CINE EN PLATAFORMAS
ESTRENO EN FILMIN
Katell Quillévéré (Abiyán, Costa de Marfil, 1980) es una guionista y directora francesa que se formó en la Universidad de Paris-VIII, y que empezó a hacer cine muy joven, en 2005, con solo 25 años, primero con varios cortos, para pasarse al largometraje a partir de 2010 con Un poison violent, que consiguió el prestigioso premio Jean Vigo. Posteriormente rodó Suzanne (2013) y la estupenda Reparar a los vivos (2016). Su cine suele girar, en general, sobre personajes femeninos, aunque sin ser nunca excluyente. Esta El tiempo del amor también participa de esa misma característica.
La historia se inicia con una serie de imágenes documentales; aunque no se data la fecha de las mismas, parece evidente que están rodadas (en algunos casos es posible que reconstruidas y dramatizadas en la actualidad) tras la entrada de los aliados en París, en 1944, durante la Segunda Guerra Mundial: a la alegría de los franceses por esa liberación se añade la cruenta venganza que los galos resistentes se tomaron por su propia mano con aquellos compatriotas considerados colaboracionistas. Si en el caso de los hombres con frecuencia terminaron en muerte (se estima que en torno a 10.000 varones fueron matados en castigo a su colaboracionismo, bien por ejecución legal, bien por venganza extrajudicial), en el de las mujeres, reas de lo que se llamó “colaboración horizontal” (eufemismo para designar haber cohabitado sexualmente con nazis), se estima en 20.000 las que fueron rapadas y vejadas en público, con frecuencia exhibiéndolas desnudas delante de la turbamulta.
Conocemos entonces a una de esas mujeres, Madeleine, embarazada de un militar alemán, cuando escapa como puede tras ser rapada y humillada en público; en su vientre hinchado de embarazada han pintado una esvástica que intenta borrar, sin mucho éxito. Cinco años más tarde la vemos ya como camarera de un hotel en Finisterre, en Bretaña, con su hijo pequeño Daniel. Allí conoce a un hombre joven que prepara su tesis, François, hijo segundón de una familia con empresas textiles; ambos se enamoran y forman una familia, casándose. Pero, ya en París, François es acosado por un chico, del que finalmente nos enteramos que era su anterior pareja, obsesionado con él...
Una de las mejores películas de Louis Malle (y mira que las hizo buenas...) fue Lacombe Lucien (1974), film que en España llevó el muy clarificador titulo de Todos no fueron héroes; Malle habló en esta película de esa parte de la historia de la Francia de la Segunda Guerra Mundial, el colaboracionismo con los nazis, que parecía haber sido objeto de una amnesia colectiva en el país; pero, efectivamente, como decía el titulo español, todos no fueron héroes... Tampoco todas fueron heroínas, como la protagonista de esta película, cuya relación sexual con un militar nazi marcará el resto de su vida. Sobre esa existencia a lo largo de dos decenios va el film, pero sobre todo sobre la difícil relación con el hijo nacido de aquella efímera cohabitación (quince días, un suspiro...), progresivamente empeñado conforme va creciendo en conseguir la identidad de su desconocido progenitor, y, por supuesto, por la no menos complicada relación (no exenta de amor, de un amor distinto) entre la excolaboracionista y el rico heredero que luchaba contra su propia orientación sexual.
Con un estilo elegante, buen manejo de cámara y frecuentes silencios (silencios llenos de significado), la película se muestra como una interesante radiografía de la Francia de la posguerra, la Francia que intentaba volver a la normalidad, una Francia en la que los aliados todavía tuvieron una importante influencia en la evolución del país, lo que aquí se materializará en la introducción dentro de la pareja de un elemento catalizador, el soldado afroamericano Jimmy, a la vez oscuro objeto de deseo de Madeleine y de François, en una historia de “ménage à trois” de final un tanto abrupto, quizá cuando las expectativas lúbricas de los tres no se adecuen exactamente a lo previsto por alguno de ellos.
La última parte del film, una vez que se produce un trágico desenlace vinculado a la fijación homosexual de François, nos parece más endeble, con menos tensión en la trama, una última parte en la que la desafección del niño, ahora ya adulto, hacia la madre por la ocultación de la identidad del padre lo llenará todo, llegando a extremos difícilmente tolerables.
Un final que cierra el círculo con aquel principio en el que la futura madre intentaba borrar la cruz gamada de su vientre, cuando el joven esté ya en situación de conocer la identidad de su padre, cierra una película ciertamente estimulante, una película con un amor distinto, una película obviamente imposible de filmar en tiempos pasados, pero también una película que busca poner en primera línea a aquellas personas que colaboraron, por activa o por pasiva, con el invasor nazi, para que sepamos que, claro está, padecieron, sufrieron, se sintieron culpables de sus faltas y delitos, y tuvieron que vivir con ello el resto de sus vidas.
Muy buen trabajo actoral: Anaïs Demoustier, a sus treinta y tantos años, se ha convertido ya en una de las actrices más seguras y sensibles de su generación, habiendo trabajado con algunos de los más interesantes directores franceses de las últimas décadas: Tavernier, Guédiguian, Claude Miller... En cuanto a su coprotagonista, Vincent Lacoste, no le va a la zaga, en un complejo papel que él dota de sinceridad y credibilidad, confirmándose también su carácter de primus inter pares dentro de su quinta actoral, habiendo trabajado también con buena parte de la flor y nata de la dirección francesa: la ahora muy de moda Justine Triet de Anatomía de una caída, pero también con otros talentos como Christophe Honoré y Xavier Giannoli, entre otros.
(12-04-2024)
125'