el caso de Steve McQueen), los que den su visión sobre aquella etapa indignante del país más poderoso de la Tierra.
Excelente trabajo el de Chiwetel Ejiofor, sobre el que recae todo el peso del filme, un matizado trabajo que requerirá pasar progresivamente de ser el hombre respetado del principio a convertirse en el ser esclavizado, casi cosificado, que habrá de sufrir las sevicias de una vida sin vida. Entre los intérpretes blancos me quedo con Michael Fassbender (actor fetiche de McQueen, para el que ha actuado hasta ahora en todos sus largometrajes), que compone un personaje de muchas facetas, un tipo duro pero encoñado de una negra a la que sin embargo detesta por mor de los celos que despierta en su esposa. Además hay una buena tanda de estupendos secundarios, como el gran Paul Giamatti o Paul Dano, que lleva camino de convertirse en el malo por excelencia del cine USA, con lo joven que es…
12 años de esclavitud -
by Enrique Colmena,
Dec 22, 2013
4 /
5 stars
Vivir o sobrevivir
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