La primera versión de Ha nacido una estrella, curiosamente, no llevó tal título: fue Hollywood al desnudo, rodada en 1932 por George Cukor, con Constance Bennett y Lowell Sherman; no llevaba el título pero era, en puridad, la misma historia. La primera de las pelis que forman el ciclo generacional de esta narración (porque cada generación tiene su propia versión, con sus propios temas, códigos y claves) es Ha nacido una estrella (1937), dirigida por William Wellman, con Janet Gaynor y Fredric March, donde ya se establecían los parámetros de esta historia de fama, amor y decadencia: el actor encumbrado que conoce, ayuda y se enamora de una novata, que subirá en prestigio y popularidad a la vez que él se despeña en un infierno de alcohol y pérdida del crédito del público. Cukor sería el autor de la segunda versión, Ha nacido una estrella (1954), con James Mason y Judy Garland, la cima de todas ellas, hermosísima historia transida de amor y amargura. Y el anodino Frank Pierson, con producción de Jon Peters (por aquel entonces novio de Barbra Streisand, que también coproducía), haría Ha nacido una estrella (1976), ahora en clave musical, con un Kris Kristofferson como cantante en la cresta de la ola que se enamorará de una Streisand que demostrará sus prodigiosas aptitudes canoras.
Ahora, más de cuarenta años después de la última versión, llega esta nueva Ha nacido una estrella que, digámoslo ya, no llega ni de lejos a la que se puede considerar como canónica, la de Cukor de 1954, pero tampoco es tan prescindible como la de Pierson de 1976.
La acción se desarrolla en nuestros días: Jack es un cantante que está en la cima de su carrera, aunque tiene serios problemas con el alcohol y las pastillas (y no estamos hablando del paracetamol...). Una noche, tras una actuación en un multitudinario concierto, se pasa por un club nocturno que elige al azar, un club donde cantan generalmente travestidos, pero también una chica, Ally, que trabaja en un restaurante de la ciudad. Jack se queda prendado de la cantante aficionada, y la invita a su siguiente concierto, donde canta con ella, en un auténtico “escopetazo”, una de las canciones compuestas por la chica que le había mostrado el día anterior. A partir de ahí, Ally comienza una carrera que no parece tener fin; ambos comienzan una historia de amor, a la par que él, carcomido por sus demonios familiares y sus adicciones, inicia una cuesta abajo que tampoco parece finalizar...
La película supone el debut en la dirección del actor Bradley Cooper, un actor que llegó a la popularidad con superficiales comedietas para adolescentes como la trilogía iniciada por Resacón en Las Vegas (2009), aunque después, afortunadamente, ha reconducido su carrera hacia un cine más interesante: Sin límites (2011), El lado bueno de las cosas (2012), La gran estafa americana (2013) y El francotirador (2014), para Clint Eastwood, entre otras. Ahora como director muestra virtudes interesantes: capacidad para emocionar (como en la sobrecogedora escena en la que Jack invita a Ally a cantar por primera vez con él, ante un público entregado), buen pulso narrativo, potente dirección de actores... aunque también algunos defectos: no sabe medir sus películas (a esta le sobran tranquilamente 20 minutos), a ratos dirige con el piloto automático, sin implicarse, y tiene cierta tendencia al subrayado. Pero hay materia para vislumbrar que estamos ante un posible buen director que, en el futuro, nos depare atractivas películas.
Ha nacido una estrella es, entonces, una agradable revisitación de un mito cinematográfico del que, como se ha dicho, cada generación tiene su propia versión. Tiene su talón de Aquiles en unos diálogos manifiestamente mejorables, en los que los guionistas no han estado especialmente iluminados, utilizando en exceso las jergas del artisteo y la bohemia, con un vocabulario de una llamativa pobreza, en gente que, sin embargo, cuando se pone a componer asciende al séptimo cielo de la lírica.
Cooper cumple bien en su cometido de intérprete, aunque la sorpresa es Lady Gaga, que, aunque tenía alguna experiencia como actriz en, por ejemplo, la serie American Horror Story, aquí lleva sobre sus espaldas, en condiciones de igualdad con Bradley, toda la película, en una actuación muy fresca, muy natural, que nos hace pensar que hay en Stefani Joanne Angelina Germanotta, su verdadero nombre, una actriz interesante que podría hacer carrera en el cine, además de su evidente y estrepitoso éxito en la música. Aparte de ellos citaremos a Sam Elliott, paradigmático actor secundario que ha encarnado como pocos la figura del “cowboy” americano, incluso en películas ajenas al clásico género del Oeste, y que en España gozó de justa fama cuando en los años ochenta se emitió en la pequeña pantalla (en TVE, único operador entonces existente) la serie La rosa amarilla, con otra ilustre, hoy olvidada, Cybill Shepherd.
(21-11-2018)
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