Eran tiempos de vanguardia y compromiso, eran tiempos en los que el comunismo suponía todavía una esperanza. El México de entreguerras vivió toda una explosión de arte, vitalidad, sensualidad y política, una época imposible que le tocó vivir y a la que tanto aportó Frida Kahlo, mujer atormentada y original pintora, llena de excesos y sufrimiento, de gozos y amargura.
Aunque Paul Leduc ya llevó en 1984 tan fascinante figura a la pantalla, es ahora cuando llega el personaje al gran público en una cuidada producción, resultado brillante del empeño de Salma Hayek por encarnar a su compatriota. Usando del aparato productivo de Hollywood, pero al mismo tiempo dándole un toque de independencia y arriesgada experimentación, los guionistas y la directora Julie Taymor han narrado la vida de la pintora, marcada por su terrible accidente juvenil y por su casamiento con el muralista Diego Rivera, la unión de “un elefante y una paloma”, como se dice en el film.
Con un tono de relato asequible y en clave comercial, el film no deja de hacer sus pinitos experimentales, por otra parte bien insertados y siempre de agradecer en un panorama tan conformista como el actual. Frida es el eje y la clave, pero junto a ella va surgiendo toda una galería de personajes históricos servidos por grandes actores: Rivera es un excelente Alfred Molina, Antonio Banderas es David Alfaro Siqueiros, Ashley Judd es la fotógrafo Modotti, Edward Norton es Rockefeller o Geoffrey Rush es Trotsky. Toda una crónica viviente de un tiempo, una artista y una generación que suponían un material increíblemente atractivo para ser llevado a la gran pantalla.
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