Tras iniciarse en espacios culturales de Televisión Española como Cultura 2 y Escrito en América, el realizador José Luis Cuerda se estrenó en pantalla grande con la comedia Pares y nones (1982), que pareció buscar la estela de la ya por entonces declinante Comedia Madrileña. Su siguiente film para el cine (además de una TV-movie, Total, que pasó más bien desapercibida) fue esta afortunada versión de la novela homónima de Wenceslao Fernández Flórez. El bosque animado se constituye en su momento en todo un acontecimiento cinematográfico en España, con apreciable repercusión en taquilla y en crítica, y siendo además la película que conseguirá alzarse con el mayor número de galardones (un total de cinco) en la primera edición de los Premios Goya, que tuvo lugar en 1988.
Con un guion en estado de gracia del gran Rafael Azcona, Cuerda consigue dar con el punto exacto de interés, combinando humor y costumbrismo rural. Se trata de una muy divertida comedia ambientada en una Galicia umbría y bucólica, con ladrones de guante blanco, solteronas asustadizas por las meigas y peculiares almas en pena. Alfredo Landa está genial como el bandido Fendetestas, uno de los mejores personajes de su fecunda carrera. El estupendo reparto se completa con nombres como Fernando Valverde (en un personaje bombón), Miguel Rellán, Encarna Paso y Alicia Hermida, entre una pléyade de los mejores secundarios del cine español de la época.
El bosque animado fue una de las películas beneficiadas por los incentivos de la llamada Ley Miró, que buscaba, con acierto, que el cine español combinara calidad y comercialidad. Cuerda, a partir de entonces, mantuvo una intermitente actividad como director, con algunos títulos de interés, como La lengua de las mariposas (1999) y Los girasoles ciegos (2008), además de algunas comedias que buscaban su comicidad en un humor del absurdo como Amanece, que no es poco (1989) y Así en el Cielo como en la Tierra (1995), muy celebradas en su momento pero sin entidad real. Entre los méritos de Cuerda cabe también adjudicarle el de descubrir a Alejandro Amenábar, al que posibilitó el rodaje de su primer (e impactante) film, Tesis (1996).
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