Pelicula:

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Ciertamente no parecía previsible que Fernando León de Aranoa nos presentase una comedia, aunque sea negra, como esta El buen patrón. Y no lo parecía porque en la filmografía del circunspecto guionista y director madrileño no abunda precisamente ese género; antes al contrario, su cine está más hecho de dramas, por no decir dramones: Los lunes al sol, Barrio, Princesas, Amador... Pero siempre cabe recordar que en sus inicios como guionista escribió los libretos de comedias como ¡Por fin solos! y Los hombres siempre mienten (sí, no eran precisamente títulos excelsos...), e incluso su primer film como director, la estupenda Familia, era también una comedia entreverada de drama, una dramedia al fin y al cabo.

Así que El buen patrón tampoco le pilla de improviso... La acción se desarrolla en nuestros días, en una innominada comunidad autónoma, donde Julio Blanco, empresario propietario de Balanzas Blanco, negocio que heredó de su padre, se dirige a sus empleados para informarles que en los próximos días recibirán la visita de una comisión del gobierno regional para evaluarlos como empresa candidata a un premio a la excelencia, lo que redundaría en importantes subvenciones que el patrón quiere conseguir. Pero las cosas se empiezan a poner feas cuando uno de sus exempleados, despedido en un ERE, monta un pollo con sus hijos de corta edad en la propia fábrica, y después, frente a ella, a la entrada, acampando con pancartas cuyos eslóganes le ayuda a escribir el más bien ingenuo segurata del control de acceso. A ello se suma la llegada de una becaria de cuerpo de nínfula, a cuyos encantos Blanco no parece impávido, más los problemas de alcoba de su mano derecha en la producción, amigo de la infancia, que está provocando serias dificultades en los pedidos, más la prensa que se quiere hacer eco del despedido de la puerta...

Como decíamos, no parecía que León de Aranoa fuera un cineasta proclive a la comedia, pero está claro que El buen patrón no tiene nada que ver con, por ejemplo, Padre no hay más que uno, ni siquiera con Ocho apellidos vascos. Lo suyo es más bien un humor negro, a la manera del cine de Berlanga, aunque sin Azcona ni tampoco la corrosividad carpetovetónica del cineasta valenciano del que este año se celebra el centenario de su nacimiento. Dicho lo cual, hay que decir pronto que El buen patrón funciona: y funciona porque el retrato de este empresario de provincias, siendo tópico, es también típico, y seguramente incluso arquetípico, además de obviamente caricaturesco; y es que es reconocible ese tipo de empresario que ha creado (o heredado, como se subraya aquí por una esposa no demasiado quisquillosa...) una sociedad de corte familiar, en la que ese patrón actúa, quizá con la mejor de las intenciones (o quizá la peor: beneficiarse de ello...), como un padre para los empleados. Ese paternalismo que suele llevar carga de profundidad, y no precisamente munificente, está en la raíz de la relación patronal/trabajadores que aquí se establece, en una visión ciertamente muy de izquierdas, como es la del propio León de Aranoa; nacido, por cierto, en Mayo del 68: ¡eso es estar predestinado!

El director plantea su película como una especie de campo de minas que el empresario, que se las prometía muy felices para conseguir el dichoso premio a la excelencia (a la postre una plaquita de plata que poner en la pared...), tendrá que ir salvando como buenamente pueda. Así, Blanco, el protagonista, sufrirá su particular semana de pasión mientras intenta que no se le vaya de las manos la empresa con los distintos frentes abiertos. Ahí quizá radique cierto talón de Aquiles del film, al presentar León de Aranoa su película como una serie de microhistorias, bien que razonablemente concatenadas para que todas confluyan hacia un final ciertamente irónico, por no decir sarcástico: y es que, como dice el protagonista, que se ufana siempre del equilibrio de los artilugios que vende, a veces hay que trucar la balanza para que todo cuadre...

A buen seguro que no era la intención del director, pero entendemos que esa “serie de catastróficas desdichas” (gracias, Lemony Snicket), en el fondo, contribuyen en alguna medida a que el espectador, al menos el que no está muy ideologizado (o sea, casi todo el mundo...), sienta un cierto proceso de identificación con este ¿pobre? hombre al que, salvo quedarse embarazado, le pasa de todo. Con lo cual la intención, más o menos velada, de hacer una denuncia de ribetes paródicos sobre el empresario familiar paternalista que, llegado el caso, recurre a todas las trapacerías, legales o ilegales, para conseguir sus objetivos, se quedaría en agua de borrajas.

En cualquier caso, el film se deja ver con agrado, con una sonrisa cómplice a poco que se conozca el tejido empresarial y su, con más frecuencia de la deseable, tendencia a hacer de su capa un sayo. Film que busca, y generalmente consigue, la complicidad del espectador, que no intenta provocar la risa, mucho menos la carcajada, sino más bien la sonrisa irónica, El buen patrón no sería lo que es sin el inmenso talento de un Javier Bardem que dota a su personaje de la humanidad que, probablemente, no estuviera presente en el guion. Pero Bardem, al que no vamos a descubrir ahora, confirma, como ya sabíamos, su notable ductilidad, su capacidad para hacer cualquier papel con la solvencia y la maleabilidad de los grandes.

A su lado, claro está, el resto de los intérpretes palidece. Manolo Solo también está muy bien, como por lo demás es lo habitual en el notable actor algecireño; un par de menciones, una para la jovencísima Almudena Amor, que puede hacer estragos en el cine futuro, y otra para Fernando Albizu, que compone un entrañable segurata con tendencia a los ripios con rima asonante.

(18-10-2021)


Género

Nacionalidad

Duración

132'

Año de producción

Trailer

El buen patrón - by , Feb 26, 2022
3 / 5 stars
Trucar la balanza