Pelicula:

No voy a decir aquello de “ya lo dije yo…”, porque me parece una frase lamentable, por no decir miserable. Sólo sugiero la lectura de mi artículo de CRITICALIA titulado A propósito de los despropósitos de "El Capitán Alatriste", para comprender como casi todo lo allí dicho se ha cumplido a rajatabla. Pero entonces estábamos ante un proyecto y un rodaje, y hoy ya podemos hablar de la película.


El primer error evidente es el de la falta de un guión consistente, y no deja de ser chocante cuando Díaz Yanes, antes que director, fue reputado guionista; quizá la participación del propio autor de las novelas, Arturo Pérez Reverte, haya hecho que el curtido libretista se haya plegado a cuantas “sugerencias”, por llamarlas de alguna forma, haya hecho el ilustre académico, que ya se sabe que ese cargo da mucho poder de persuasión…


Se han sintetizado las más de mil quinientas páginas que componen en su conjunto las cinco novelas hasta ahora publicadas de la saga, en algo menos de 150 minutos, a una media de un minuto por cada diez páginas; dicen que una imagen vale más que mil palabras, pero parece un resumen excesivo. La vertebración de todo ese ingente material no ha sido precisamente brillante: no se trataba de acumular historias, batallitas y duelos, sino de que todo ello tuviera una coherencia narrativa de la que, me temo, carece. Hay varias líneas argumentales (el padrinazgo de Alatriste sobre Iñigo de Balboa, el amor del capitán por la actriz, las conspiraciones palaciegas, su amistad/enemistad con el conde de Guadalmedina, su hosca relación con el matarife Malatesta…), pero pocas veces tienen vinculación unas con otras, pareciendo estar escritas para películas distintas.


Así las cosas, la película tarda en entrar en materia, y algunos episodios, como el crucial de la emboscada de Alatriste y Malatesta contra el príncipe de Gales y el duque de Buckingham, están resueltos de media estocada (nunca mejor dicho…), sin el relieve y la importancia que tendrá en el conjunto de la historia: ahí es nada, el comienzo de la perdición del capitán.


Es verdad que, conforme va avanzando, se van viendo algunas ráfagas de buen cine: los presidiarios, comandados por Alatriste, avanzando fantasmagóricos por un paisaje de arena blanquísima; la visita del protagonista a su amada en el hospital sifilítico, una perla de amor engastada en una tan ruinosa relación; el momento clave de la traición de Angélica, filmada descendiendo por una escalera que nunca llegará a terminar de bajar… Pero son momentos aislados, que no consiguen redimir, como debieran, esta visión oscura y pesimista de nuestro Siglo de Oro, el mismo momento temporal en el que una pléyade de artistas como jamás hubo en este país (Quevedo, Góngora, Lope, Velázquez, Calderón, Tirso, Murillo…) compartió su extraordinario talento con el comienzo del desplome político del Imperio Español, bajo el gobierno del valido Olivares.


Reconoceremos, porque es de ley, que el empeño presupuestario ha sido extraordinario, y que se ha hecho un gran esfuerzo por recrear aquel momento trascendental de la vida de España: la bella fotografía de Paco Femenía ha sido tildada, con razón, de velazqueña, utilizando la misma paleta de colores, la misma luz, los mismos encuadres que el gran pintor sevillano; la música de Roque Baños es audaz, sobre todo cuando introduce en el heroico final (por cierto, muy en la línea de Murieron con las botas puestas…) nada menos que una marcha procesional de la Semana Santa hispalense; vestuario, maquillaje, peluquería… todo brilla a gran altura.


Los actores, en general, bien, con un Viggo Mortensen que, como se preveía, conviene al personaje central, aunque quizá le falte un punto de mala leche; Eduardo Noriega resulta creíble como el grande de España escindido entre su amistad por el capitán y su devoción por el rey; quizá el mejor de todos sea Javier Cámara, con un más que plausible conde-duque de Olivares, y no digamos Blanca Portillo como implacable inquisidor de melifluas formas, en un travestismo de “casting” sin duda no precisamente involuntario…


Las féminas que ejercen de tales, Ariadna Gil y Elena Anaya, bien, sin alharacas; sobre todo a la segunda se le echa en falta la perfidia que emana la Angélica de Alquézar de las novelas revertianas. En definitiva, un gran proyecto que podría haber sido una gran película. El resultado tiene su interés, pero dista de lo que pudo haber sido…



Alatriste - by , Sep 06, 2015
2 / 5 stars
Me lo temía