De la comedia quinteriana El genio alegre se han hecho en el cine español (cosa curiosa, el cine italiano hizo también una durante el período mudo, en 1919, con el título Anima allegra y la dirección de Roberto Roberti) dos adaptaciones cinematográficas: una, con el mismo título de El genio alegre, fue la que dirigió Fernando Delgado en 1936, pero que no se pudo estrenar hasta 1939, tras acabar la Guerra Civil, presentando como peculiaridad ser una de las últimas películas producidas durante el período histórico de la Segunda República Española.
La segunda adaptación (y previsiblemente última, aunque ahí está José Luis Garci, que el día menos pensado nos sorprende con su versión...) es ésta dirigida por Gonzalo Delgrás. Si los comediógrafos sevillanos, Joaquín y Serafín Álvarez Quintero, hicieron un teatro fácil, chispeante pero casi siempre alejado de cualquier tipo de compromiso que no fuera hacer reír, sin más, al público, las versiones cinematográficas de sus sainetes fueron incluso muy inferiores.
Ése es también el caso de esta segunda edición española de El genio alegre, en la que una jovencita dicharachera, redicha y chistosa, anima a su tía, viudita inconsolable, a salir del luto y la tristeza. Comanda el reparto una por entonces muy joven Marujita Díaz, tantos años antes de que se dedicara a ser muñeca de la telebasura; por aquel entonces a la bella no le hacían falta semejantes tinglados para sobresalir. Junto a ella destaca Rafael Arcos, un sólido actor que se hizo popular por sus intervenciones televisivas en los años sesenta y setenta, para después caer en el olvido y prácticamente terminar viviendo de la caridad pública. ¡Qué cruel puede ser el mundo de la farándula!
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