CRITICALIA CLÁSICOS
Disponible en Filmin y Pluto TV.
En el cincuentenario de la muerte del cineasta Jean-Pierre Melville, recuperamos en su homenaje la crítica de una de sus peliculas más significativas. El lector interesado puede consultar también sobre el director francés el artículo titulado Melville en #seff365: 100 años nos contemplan.
El cineasta parisiense Jean-Pierre Melville fue uno de los más finos cultivadores del cine negro francés, las películas policíacas, el género conocido popularmente en el país vecino como "polar", pero también se especializó en cine ambientado en la Segunda Guerra Mundial, lógicamente visto desde el prisma de la Francia ocupada, tiempo histórico que conoció de primera mano, pues él mismo fue miembro de la Resistencia a la invasión del ejército nazi. Su precoz muerte, a los 55 años, malogró la que aún podría haber sido una larga y fecunda filmografía.
Adaptación de la novela homónima de Joseph Kessel (autor también del texto versionado por Buñuel en su Belle de Jour), El ejército de las sombras nos narra una serie de peripecias por las que habrá de pasar un grupo de resistentes en la clandestinidad. Gerbier, un ingeniero eléctrico, es detenido por los colaboracionistas del oficialista gobierno de Pétain. Llevado a un campo de concentración, finalmente consigue escapar cuando lo trasladan a una institución donde, previsiblemente, le iban a interrogar. Una vez reintegrado en la Resistencia, su primera tarea será ejecutar al chivato que lo delató. A partir de ahí se sucederán las peligrosas acciones del comando que lidera Gerbier, y donde Mathilde, una mujer de mediana edad plenamente identificada con la causa de la Francia libre, tendrá un papel fundamental...
Película dura, sin concesiones, presenta en pantalla algunas escenas difíciles de olvidar incluso casi cincuenta años después de su rodaje, como el ajusticiamiento del delator. Seca, austera, presenta sin embargo algunas imágenes de cautivadora creatividad y plenas de significado, como el plano que abre el film, una columna de la Wehrmacht, el siniestro Ejército de Tierra nazi, desfilando por París con el Arco del Triunfo al fondo; la columna, que en principio se desplazaba de derecha a izquierda, en un momento dado gira a uno de los lados para encarar directamente a la cámara: de esta forma la impresión para el espectador es como si los nazis hubieran atravesado justo por debajo del Arco del Triunfo, simbolizando con ello la ordalía que supuso para Francia, la cuna de la tríada fundamental de los derechos del ser humano (Libertad, Igualdad, Fraternidad), que el brazo armado de uno de los gobiernos más abyectamente liberticidas que haya existido en la Historia Moderna, hollara con sus botas asesinas el monumento erigido en conmemoración de la victoria de las libertades.
El ejército de las sombras fue la antepenúltima película de Melville, y una de las más conseguidas de la década de los sesenta, junto a su espléndida El silencio de un hombre (1967), también conocida en España por su título original, Le samouräi, probablemente su obra maestra. De nuevo vuelve Melville a su querido tema de la Resistencia francesa, para contarnos la crónica diaria del quehacer de los partisanos galos, empeñados en hacer la vida imposible al ejército nazi, en una guerra sin cuartel y obviamente desigual. Combinando con habilidad tensión y dureza, Melville consigue una estupenda recreación del clima de constante peligro de los resistentes, un grupo en permanente huida, en continua vigilancia ante un enemigo numérica y militarmente muy superior.
Notable caligrafía cinematográfica (Melville fue uno de los más elegantes directores franceses de su época), y excelentes los intérpretes, con un impecable Lino Ventura en un ambiguo personaje, un hombre que habrá de perder cualquier tipo de escrúpulo para poder llevar adelante su compleja, arriesgada tarea de plantar cara a los nazis. Mención especial para una inolvidable Simone Signoret, en un personaje femenino que, por una vez en Melville, tenía consistencia, una mujer de una vez, lejos de los “floreros” que llenaron las anteriores películas del cineasta parisino, una mujer que vivirá una sutilísima, casi indetectable historia de amor con Gerbier. Una pléyade de secundarios de primerísima fila (Meurisse, Cassel –padre--, Reggiani) completa una película espléndida, a la que el paso del tiempo, pudorosamente, ha respetado sin apenas estragos.
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