Pelicula:

Parece que Fernando Trueba (Madrid, 1955) intenta recuperar su carrera tras un siglo XXI que no está siendo precisamente benévolo para él; lo último fue el pinchazo brutal en taquilla de La reina de España (2016), la secuela de su exitosa La niña de tus ojos (1998); la película de 2016 no llegó a los 175.000 espectadores, la de 1998 rozó los 2,5 millones de entradas vendidas. Y todo porque Fernando parece tener cierta tendencia a pegarse tiros en el pie: unos meses antes, con ocasión de ser galardonado con el Premio Nacional de Cinematografía, al autor de Ópera prima no se le ocurrió otra cosa, no sabemos si queriendo hacer una gracieta o por simple estupidez, que afirmar que él no se había sentido español ni cinco minutos en su vida... Como quien escupe contra el viento lo normal es que se lleve un buen salivazo en la cara, se gestó a través de las redes sociales una gigantesca campaña en contra del estreno de La reina de España y, efectivamente, la película no recaudó ni una ínfima parte del sustancioso presupuesto con el que contó, con varias poderosas productoras detrás como Atresmedia y Movistar+, e incluso la propia productora del director, Fernando Trueba P.C.

Tras ese batacazo que era más que previsible, parece que Trueba no encontró productoras en España (ni siquiera la suya, a buen seguro muy tocada económicamente con el fracaso comercial de su anterior film) que respaldaran este su nuevo proyecto, la versión al cine de la novela histórica El olvido que seremos, publicada en 2006, de la que es autor el escritor colombiano Héctor Abad Faciolince, y en la que traza un retrato conmovedor de la vida de su padre, Héctor Abad Gómez, médico y profesor universitario que fue asesinado en 1987 por un sicario por su defensa a ultranza de los derechos humanos. Así que ha sido Caracol Televisión, la poderosa productora colombiana especializada en telenovelas, pero que también produce de vez en cuando películas de cine autóctonas, como La estrategia del caracol, Edipo alcalde y Golpe de estadio, la que ha financiado esta adaptación al cine de una novela que ha sido ciertamente muy exitosa, habiendo sido traducida a un buen número de idiomas.

La película parte de un prólogo en 1983, en Turín, donde estudia el joven Héctor Abad Faciolince; cuando lo llaman de su tierra, Medellín, en Colombia, para informarle de que van a dar un homenaje a su padre, el doctor Abad Gómez, al ser jubilado anticipadamente en la universidad por su continuo activismo contra las injusticias, el joven Héctor vuelve a casa. A partir de ahí la historia irá alternando tres tiempos cronológicos: 1971, cuando Héctor contaba apenas 12 años y se iba formando dentro de una numerosa familia con cuatro hermanas y la guía de su padre, un hombre absolutamente entregado a las causas (seguramente) perdidas; 1983, cuando el joven vuelve a casa para ese homenaje; y 1987, cuando el doctor Abad, por su continua denuncia de los desmanes de los escuadrones paramilitares, aparece en una lista de personas a asesinar que circula por Medellín.

Presenta la película El olvido que seremos una ferviente mirada hacia este hombre, el doctor Abad, que fue, a la vista de lo que vemos en la peli y en la novela (pero también en otros testimonios seguramente más neutrales), un auténtico santo laico, un hombre entregado a los demás, que luchó a favor del establecimiento de un sistema público de salud, que impulsó vigorosamente las vacunaciones masivas contras enfermedades que diezmaban a los niños, como la polio, y que luchó toda su vida contra la injusticia, el analfabetismo y la enfermedad. Trueba opta, con buen criterio, por una visión del doctor Abad en sus distintas facetas de médico, profesor, activista social, pero sobre todo en su faceta de esposo y padre, en especial del pequeño Héctor Joaquín, que años más tarde le biografiaría amorosamente en la novela homónima.

La película se sigue con agrado: vidas como las del doctor Abad no son frecuentes, personas absolutamente entregadas a los demás que, además, llevan su ejemplo también a sus familias, a las que procuran formar en sus mismos valores de generosidad, nobleza y justicia; personas que, aunque temen por su vida, no dudan en arriesgarla si creen que lo que hacen es lo correcto.

Bien narrada, con los tres tiempos cronológicos adecuadamente identificados, Trueba utiliza curiosamente el blanco y negro para las secuencias ambientadas en 1983 y 1987, mientras que reserva el color para el idílico tiempo de la infancia, cuando todo es posible, cuando la figura de la familia arropa al niño y le hace creer que es invulnerable. Sin embargo, como es tan frecuente en el cine de hoy, nos parece que el film tiene demasiado metraje: de los 136 minutos de duración, se le podría haber recortado perfectamente un cuarto de hora y la película nos diría lo mismo, solo que con más concreción, siendo más directo, ahorrándonos cosas que no aportan nada a la narración ni a la hagiografía (sí, el relato del santo que decimos, aunque en este caso sea laico y más bien anticlerical...).

También habrá que decir que el guion de su hermano David Trueba, en general inteligente y bien construido, adolece de algunos puntos endebles, como el inexplicado e inexplicable giro en la consideración del joven Héctor Gómez hacia su padre a raíz de la permanente entrega de este a las causas justas: no parece lógico pasar sin transición de adorar absolutamente a su progenitor a tacharle acremente de hacer las cosas por vanidad... En cuanto a la escena culminante, que no diremos cuál es pero se imaginan (¿dijimos ya que el doctor Abad fue asesinado por un sicario, quizá de los paramilitares, quizá de la narcoguerrilla?), también nos parece demasiado estirada, cuando en estos casos la economía en el lenguaje cinematográfico puede ser mucho más efectiva y percutante.

Con todo, bienvenida sea esta agradable revisitación de la vida de un hombre que, ciertamente, si se otorgaran títulos de santo sin haber hecho milagros y sin ser demasiado apegado a los postulados eclesiales, lo sería con todas las de la ley. Cierto es que buena parte del mérito del film estriba en la espléndida (cuándo no lo es...) interpretación de Javier Cámara como el doctor Abad Gómez, al que la Historia ya imaginará en el futuro con los rasgos y la bonhomía que le infunde el estupendo actor español. Si hubiera que ponerle un pero, cabría decir que Cámara trabajó cuidadosísimamente su acento colombiano para actuar en el célebre serial Narcos (2015), donde interpretaba al contable de Escobar, Guillermo Pallomari. Sin embargo en este El olvido que seremos nos parece que Cámara, quizá ya con la convicción de que dominaba el acento de la tierra, se ha descuidado un tanto, y parece a ratos un español imitando a un colombiano; un mínimo reproche para una extraordinaria interpretación, en cualquier caso.

(13-05-2021)


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136'

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El olvido que seremos - by , May 13, 2021
2 / 5 stars
Un santo laico