Esta película está disponible en el catálogo de Rakuten, Plataforma de Vídeo Bajo Demanda (VoD).
José Luis Garci rodó a principios de los años ochenta El crack (1981), una inesperada aportación al cine negro a la española, un género que, ciertamente, tuvo su buen momento en los años cincuenta y hasta mediados de los sesenta, con films hechos en Barcelona y Madrid, y que supusieron un vigoroso venero al “film noir” mundial. Hablamos de películas como Apartado de Correos 1001, Los atracadores, Distrito Quinto, A tiro limpio o El salario del crimen, entre otras muchas, que forjaron con nitidez la etiqueta de cine negro español. Sugerimos en este sentido la lectura en Criticalia de nuestro artículo titulado Una aproximación geográfica al cine policíaco español (I). El duopolio Madrid-Barcelona durante el franquismo.
El crack llamó poderosamente la atención por la sabia combinación que hizo Garci de clasicismo, modernidad y españolidad, contándonos una historia que se manejaba con soltura con las claves del “film noir” americano, pero situándola en un contexto (histórico, geográfico, temático) inequívocamente hispano, una historia en torno al detective privado Germán Areta. Un año después haría el melodrama Volver a empezar (1982), manifiestamente inferior, aunque ganó el primer Oscar que hasta entonces había conseguido España, e inmediatamente después rodaría El crack dos (1983), continuación de la peripecia vital y profesional de Germán Areta, todavía manteniendo el tono del original, aunque quizá ligeramente inferior en cuanto a calidad e interés.
Ahora, cuando ya Garci parecía retirado (o al menos así lo había manifestado), 38 años después de la primera entrega de aquel díptico, vuelve al universo Areta en esta El crack cero, una precuela que se sitúa 6 años antes de la fecha de la primera película, en este caso en los días previos y posteriores a la muerte de Franco, en noviembre de 1975. Germán Areta está ya establecido como investigador privado en su agencia “Areta Investigación”, habiendo dejado unos años antes la Policía tras un turbio asunto en el que se sintió atrozmente desamparado por sus jefes. Una mujer, Remedios, le visita en su agencia y le pide que investigue el supuesto suicidio de su amante, un famoso sastre madrileño. Cuando Areta empieza a profundizar, se da cuenta de que hay gente muy importante que no tiene interés en que se remueva el caso...
Quizá el mayor problema de El crack cero, y a la vez su mejor baza, sea su mirada cargada de nostalgia hacia un tiempo pasado, pero también hacia unas películas, el díptico garciano de los años ochenta, de tal manera que en este nuevo film rodado casi cuatro décadas después se pueden apreciar prácticamente los mismos temas, la misma estructura, los mismos detonantes: así, cuando el film se inicia y vemos una escena de fuerte tensión y violencia, que Areta resuelve expeditivamente, ya intuimos, por no decir que ya sabemos, que se nos va a ofrecer una historia en cañís tonos negros en la que habrá un crimen por resolver, un detective pisando callos de gente con mucho poder, el asesinato de alguien muy próximo al protagonista, y la correspondiente venganza con métodos nada legales; también que habrá interludios con hermosas imágenes del paisaje urbano madrileño, mayormente en tomas de noche, que sonará de fondo la nostálgica música de Jesús Gluck que ya estaba en las dos primeras entregas de la saga, y que en algún momento la historia se situará en Navidades.
¿Quiere ello decir que El crack cero carece de interés, que es un mero pretexto autorreferencial? No. Tiene su autonomía, la historia, aun dentro de los mismos senderos de las anteriores, resulta atractiva, con sus oscuros vericuetos en los que el poder, el Poder se embosca para mantener su estatus privilegiado, para tapar sus taras, sus sórdidas triquiñuelas de gente abyecta de exquisitas maneras. Pero también es cierto que el tono baja un peldaño con respecto a las anteriores entregas del personaje, como si esa mirada nostálgica hacia lo que fue y ya no es ni puede ser jugara en su contra, como si estuviéramos, de alguna forma, en un cierto ejercicio de onanismo cinematográfico. Tampoco ayuda en este caso el hecho, que ya habíamos contrastado anteriormente en el cine de Garci, de que el cineasta madrileño hace tiempo que perdió el oremus a la hora de escribir diálogos, incurriendo con frecuencia en cháchara, ese veneno para el interés del espectador; así, solo cuando habla Areta el laconismo del personaje funciona en el buen sentido, mientras que el resto de roles se pierde con frecuencia en verborreas insustanciales y manifiestamente prescindibles.
Film hermosamente rodado, en un blanco y negro que, curiosamente, rompe con la norma de los dos “cracks” anteriores, que fueron rodados en color, El crack cero pondrá fin (la magra recaudación del primer fin de semana así lo hace prever) a una saga interesante, que en su momento marcó un pistoletazo de salida para retomar el cine negro a la española (véase, a este respecto, nuestro artículo publicado en Criticalia titulado Una aproximación geográfica al cine policíaco español (y II). La descentralización llega con la democracia).
Carlos Santos retoma con éxito el personaje de Areta que bordó en su momento Alfredo Landa. Santos, que es muy bueno (como demostró ya, por ejemplo, con su Luis Roldán de El hombre de las mil caras), asume el rol con el mismo criterio de Landa, desde la contención, interpretando con economía verbal y miradas que taladran, en un trabajo ciertamente elogiable. Peor nos parece Miguel Ángel Muñoz en el personaje del Moro, más artificial, menos creíble, muy lejos del tono que le imprimió el estupendo Miguel Rellán en los dos primeros capítulos. Del resto nos quedaríamos con una Patricia Vico que recuerda poderosamente a las “vamp” del cine negro americano, sin cargar las tintas, una mujer libre, deseable y deseada, y por supuesto actores y actrices tan seguros como Cayetana Guillén Cuervo, Jacobo Dicenta, Pedro Casablanc (que retoma aquí magníficamente el papel que hiciera anteriormente el gran José Bódalo) y una de nuestras debilidades, el magistral Luis Varela, que hace toda una creación de su pequeño papel.
(10-10-2019)
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