Chus Gutiérrez (nacida María Jesús Gutiérrez; Granada, 1962) es una guionista, directora y eventual actriz de ya larga carrera. Empezó haciendo cine hace ya más de treinta años, con un curioso pequeño film rodado en Nueva York, Sublet (1993), de alguna forma autobiográfico, con el tema de fondo de los problemas para alquilar vivienda en la Gran Manzana, para después hacer otra peculiar cinta, el documental Sexo oral (1994), en el que un buen número de personas anónimas se prestaba a hablar de sus experiencias sexuales ante la cámara. Su filmografía posterior ha sido dispar, combinando productos comerciales como Alma gitana (1996) o Sin ti no puedo (2022), con otros más personales, como Poniente (2002) o Retorno a Hansala (2008), sobre el lacerante tema de la inmigración en pateras, o de corte moderadamente feminista, como El calentito (2005), sobre una curiosa banda punki de mujeres.
De Caperucita a loba en solo 6 tíos parece buscar una síntesis entre sus dos líneas en la dirección cinematográfica, la comercial y la más personal. En la primera de esas líneas habrá que decir que en salas fue muy mal, con poco más de 22.000 espectadores (fuente: Ministerio de Cultura); es cierto que su vocación era formar parte del catálogo de la plataforma Prime Video, como estaba acordado de antemano, pero en cualquier caso está claro que en la gran pantalla tuvo escasa repercusión. Algo mejor es su aspecto más personal; sin ser nada del otro jueves, sí es cierto que nos parece que hay un tono brillante, peculiar, distinto, que le da cierta personalidad no exenta de atractivo.
La película se abre con la protagonista, Marta (como la actriz que la interpreta, a su vez guionista del film, Marta González de la Vega) hablando a cámara, sobre cómo pasó de Caperucita a loba... vemos cómo se monta en un autobús y pide ir 4 años atrás... a lo largo del film veremos que con frecuencia sube a buses y taxis y pide a los conductores viajar hacia atrás en el tiempo, con toda naturalidad, como así se lo toman esos chóferes... A partir de ahí iremos viendo los seis casos con otros tantos seis tíos a los que se refiere el título, empezando con el primero, un ex al que se encuentra en la farmacia comprando condones, cuando ella iba a por antidepresivos ante su nula vida sexual, motivo por el que la prota, para no evidenciar que no se come una rosca, se hincha a comprar todo tipo de productos relacionados con el sexo; al final termina ligando con un pagafantas y acaban acostándose...
Evidentemente, estamos ante un film en buena medida surrealista; no es el realismo su tema, aunque, por supuesto, en esos disparates surrealistas puede haber (y hay) mucho de verdad sublimada, en esta comedia sobre lucha de sexos, desde luego muy distinta de la que hicieron famosa los yanquis en el período clásico y espléndido de los años treinta, cuarenta y cincuenta del pasado siglo XX. Hay un tono de ironía, cuando no de sorna, sobre las relaciones entre hombres y mujeres, con una visión, es evidente, femenina del tema, lo que, por supuesto, no le quita valor: generalmente la visión en cine ha sido siempre masculina, así que ya era hora de que ellas también hicieran cine desde su perspectiva. Hay mucho metalenguaje en el film (ya lo es lo de romper la cuarta pared al mirar a cámara, lo que hacen con desparpajo casi todos los personajes), con cosas como que lo que se nos cuenta, en realidad, no es sino un guion que está escribiendo, de forma autobiográfica, la protagonista, también un poco a modo de elemento exorcizador de fantasmas.
A lo largo de la película iremos conociendo a esos seis tipos de hombres del título (una clasificación como cualquier otra), desde el supuesto rollo de una noche al amigo con derecho a roce, el “flipao” narcisista, el que reaparece, el tío buena gente y hasta el sobrero, el que tenía de reserva por si no funcionaban los anteriores. A lo largo de este deambular de tíos por su vida y por su cama iremos viendo que ella, la prota, también tiene sus neuras, sus peculiaridades no precisamente muy positivas, pero irá aprendiendo que lo importante es reírte de cualquier final.
El tono es permanentemente de coña, lo que se agradece, que no se tome demasiado en serio a sí misma. Ese tono cachondo y desinhibido quizá sea su mejor baza, también la de no ser beligerante en la lucha de sexos, sino tomársela a chacota para echarse unas risas, a ser posible entreveradas de algunas reflexiones sin mucha comedura de coco aunque, es cierto, con bastante mala leche.
Con una buena puesta en escena (Gutiérrez es una muy solvente profesional como cineasta) y con algunas escenas cuanto menos impactantes, como ese unicornio cabalgando por plena Gran Vía de Madrid (dicen, con guasa, que van a habilitar un “carril-unicornio”...), la película nos parece que es una mirada agradablemente descreída y desenfadada sobre las relaciones sentimentales y sexuales en nuestro tiempo, un film con un punto estrafalario bastante curioso, auspiciado también por unos corrosivos diálogos que funcionan muy bien en su tono intencionadamente sarcástico.
Correcto trabajo actoral, con la protagonista (además de guionista) Marta González de la Vega muy en su papel (se intuye que más de una peripecia –y de dos...- de las que se cuentan son más o menos autobiográficas), una actriz con una evidente vis cómica, que ella explota adecuadamente. Entre los secundarios aparece Santiago Segura, que para eso es coproductor del film, pero también una vieja gloria, Josele Román, como siempre estupenda.
(14-04-2024)
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